Capítulo 12

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Confirmé la hora en el reloj de mi mesilla de noche. Efectivamente, las 7.

— ¿Qué te ha pasado?

— No lo sé. – me sentía mareada y terriblemente preocupada. 5 horas eran muchas horas para estar fuera de combate.

— ¿No lo sabes? Yo tengo una explicación muy clara… tienes una falta de sueño descomunal. No sabes qué pena me ha dado despertarte… te iba a dejar aquí, sin ir al trabajo, pero luego he pensado en lo que le dijiste al jefe, y claro, ya lo que faltaba para que te despida es que le des más excusas faltando un día aleatorio…

No creía que eso fuese el mayor de mis problemas… ni siquiera el menor.

— Porque no puede ser que seas tan descuidada, que últimamente parece que vives en otro mundo… yo se que tienes muchas cosas en mente y que tu vida es “muy especial" y todo eso pero, siendo realistas, tu vida es el hospital y si no te centras puedes tener problemas serios… porque a nadie le gustan las personas contestonas y menos si son maleducadas. Lo he estado pensando y creo que…

— Blan, por favor, son las 7 de la mañana... – me quejé de la posiblemente merecida intervención.

— Bueno, pero esto no ha acabado. Tenemos una conversación muy seria pendiente.

— Lo prometo…

Cerré los ojos.

5 horas.

El grito, los ojos amarillos, el doctor...

Apreté los labios.

— ¿Por qué pones esa cara?

— ¿Qué cara?

— Como si tu vida fuese un tormento

¿Qué se contestaba a eso?

— He tenido unas semanas un poco complicadas…

Su gesto se suavizó con mi frase.

— Están siendo semanas complicadas en general, con la entrada en el segundo curso, el hospital tan cargado de pacientes, las exigencias…

Negué con la cabeza.

— No lo entiendes Blan, todo eso es difícil, pero a lo que me enfrento es bastante más complicado.

— Todo es complicado si te centras solo en lo negativo….

Su manera de tranquilizarme me estaba agobiando aún más. Me daba la sensación de que no valoraba lo que intentaba decirle.

— No todo es tan complicado… tu vida, por ejemplo, es bastante equilibrada. Tienes unos padres que te adoran, un hermano pequeño que te idolatra, miles de amigos, apoyos…. Dime, ¿qué tengo yo?

Parecía ofendida a pesar de que mi única intención era explicarle mi sensación de absoluta soledad.

— A mí. Me tienes a mí.

— Y no sabes cuánto lo agradezco, pero no es suficiente…

Si los ojos verdaderamente eran el espejo del alma, acababa de hacer añicos sin quererlo el corazón de mi mejor amiga.

— Blanca no… no quiero decir que no seas suficiente tú …

— Está bien Lucía, es evidente que tienes las cosas muy claras.

Otra vez la gente con que tenía las cosas claras.

¿Nadie veía que no?

¿Nadie veía que ese era el problema?

— Si te dejases conocer mejor y destruyeras esa barrera que tu misma te has impuesto, estarías menos sola. Los que te conocemos ya admiramos las migajas de información que sabemos de ti, imagina si nos dejases ver lo que esconde esa mente prodigiosa…

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora