Capítulo 2

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No pude esperar a que Marco se marchase para abrir mi verdadera puerta, en el bloque 21, ya que su coche seguía estacionado justo donde me dejó. Genial.

Entré a mi casa derrotada por los fracasos de la noche. Con las manos demasiado heladas para ser septiembre y el cuerpo demasiado caliente para ser sólo las 3 de la mañana.

Me planteé llamar a Gonzalo, que había ejercido de amigo, confidente y amante durante este último año; y siempre accedía a recorrerse la ciudad con tal de pasar unos minutos juntos. Blanca opinaba que éramos la mejor versión de folla amigos que había conocido jamás, y yo empezaba a asumir que era la definición correcta.

No me dio tiempo a marcar el número de teléfono cuando escuché el sonido de unas llaves cayendo sobre el esterillo de la puerta de la entrada.

Blanca entró a los 2 minutos sosteniéndose en pie por la inercia de quien camina hacia la cama.

Igual los chupitos de tequila no habían sido mi mejor idea de la noche.

— Hola preciosa. - le dije.

— Aaah - se asustó de forma exagerada. - ¿qué haces aquí ya?

— No he triunfado esta noche...

— Imposible. - agradecía su confianza.

— Me halagas, pero parece que mi encanto no puede con todo el mundo.

— Me cuesta creerlo... ¿y qué vas a hacer hasta las 8?

— Dar vueltas en la cama y pensar sobre lo que podría estar haciendo. Oye ¿y tú y el Dr Hemswortz...?

— No ha venido a la fiesta. - puso cara de pucherito. - y yo que esperaba poder seducirle con mi baile sensual...

Hizo una representación de lo que ella entendía como tal y no pude evitar reírme.

— No hay quien le aborde dentro del hospital... ¿sabes? - continuó divagando bajo los efectos del alcohol. - pero lo conseguiré.

— No tengo ninguna duda. - le animé y le guie por el brazo hacia su habitación, la segunda de la casa. - mañana será otro día. Ya verás: nuevo día, nueva oportunidad.

— Ojalá.

— Claro que sí. Buenas noches Blan.

— Buenas noches, cariño.

Una vez sola, rechacé la idea de buscar compañía y, en su lugar, me quedé pensando sobre nuestro pisito y cómo decidimos tenerlo. Recordaba mis primeros años en la tierra, tan perdida, hasta que decidí que necesitaba integrarme en el mundo y vivir la experiencia al completo. No podía creer que hubiesen pasado 6 años ya desde ese momento.

Me matriculé de la universidad de medicina, conocí a Blanca en lo que sería mi segundo curso (y el cuarto de la gente normal) y me ofreció cambiar el desagradable y solitario estudio en el que me escondía, por una vivienda de dos habitaciones orientadas al exterior, con la concina pequeña comunicada con un salón de colores chillones. No era muy fan del estilo, pero poco a poco, me había convencido de que era el tipo de alegría que necesitaba aportar a mi incoherente vida.

(....)

Un alarido interrumpió mis pensamientos a las 7 de la mañana del día siguiente.

— Aaaah - Reconocí el tono de mi amiga y corrí a su auxilio, para encontrármela con un pie dentro del zapato del hospital y el otro en la mano.

— ¿Estás bien?

— Tu gato se ha meado en mis zuecos, otra vez. - negaba con resignación intentando que su tono sonase a regaño.

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora