Epílogo

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NARRA LUCÍA

Nada dura para siempre.

Cuatro palabras tan repetidas al inicio y al final de muchos libros de amor que tanto gustaban a Blanca....

Nada dura para siempre.

Cuatro palabras que, en estos momentos, me sonaban falsas, lejanas y terriblemente injustas.

Abandonar Madrid fue tan duro como imaginaba, si no más.

Decirle adiós a Blanca fue otra pesadilla. Se sentía tan irreal como si lo estuviese viviendo a través de un cristal y no en primera persona.

Ella me sonreía y prometía que todo iba a salir bien. Yo intentaba autoconvencerme de que no era la peor amiga del universo, abandonándole en un momento tan crítico de su vida....

La muerte del doctor le pesaba demasiado y las emociones vividas en los últimos días hacían que mi amiga no hubiese atravesado el duelo con la conciencia y el raciocinio necesario.

Me aseguré de atar cabos sueltos llamando a Belén y pidiéndole que la cuidase en mi ausencia.

Aún me dolía pronunciar esas palabras: mi ausencia.

Mi ausencia.

Blanca.

Gonzalo.

No les vería....

Nunca más.

(....)

A las 9 de la mañana Marco me recogió en su coche, con camiseta negra y gafas de sol. Ahora sí se adecuaba a la imagen que yo asociaba con los guardaespaldas.

—Lo siento... - comentó al ver en mi cara la personificación de la tristeza. - pero te advertí que ir a por la chica era una mala idea.

No quería culparle, pero que incluso él mismo se sintiese responsable de la situación, no me facilitaba en absoluto la tarea. Y que me recordase que todo era consecuencia de mis malas decisiones, menos aún.

— Esto. - nos señalé a los dos. - es la mala idea.

— Págalo conmigo si te hace sentir mejor, pero es lo que hay.

— Vale, teniente.

— ...Coronel.

— ¿Acaso importa ya?

Resopló, frustrado.

— Eres imposible.

— Mmm letal e imposible... ¿Algún otro cumplido?

— Molesta, también.

Molesta.

Molesta estaba, no era.

— Déjame bajarme del coche y no te vuelvo a molestar en la vida.

Me miró con los ojos entrecerrados y volvió a suspirar.

— Te equivocas si crees que esta opción es ideal para mí. Pero es lo mejor para tu protección. Morfeo está conforme.

— Querría hablar con mi padre.

— No es posible.

Su habitual seriedad hacía aparición con cada frase.

Me encantaría decir que me disgustaba, pero era mínimamente reconfortante que alguien más tuviese el control de una situación que de otra forma yo hubiese dado por perdida.

— Pues vale.

No me contestó.

Crucé los brazos por delante del pecho y mantuve la mirada al frente durante las primeras 7 horas de viaje.

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora