Capítulo 11

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Efectivamente, estaba sola, pero en un cuarto muy diferente a en el que me había desplomado. Estaba acostada en la cama de guardias de radiología y tenía una silla en la cabecera de la cama.

A los pocos segundos, Gonzalo entró. Traía consigo una botella de agua y un ibuprofeno.

— Lucía, menos mal, ¿estás bien? – volvía a tener el gesto de cuidado de siempre.

— Sí. – afirme con un hilo de voz. – Lo siento.

— Lo siento yo. No tenía ningún derecho a ponerme celoso.

Celoso. ¿Estaba celoso?¿Por mí?

— ¿Estabas celoso..?

— ¿De que alguien estuviese con mi chica? Pues claro.

Su chica.

— Pero no tenía derecho a estarlo. Tú haz lo que quieras, en serio... aunque no te prometo que no vaya a matarle si me vuelve a vacilar de esa manera.

— Te doy permiso.

Sonrió sin enseñar los dientes.

— Sabía que acabarías camelándotelo, ¿eh?... ¿hay alguien que se te resista?

Tú. A ser mi novio.

— Mucha gente.

Se quedó pensativo y entró alguien más de radiología en la habitación, informándonos de que necesitarían la cama.

Anduvimos en silencio hasta mi área, donde encontramos a Blanca.

— Lucía, por dios. - odiaba esa expresión. - ¿te han despedido?

— ¿Cómo me van a despedir?

— Bueno.. tú... lo que le has dicho al jefe... y te ha escuchado.

— ¿Qué le ha dicho al jefe? – preguntó Gonzalo, divertido.

— Que no le agrada. En su cara.

— Esa es mi chica. – me dio un leve empujón con su cuerpo.

— ¿Quedamos luego? – pregunté de forma atropellada. Me estaba ilusionando demasiado que me llamase "su chica" y quería disfrutarlo todo el tiempo posible.

Puso cara de circunstancia y negó con la cabeza.

— Vuelvo a tener que quedarme con mi prima, lo siento mucho.

— No te preocupes.

(...)

Era noche de miércoles y yo llevaba demasiados días seguidos sin probar alcohol y lujuria. Si salía de casa pronto y volvía pronto había pocas posibilidades de que el sueño me pillase bailando. Estaba bastante cansada de las interrupciones inoportunas.

El inicio de la noche pasó sin incidentes, conocí a un chico de tez morena que me invitó a champán y con el que intercambié algún que otro beso en el reservado de la discoteca. Volví a casa a la 1.30 de la madrugada sin sentirme nada liberada.

Cada vez me llenaban menos los encuentros ocasionales...

Me dejé caer en la cama, rendida por la batalla perdida.

A las 2 de la mañana en punto. Me invadió la sensación de sueño.

(...)

El doctor Hemswortz luce elegante con una camisa y una chaqueta de traje con pantalones chinos y zapatos a juego.

Nos encontramos frente a un teatro con grandes columnas de mármol que suponen la entrada a un imponente edificio principal. El tejado es una cúpula verde con detalles cobrizos y dorados.

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora