Capítulo 1

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Tardé medio minuto en recomponerme del sueño de Mercedes y entender la osadía que acababa de cometer.

No había cerrado la puerta a su sueño.

No había cumplido mi misión. Me había dejado llevar, y ahora...

—Lu... - un leve zarandeo me devolvió al entorno caótico de la discoteca.

El aroma a sudor y a mancha de alcohol de hace tres días me ofreció el impulso final para incorporarme del sofá rojo cereza y enfrentarme a Blanca.

La chica que había sido mi compañera de piso, mejor amiga y casi hermana desde segundo de carrera, sostenía mis manos en el aire y agitaba un abanico improvisado con un trozo de cartón frente a mi cara.

Su mirada preocupada se estaba convirtiendo en una constante que acompañaba mis pérdidas de conocimiento en su presencia.

— ¿Cuánto tiempo he estado fuera? - dije, desperezándome como la que acababa de despertar de una siesta infinita.

— Ni dos minutos. Menos mal que tenías cerca el sofá. - Blanca negó con evidente resignación. - Anda, ¿te traigo algo? ¿un vaso de agua?

— ¿Qué tal un tequila...?

Me dirigió su mirada estrella: una mezcla de "no se qué voy a hacer contigo" y "te aguanto porque muy, muy en el fondo, te quiero", y se retiró con paso no demasiado firme en dirección a la barra del local.

Tras dedicarle una sonrisa cargada de falsa culpabilidad y agradecimiento genuino, pude ver cómo se reencontraba con alguno de nuestros compañeros de trabajo y se mezclaba entre la gente que aspiraba a conseguir alguna copa barata.

Respiré todo lo profundo que me permitieron los pulmones y retomé mi plan nocturno usual: enredarme con cualquier desconocido que me sirviese de distracción. En esta noche de principios de otoño, el moreno de manos seguras.

En contraste con el mayoritario grupo de veinteañeros borrachos danzando sin ritmo y sudando de pies a cabeza, lo encontré parado a los pies de la cabina del Dj. Tenía el mismo rostro serio y distante y la misma actitud de insensibilidad hacia la vida que me habían cautivado en el primer vistazo.

Indiferentes, como a mí me gustan.

No dejé pasar más tiempo.

Me recoloqué el top negro y los pantalones de cuero, e hice como la que desfilaba hacia su posición con aire distraído, estableciendo contacto visual en los últimos metros.

En lugar de acudir a mi encuentro, el chico se mantuvo distante, con los brazos cruzados, los ojos entrecerrados y la espalda apoyada sobre la pared de cristal que envolvía al encargado de la música, hasta que consideró que estaba lo suficientemente cerca.

Fue entonces cuando se acercó a mí y habló con el tono que usaba yo cuando tenía la conquista asegurada.

Maldito desconocido.

— Te había perdido de vista... - acompañó la mentira con media sonrisa.

— Pues aquí estoy. - le devolví el gesto.

— ¿Te encuentras mejor? - se había inclinado unos centímetros, hasta casi respirar mi mismo aire.

De cerca era aún más atractivo de lo que recordaba. Con piel bronceada, cabello rizado oscuro y ojos negros profundos. Una barba de tres días perfectamente perfilada adornaba su rostro. Presentaba un aura de autoridad y de tener la vida resuelta que se me antojaba fascinante.

— ¡Mucho mejor! ¿Bailamos?

Le tendí la mano para cumplir mi oferta pero reparé en Blanca, que sostenía las dos copas y me observaba con cara de absoluta desaprobación desde la distancia.

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora