Capítulo 5

250 55 178
                                    

La mañana siguiente a un día de guardia se llamaba "saliente" y permitía a los doctores cierto descanso tras 24 horas de intenso trabajo. No obstante, el cabezota Dr Hemswortz se negó a abandonar el hospital y me sentí forzada a quedarme unas horas... a fin de cuentas, tampoco es que fuera a dormir en casa...

Blanca atravesó el cuartillo de médicos a la velocidad de la luz, para poder preguntarme detalles de la noche, no muy profesionales.

— ¿Qué tal la guardia con nuestro capitán?

— Pues... quitando que me pilló haciendo cositas con Gon y que creo que me odia, el resto aceptable.

— ¿A quién se le ocurre? - Negó con exasperación. - Bueno, a Gonzalo, por supuesto.... ¿y has dormido algo?

Por más que insistiera en que estaba bien, le preocupaba tremendamente mi insomnio... igual debería aparentar que dormía con más frecuencia.

— Algo...

— Yo tengo una teoría, Lucía. Creo que tu narcolepsia es por la falta de sueño durante la noche. Estoy convencida de que, si descansaras bien, no tendrías esos lapsus a lo largo del día.

Ojalá poder ser más clara con ella...

— Gracias por preocuparte Blanca, te quiero mucho.

— Y yo a ti.

Pasamos la mañana sin ningún tipo de incidencia y volví a casa con un pensamiento negativo rondándome la cabeza. Era una idea recurrente que, sin fundamento, me estaba dejando incapaz de razonar sobre el resto de acontecimientos de mi día.

¿Dónde estaba Mercedes?

Estábamos a Jueves y habían pasado 3 días sin tener noticias de ella... era común que otros de mis somniantes no se manifestaran a diario, ya que algunos eran más soñadores que otros; pero era raro que la señora con más imaginación del mundo no hubiese dado señales de vida en más de 72 horas.

¿Qué podía hacer?

Ley número 1: Bajo ninguna circunstancia establecer contacto directo con alguno de los somniantes. (Esa era la más importante: no nos podían conocer).

Ley número 2: Intervenir lo mínimo e imprescindible en los sueños de los somniantes.

Ley número 3: sólo dejar pasar aquellos sueños con metas realistas y que no compliquen la frágil e inestable línea entre el mundo real y de los sueños.

Había más leyes, pero ya había roto dos de las principales... sólo me quedaba una por infringir. Una, que la única vez que se rompió, originó una catástrofe monumental... el motivo por el que mi hermano Lucas fue destituido de su papel de máximo Protector de sueños (pasando de 20 a 15 somniantes) y obligado a retornar al cielo de forma inmediata: conocer a un protegido.

¿Por qué estaba si quiera planteando una opción tan remota e insensata? ¿estaba perdiendo la poca cordura que creía tener?

Pero mi hermano no se puso en contacto... no fue sólo eso... fue mucho más. Las consecuencias de sus actos egoístas impulsados por un sentimiento tan puro como el amor, fue lo que le llevó a la perdición... no fue solo un contacto.

Me lo repetí el suficiente número de veces como para tomar la decisión más arriesgada y menos sopesada de mi historia en la tierra. Conocía el número de teléfono... llevaba viviendo en esa misma casa 83 años.

Mis manos se movieron por el teclado del móvil de manera inconsciente y sentí una punzada de culpabilidad cuando percibí lo que estaba a punto de hacer, pero presioné el botón verde con el dibujo del teléfono.

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora