Capítulo 4- El trato

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Salí corriendo entre callejones, corrí todo lo que pude, pero este chico parecía dispuesto a poder correr mucho más y no se le notaba ni una pizca de cansancio. Me empezaba a faltar el aire y el flato estaba empezando a aparecer. Decidí pararme, estaba perdida, no iba a poder escapar de él.
Los nervios empezaron a hacerse notar y el miedo se apoderó de mi. Él venía corriendo hacia mí, su pelo castaño se movía por el viento y sus músculos resaltaban por todo su cuerpo. Innegablemente era un chico atractivo, demasiado atractivo, y eso me fastidiaba.

-Al fin te has dado por vencida- dijo con un tono de voz muy tranquilo- pensaba que no ibas a aguantar tanto corriendo.

-Si quieres lo hago de nuevo, que a mi no me importa- le repliqué, respirando de manera agitada. Definitivamente estar corriendo a mucha velocidad durante 3 largos minutos me había reventado tanto de manera física como psicológica.

Empezó a acercarse lentamente hacia mí, de una manera dominante, como si yo fuera su sumisa mientras tanto yo iba dando pequeños pasos hacia atrás por acto reflejo, cuanto más lejos estuviera de él mejor. El problema llegó cuando mi espalda chocó contra la pared y el se paró en frente mía.

-Ven conmigo a mi coche- repitió.

El aire se me estaba agotando, no por cansancio, sino por miedo. No sabía quién era este chico ni lo que era capaz de hacerme.

-¿Quién eres? ¿Para qué cojones quieres que vaya a tu coche?

-Te lo explicaré todo allí, prometo no hacerte daño.

-Dame una razón por la que debiera fiarme de tu palabra, has estado persiguiéndome todo el rato.

Él se pasó la mano por la cara, como si estuviera perdiendo los nervios.

-Necesito hablar contigo en un lugar privado, por favor, tenemos que aclarar lo que ha pasado antes en ese callejón. No pretendo hacerte daño ni mucho menos. He tenido un mal día y reaccioné mal al guantazo que me diste, por eso tengo algo que proponerte para compensarte- dijo en un tono serio, sin embargo era bastante convincente. Menos mal que Marta no estaba aquí porque ella le hubiera visto un doble sentido a eso de "compensarme".

-Vale, pero que sea rápido- tuve que fiarme de su palabra porque no me quedaba otra, aún que me escapase me iba a encontrar y no tenía la pinta de que se fuera a dar por vencido. El único consuelo que me quedaba es que no tenía pinta de ser una mala persona, pero claro, las apariencias engañan.

Salimos del callejón y llegamos de nuevo a la avenida.

-Puede que te suene raro pero necesito que me des la mano hasta que lleguemos a mi coche, luego te lo explicaré- cada vez me resultaba todo más extraño pero lo hice. Puede que tuviera miedo, pero este chico me ponía y mucho así que no tuve otra opción que darle la mano. Su mano era grande y bonita, tuve que apartar los pensamientos que se me vinieron a la mente de las cosas que podía hacer con esa mano y todo lo que la formaba...
Nos paramos delante de un cochazo, un Cupra Formentor. Se me vinieron varios pensamientos a la mente sobre cómo había podido conseguir tal coche un chico como él:

1. Era millonario (cosa poco probable ya que no estaba acostumbrada a encontrarme a gente millonaria por la calle y menos a que me persiguiesen y acorralasen contra la pared ).
2. Era robado (cosa MUY probable teniendo en cuenta toda la situación que acababa de vivir, encajaba perfectamente con la idea que me había hecho de su personalidad).
3. Era alquilado ( podría ser pero igualmente le costaría un pastón. El chico tendría sobre 17 años así que como no se lo hubieran alquilado sus padres no sé de donde habría sacado el dinero).

-Sube- me dijo abriéndome la puerta del copiloto.

El coche por dentro era aún más sorprendente, parecía nuevo.

-¿De quién es este coche?- le dije.

-Mío.

-Dudo de que sea tuyo al igual que dudo de que tengas la edad para conducir- dije en un tono vacilón mientras subía y me abrochaba el cinturón.

No me respondió. Cerró todas las puertas del coche con pestillo y arrancó.
Tras quince minutos sentada en el asiento del copiloto vi que el chico empezaba a aparcar en frente de una gran casa. Cada vez me entraban más ganas de saber quién era, porque por todo lo que veía debía de ser alguien con mucho dinero.

-Oye, ya que estamos aquí en tu casa...

-No es mi casa- me responde secamente.

-¿Qué?

-Sal del coche, tenemos que hablar- dijo él mientras salía del coche.

-Solo lo haré con una condición- dije, sin dejar lugar a discusiones.

Volvió a entrar al coche y cerró la puerta.

-¿Qué condición?

Me extrañó él que se hubiera interesado tanto por la condición que le iba a poner.

-Dime tres cosas sobre ti, una de ellas debe de ser tu nombre. Si no lo haces no pienso salir de aquí.

-¿Por qué debería de hacerlo? Soy lo suficientemente fuerte como para sacarte de aquí y llevarte en brazos hasta la casa.

-No vas a hacer eso- dije.

-¿Y por qué no?- sabía que era perfectamente capaz de hacerlo pero sentía que yo tenía el poder y simplemente tenía que saber cómo manejarlo. Él quería algo de mí y no iba a ser tan fácil conseguirlo.

-Porque sino no colaboraré contigo en lo que quieres que colabore. No soy tan tonta cómo crees, sé que quieres algo de mí.

Se quedó callado por unos segundos.

-Me llamo Pablo, tengo 17 años y soy deportista, ¿contenta? Ahora sal- dijo mientras volvía a salir del coche y daba la vuelta para abrir mi puerta.

Me acababa de demostrar que, efectivamente, quería algo de mí. Ahora tenía datos sobre él, podría haberme dado datos más interesantes pero tampoco me esperaba mucho más.

Me abrió y la puerta y salí del coche, él había cumplido su parte del trato así que ahora me tocaba a mí.

Mi amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora