Capítulo 21

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NARRA MARCO

A pesar de que la música era una maravilla, me jodía estar aquí. No sólo por tener que hacer de puto niñero del novio de la mujer más cabezota y ridículamente irresistible que había conocido en mi vida, si no porque había mínimas posibilidades de que alguno de los dos saliese vivo de esta mierda.

Recorrí el pasillo a paso ligero. A pesar de todo, no me hacía gracia haberle dejado solo en el área con más luces del recinto. Había intuido que era la opción más segura, pero la falta de resultados de mi búsqueda profetizaba el desastre.

No me preocuparía tanto por el chaval si no fuera por cómo le miraba ella cuando entraba en la habitación. Como si en lugar de ser él humano y ella diosa, fuera al revés. Cuánto hubiese dado yo por recibir esa atención... y el crío en lugar de aprovecharla jugaba a hacerse el héroe...

Abrí cada puerta de cada pasillo.

Todas vacías, solo había fundas de instrumentos.

La música seguía sonando.

Era una melodía que podría pegar en una banda sonora de una película de acción y terror, pero era impresionante, una obra maestra.

La última puerta del último pasillo estaba cerrada.

Me planteé dejarlo pasar y volver al anfiteatro, pero un ruido de golpe proveniente del interior me invitó a forzar la cerradura.

Premio.

Dos demonios y una adolescente.

Eran menos de 5 y no estaba muerta... me tocaba cumplir mi parte del trato.

Ni siquiera saqué la daga, cogí la pistola y disparé en el pecho al primero, que se derrumbó y desvaneció sobre la marcha.

Uno menos.

El segundo corrió hacia mí antes de que me diese tiempo a apuntar a una diana concreta.

Me impulsó contra la pared y se me cayó el arma.

Me cago todo.

— Vete, tu primo está por aquí. – dije a la chica que, sin pensárselo dos veces, huyó hacia la salida.

El demonio me asentó un codazo en el abdomen que me dejó sin respiración y yo subí la rodilla hasta devolverle el golpe en el mismo lugar.

Forcejeamos y me agarró por el cuello.

Que puta manía tenían los demonios estos de ahorcarme en plena pelea.

Me levantó hacia el aire y aproveché el impulso para sacar una de las dagas que tenía en la espalda...

Si seguía apretando así, me ahogaría.

Alcancé la daga y se la clavé a la izquierda del esternón, consiguiendo que se desplomase y desapareciera.

Recogí la pistola y corrí hacia la salida del teatro, pero algo me detuvo cuando miré a la derecha en el salón principal.

Puta mierda...

La música cedió.

(...)

NARRA LUCÍA

Tras intentar sin éxito convencer a Blanca de que debía quedarse en el hospital, los tres fuimos a por su coche.

— ¿Dirección Madrid Norte? – preguntó arrancando el motor.

— Déjame tu teléfono un segundo, Blanca.

Desbloqueé la pantalla y busqué mi conversación.

Apareció la ubicación en tiempo real que me había mandado a mi misma desde el móvil. Esperaba que siguiera donde lo había metido durante el beso con Gonzalo, en su mochila.

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora