NARRA GONZALO
Llevaba unos días que sentía que no era yo mismo... Demasiadas preocupaciones en muy poco tiempo.
La cosa estaba realmente jodida en casa desde que mi prima había llegado de Huelva para recibir su tratamiento de esclerosis múltiple. No era que no me gustase que estuviera aquí, quería con todo mi corazón a la pobre adolescente que vivía en una comedia romántica continua... no era eso... pero desde su llegada todo se había vuelto un caos.
Un día, un caballo blanco había llegado a casa montado nada más y nada menos que por el mismísimo príncipe de Austria. Poco después, habíamos descubierto que había un desfile de las fuerzas armadas cerca pero, ¿cómo de raro era eso?
Otro día juraría que había visto pájaros y ratoncitos recorrer la habitación de mi prima, ordenando la ropa como si se tratase de un capítulo de la cenicienta. Llamé a fumigar casi sobre la marcha, entre surrealismo y desconcierto.
Mi madre estaba fuera de combate desde hacía ya casi 10 años, cuando murió mi padre. Cada vez que las cosas se salían un poco de su control, se volvía una maniática del orden. Pese a no tener el diagnóstico oficial de trastorno obsesivo compulsivo, yo me había planteado más de una vez darle antidepresivos a dosis altas para calmar sus demonios.
La situación con mi prima no ayudaba... Mi madre estaba convencida de que la causa de su incremento reciente en el nivel de ensoñaciones era consecuencia de su enfermedad y me tenía continuamente llamando a Marta para preguntarle dudas de neurología. Cosa que me complicaba la vida terriblemente: odiaba a esa chica.
Además, la neuróloga utilizaba cualquier escusa para ingresar a mi prima, obligándome a tener que parar con cualquier actividad que estuviese realizando para venir al hospital.
Lo que me traía a mi último y mayor problema: Lucía. Estaba tan preocupado por ella y la manera en la que últimamente le había visto actuar, que no había sido capaz de compartir con ella mis agobios... ¿qué son un caballo blanco y unos ratones cuando el amor de tu vida te confiesa que es una puta diosa?
Y no es que yo tuviera ninguna duda al respecto, algo había en ella que hacía que en lugar a broma, me sonase como la verdad más clara del universo... Cuando la conocí pensé que era un ángel, pero diosa cuadraba más dentro de mi jerarquía de valores.
Me choqué con Blanca de camino a cardiología.
- ¡Hola!
- Gonzalo... no se si la he cagado...
- ¿Qué pasa?
- Se trata de Lucía...
Lucía.
Empezó a llorar e intenté consolarla, pero era escuchar su nombre y no saber ni qué hacer.
- Tranquila...Blanca. Tranquila. No pasa nada... - le di un abrazo que parecía necesitar y traté de sonar calmado. - lo solucionaremos... ella te quiere muchísimo.
- Es que... - empezó a sollozar. - ha venido su psiquiatra y claro, ha dicho que sabía lo que ella me iba a decir... y luego ella lo ha dicho tal cuál, y entonces yo he pensado que lo mejor era que recibiese el tratamiento...
- ¡¿Su qué?!
- Su psiquiatra, al parecer, de cuando murió toda su familia y ella desarrolló el "delirio megalomaniaco" o algo así, de que era una diosa.
Era médico internista, sabía que esa era la explicación más racional. Y, sin embargo, algo no encajaba...
- ¿Dónde está ahora?
- La han llevado a psiquiatría.... Si vieras como me miraba... creo que la he decepcionado para siempre.
- Estoy cien por cien seguro de que no. - sabía lo que significaba Blanca para ella, no podía imaginar un contexto en el que Lucía se fuera a enfadar por eso.
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Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy?
RomanceQue se puedan cumplir tus sueños sólo con pasar a través de una puerta, ¿es un don o un castigo? ¿Y si dependiera de ti que las fantasías de otros se volviesen realidad? ¿Las cumplirías? Siempre me había gustado pensar que era una persona justa y r...