Capítulo 3

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La conversación con Blanca me dejó pensando, y me encontraba en un punto de mi vida en el que pensar no era buena opción. Decidí cambiar mis planes a una de las salidas casuales con las que alternaba las noches de "cultura". Vaqueros y top blanco sin mangas parecían un look razonable.

El alcohol no tenía en mi el efecto que cabría esperar de una joven de 26 años, pero mitigaría la opresión con la que últimamente cargaba en el pecho y ahogaría en parte los sentimientos negativos que me abrumaban.

Era irónico que acusase a los humanos de no saber soportar la incertidumbre, cuando yo misma era incapaz de cargar con el peso de las encuestas que llevaban atosigándome los últimos meses.

¿Qué hacía aquí? O, mejor aún, ¿qué seguía haciendo aquí?

Me había seducido la idea de venir a la tierra y entender la vida cotidiana. Me habían cautivado las historias de mi hermano Lucas, el mayor de todos, que se había enamorado de los pies a la cabeza de la experiencia terrestre. Lo definía como "oportunidad de encontrarte a ti mismo y descubrir que te gustas en el proceso".

Así.

Simple.

Por ello me negaba a aceptar que la sensación de vacío existencial que acompañaba mis tardes de martes, era todo lo que la vida podía llegar a ofrecerme.

¿Formaban parte, estas incógnitas, de cualquier realidad? ¿De la divina? ¿O estaba descubriendo algo mucho más aterrador? Que no era tan diferente a los demás como me creía...

Con esa idea tan peligrosa abandoné la casa en busca del bar que menos decepcionaba de la ciudad: Demon. Se trataba de un club que, abierto las 24h del día, ofrecía el tipo de diversión que debería ser ilegal independientemente del grupo etario: LSD, Setas, anfetaminas, los alcoholes más selectos e incluso el ejercicio de la prostitución, siempre dentro del recinto del bar.

Me aproximé a la barra y pedí una ginebra Exótica con tónica, que nuevamente no me cobraron.

Así era fácil ser rica.

Di una vuelta sobre mi misma para evaluar el mercado de esta noche. A simple vista solo saqué en claro una cosa: poca oferta, mucha demanda.
Dos señores de 50 coqueteaban con una dama de compañía que vestía un conjunto demasiado elegante como para estar en este salón. Tacones de aguja rojo, lentejuelas adornando la parte frontal y lateral del escote, y la espalda descubierta. Reía con ojos juguetones, escondiendo los resquicios de tristeza y de una vida compleja tras de sí.

En la otra esquina, cuatro varones un poco más jóvenes, apostaban dinero que no tenían jugando sobre una mesa de billar.

En el centro de la pista se concentraba la multitud de personas de menor edad, treintañeros atrevidos cuyo fin era encontrar cocaína al mejor precio y olvidarse un poco de las jornadas laborales extenuantes.

¿Qué estoy haciendo aquí? Volví a preguntarme.

—¿Qué hace alguien como tú por aquí? - susurró con voz sexi la mujer a la que segundos antes había analizado desde la distancia. - ¿eres trabajadora de la noche?

Mmm trabajadora de la noche, qué poético.

Si que lo era, en cierto modo.

— Busco evadirme.

— ¿Quieres evadirte con nosotros? - preguntó, señalando a los señores enchaquetados que, con barriga cervecera y cara de tener mucho dinero, saludaban desde su reservado.

— No trabajo de eso, pero gracias. - sonreí amablemente.

— Te dejaría al del traje gris, es agradable, todo un caballero. Te pregunta el nombre, usa protección...

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora