Cuando llegué a la puerta, eran las 9 casi y media. Marco esperaba recostado sobre el portal 21, con la mirada perdida hacia un punto de la calle que no logré especificar.
Abrí la puerta sin mucho sigilo y acaparé toda su atención de pronto. Traté de no sentirme intimidada.
— Hola, héroe acosador.
— Hola, bella durmiente... Estas muy guapa.
— Tú tampoco estás mal. - comenté una verdad bastante obvia.
El traje de chaqueta le quedaba bien a casi cualquier hombre y, si encima eras atractivo sin él, corrías el riesgo de volverte una tentación andante.
— ¿Cómo has estado este par de días?
— Los he tenido mejores...
Me acompañó al carruaje y abrió la puerta de copiloto, con una educación exquisita. Digna del militar que era, por supuesto.
— ¿Más encuentros nocturnos desafortunados?
— Y diurnos... ni te imaginas la...
Me cortó tapándome la boca con la mano.
— Mierda.
— ¿Marco? - intenté decir aún con sus dedos sobre mis labios.
— Quédate aquí. Ni se te ocurra moverte.
Bajó del coche y se encaminó a la esquina hacia donde se dirigía su mirada momentos atrás. Desapareció en la oscuridad de la noche, dejando tras de sí un rastro de humareda ensombrecida.
Pasaron 5 minutos y me planteé lo ridícula que había sido rechazando un plan perfectamente razonable por un abandono en la estacada... Decidí hacer caso omiso a su orden y bajar del coche.
Al abrir la puerta, un ruido ensordecedor, a una tonalidad que ni a los perros les resultaría audible, retumbó en mis oídos. Sonaba demoledor, como un grito agonizante tan desagradable, que me obligó a cerrar la puerta de golpe.
Al segundo, como de la nada, apareció Marco de nuevo en el lateral izquierdo de su coche, se sentó y arrancó sin decir media palabra. Condujimos en silencio a una velocidad que era ilegal incluso aunque se tratase del general con más contactos del ejército.
Estacionó en la puerta de un restaurante con el nombre de Havanna escrito con detalles florales.
— Perdón. - fue lo primero que comentó desde el incidente.
— ¿Qué ha pasado?
— Lo mismo que la última vez: la estoy cagando profundamente.
— ¿Conmigo?
— Por ti.
— Por...¿mí?
— Bueno tu... presencia... no ayuda. - era de las pocas veces que mostraba tener dudas sobre algo.
— Tú eres quien me ha invitado a salir. - le recriminé.
— E intento no arrepentirme, pero me... cuesta. Me haces perder la concentración.
— ¿Te distraigo?
— Me cautivas.
Aguanté la respiración. No esperaba tanta intensidad tan pronto.
— ¿Y de qué te estoy distrayendo, exactamente?
Me miró con una cara que confirmaba la obviedad de que no me lo podía contar y entorné los ojos, aún más interesada.
Lo descubriré.
Abrió la puerta del restaurante para dejarnos pasar a un local que parecía un trocito de selva en el medio de la ciudad. Hojas de helechos en nido y palmeras adornaban las esquinas de la habitación principal. Flores de colores, entre las que sólo reconocía: petunias, rosas y orquídeas, decoraban los rincones en los que no había mesas. Era todo precioso.
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Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy?
RomanceQue se puedan cumplir tus sueños sólo con pasar a través de una puerta, ¿es un don o un castigo? ¿Y si dependiera de ti que las fantasías de otros se volviesen realidad? ¿Las cumplirías? Siempre me había gustado pensar que era una persona justa y r...