Capítulo 7

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En casa logré tranquilizarme mínimamente a mi misma. Era posible que fuese casualidad. Después de todo, se trataba de un militar y existían las panteras de ojos azules... eran menos comunes que las de ojos amarillos, pero no necesariamente criaturas divinas.... ¿Podría estar en un programa de ayuda humanitaria a animales en peligro de extinción?

Mi proceso de relajación fue interrumpido por el sueño de Oliver y de Katherina.

Muchos somniantes en muy poco tiempo... y encima echaba de menos enormemente las fantasías de Mercedes de familia feliz... Aún no podía asimilarlo: en el momento en que ella falleciera, llegaría a mi vida una nueva persona a la que proteger.

¿Quién sería el elegido en esta ocasión? ¿Cómo sería? Niño, niña, de dónde, qué ambiciones tendría, sueños, gustos, aspiraciones... siempre me asignaban bebés de uno o dos años, de diferentes partes del mundo.

Tiempo atrás había intentado buscar un patrón, alguna pista, que me explicase por qué un ínfimo grupo de personas nos necesitaba y la gran mayoría de la humanidad no.

Lo único que supuestamente tenían en común, aquellos cuyos sueños se hacían realidad sin nuestra vigilancia, eran las dimensiones que estos podían alcanzar, la motivación que tenían ante los problemas que la vida les planteaba y una fuerza interior que mi padre denominaba "la llama".

Un don, un regalo, según él.

Mi teoría personal era que los somniates eran seleccionados aleatoriamente, dándonos a los hijos de Morfeo los casos más problemáticos, mientras el resto de la humanidad prescindía del amparo divino.

No era necesariamente un castigo, pero dolía ver el sufrimiento de personas con capacidad de llegar a conseguir sus metas, teniendo la posibilidad de ayudarles con un simple giro de muñeca, y reprimiendo el impulso por miedo a hacer más daño que bien en sus vidas. Como había pasado con Mercedes....

(...)

Blanca se despertó pronto para ser sábado y se plantó en mi habitación con una energía impropia de las 10 de la mañana.

— Cuéntamelo todo.

— Perdón por irme ayer, en serio.

— Calla y cuéntamelo.

¡Qué debate interno! ¿Preocuparle innecesariamente o mentirle sobre los sinsentidos de la noche?

Decidí contarle únicamente los detalles jugosos y reservar el tinte oscuro para mí.

—¿El mejor sexo que has tenido? Con todo el que has tenido en tu vida... me parece un exitazo.

Me encogí de hombros. Empezaba a pensar que igual eso no lo era todo...

—¿Volverás a verle?

—Lo dudo. - tampoco tenía claro si quería. Volverle a ver después de esa foto me producía escalofríos de los malos.

—¿Por qué no?

—No me gusta forzar las cosas... si tiene que ser, será.

— Pero si no había nada de forzoso... solo tenías que quedarte durmiendo, amanecer con él y ver que surge...

Negó con la cabeza, simulando indignación.

— Empiezo a pensar que alguien tiene un serio problema de miedo al compromiso: primero huyes de Gonzalo, ahora de Marco...

Lo cierto era que yo también sospechaba que tenía ese problema, entre muchos otros.

— Para nada, tengo las cosas claras. - ¿a quién pretendía engañar?

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora