Capítulo 17

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Había decidido no quedarme en casa de Belén esa noche y dormir en un Hotel. Con la pierna como la tenía, agradecí haber tomado esa resolución de antemano.

Hice algo parecido a un torniquete para evitar que la sangre se escapase de mi pierna.

Cuando el flujo paró, tenía una coloración violácea nada sana. ¿Habría sido la daga, la sangre del demonio...? ¿Sería venenosa?

La posible infección se limitaba a 8 centímetros, pero no parecía sanar, ni tener intención de hacerlo.

Mierda.

El muslo me ardía y me impedía pensar con claridad.

¿Qué había pasado? Marco parecía con fuerza y destreza como para enfrentarse a los demonios... me había ayudado a escapar... pero tampoco me había explicado nada sobre...

El cosquilleo que llegó a mis pies a las 12 de la noche no era el que caracterizaba los sueños de Will.

Mi mente se anticipó a la escena... Oliver y Lara estaban a salvo, quedaban otras dos protegidas.

No podía tener preferencias... no era justo... y, sin embargo, al abrir los ojos, me desgarró el alma encontrarme en la imaginación de Katherina.

El sueño trata de una escena de colegio en la que, en lugar de impartir bullying, ella lo recibe, y lamento no ser capaz de empatizar todo cuanto hubiese querido.

Cierro el sueño.

Carlota. Carlota Díaz era la somniante a la que había perdido... esa pobre chica de 18 años que llevaba luchando dos contra la terrible enfermedad que le acechaba, la esclerosis.

Una enfermedad que, en su caso, le había dejado con grandes dificultades para andar y debilidad en todo el cuerpo, sin impedir con ello que tuviese la imaginación más bella y pura que jamás me había tocado supervisar.

No podía creer que estuviera muerta... no podía creerlo.

Una puzada de dolor me recorrió la pierna de arriba abajo. Me latía como si estuviese cobrando vida propia y no pude evitar llorar, en parte por la pérdida, en parte por el dolor físico.

¿En qué momento había perdido el control de mi vida?¿De la vida de mis somniantes?¿Cómo era posible que hubiese hecho las cosas tan mal?

Repetir los pasos de Lucas hasta el punto de perder a alguien... Y ya no por amor, si no por pura debilidad.

-Lo siento... lo siento, lo siento. - susurré a la nada, tendida en la cama como estaba.

Aprete los puños y me tomé el castigo del dolor del muslo como algo merecido.

No sé cuánto tiempo pasé en esa posición, lamentándome del destino de aquellos que dependían de mí, y absorbiendo cualquier descarga de dolor que la pierna me lanzase. Pero agradecí desconectar del sufrimiento cuando, a las 2 de la madrugada, el doctor Hemswortz me invitó a nuestra cita programada.

-Hola, doctora.

-Hola, Will.

‐Tiene usted cara de haber visto a un muerto.

Agacho la cabeza y, a pesar de que quiero decir "algo así", la voz no me sale.

-¿Qué ha pasado?

-Prefiero no hablar de ello. - comento aún sin retomar el contacto visual.

-Bueno, entonces, déjeme que sea su distracción personal.

Levanto la cabeza.

El doctor Hemswortz habla con una sonrisa muy sugerente en los labios. Siento cómo mi cuerpo se estremece ante sus palabras y un posible doble sentido.

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora