No reconocía al sujeto que empuñaba el arma, pero sí el gesto que traía consigo. Su rostro estaba deformado, como si le hubieran lanzado aceite hirviendo en la cara y se hubiese sometido a diversas cirugías para recuperar sin éxito algo de armonía.
Una cicatriz le cruzaba el rostro desde la frente al maxilar, atravesando lo que en algún momento fue un ojo. Sólo podía apreciar el color del otro, de una tonalidad acaramelada que bien podría confundirse con el amarillo de Azazel, salvo que no parecían ser la misma persona.
La corpulencia del robusto hombre me hacía parecer una muñequita a su lado.
Dio un paso al frente, inclinándose para caber por la puerta de la entrada.
— Manos arriba. – hablaba con un acento que adiviné como de Europa del este.
Le hice caso y levanté las manos por encima de mi cabeza. No sabía que pasaría conmigo si un arma de ese calibre me disparaba... ¿Moriría? ¿Iría al cielo, al infierno?
No estaba segura, pero no pretendía descubrirlo de esa manera.
El espeluznante ser repasaba mi cuerpo de arriba abajo, haciendo que me lamentara de sólo llevar puesta la ropa interior. Su mirada era ya de por sí sombría, pero sentirla directamente sobre mi piel me producía un escalofrío aterrador.
— Пантера... – rugió en su idioma natal.
La pantera.
Sasha.
— нет. – negué y aproveché su inmediata confusión para pegarle una patada.
Estaba claro que era una persona entrenada para este tipo de trabajos, porque mi fuerza no pareció asombrarle.
Apenas pude moverle unos centímetros cuando el lanzó un disparo a dos milímetros de mi cuerpo para amedrentarme.
Lo consiguió.
Necesitaba una estrategia:
Primer objetivo, quitarle la pistola.
Segundo objetivo, intentar ganar en la lucha cuerpo a cuerpo antes de que dieran las dos de la madrugada, por si acaso.
Me quedé erguida y caminé de espaldas, dando pasos cortos, hacia mi cuarto, atrayendo conmigo a mi atacante.
Solo podía rezar porque Sasha estuviese acomodada en los zapatos de Blanca como acostumbraba...
Anduve lento, trazando un plan en la cabeza.
Aprovechando su necesidad de apoyarse en el marco de la puerta para entrar, le propiné otra patada, esta vez en la mano con la que sostenía la pistola. El impacto hizo que el objeto metálico cayese a nuestros pies.
El hombre se agachó a por ella pero la pisé y la arrastré con el talón tras de mí.
Aproveché su inclinación para saltar encima de él con una llave de judo que me había enseñado uno de mis hermanos.
Si le estaba dañando, apenas lo mostraba.
¿Cómo era posible?
Gateó hacia la pistola, que estaba a un par de metros de nosotros, y cambié de estrategia yendo a por ella también.
Agarré sus manos antes de que llegase a alcanzarla.
Suponían más que el doble de las mías, pero conseguí inmovilizarlas medio segundo antes de que alcanzasen el arma.
Rodó sobre sí hasta dejarme atrapada debajo de él. Su peso me impedía respirar. Sus cuerpo me aplastaba, como si de una prensa se tratase...
Me revolví consiguiendo liberar mis brazos y le propiné un codazo con todas mis fuerzas en dirección a la clavícula, cortándole también la respiración.
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Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy?
RomanceQue se puedan cumplir tus sueños sólo con pasar a través de una puerta, ¿es un don o un castigo? ¿Y si dependiera de ti que las fantasías de otros se volviesen realidad? ¿Las cumplirías? Siempre me había gustado pensar que era una persona justa y r...