Capitulo 9

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Mierda, mierda, mierda.

¿Ahora qué?

En el mejor de los casos estaba dentro de una pesadilla mía y era todo mentira.

Otro escenario podría ser que lo que viese en los ojos del Dr Hemswortz no fuese reconocimiento y que el sueño fuera de cualquier otro miembro del equipo.

¿A quién pretendía engañar? Me quedaba sin excusas y sin opciones: era él.

Debía averiguar cómo, por qué y si era consciente de lo que estaba pasando.

Y probablemente tomar decisiones muy desagradables...

Corrí para abordarle por el pasillo de nuestro servicio. Se notaba el esfuerzo que había hecho. Algunas hebras de cabello rubio se le habían escapado del moño y se le pegaban a la frente, pero en lugar de sudado, parecía un socorrista de la playa recién salido del mar.

Céntrate.

— Will, quiero decir, Dr Hemswortz.- le agarré del brazo para detenerle y noté cierta electricidad en la zona en contacto. Por cómo se sobresaltó al tocarle, pareció percibir también él la energía. ¿Era la primera vez que nos tocábamos?

— ¿Qué necesita?

Buena pregunta.

— Pues verá es que... cuando estábamos reanimando al paciente, ha habido un momento en el que me ha dado la sensación de que habíamos vivido esa situación con anterioridad...

Sonrió con soberbia, elevando las cejas.

— Si lo hubiésemos vivido antes, hubiera sabido como reaccionar, ¿no cree?

Idiota amargado.

Y sin embargo, no podía mandarle a la mierda.

— Puede ser...

— ¿Eso es todo?

Se retiró dando un paso atrás.

— ¡No! Enséñeme entonces. Enséñeme a usarlo.- tenía que acercarme a él como fuera.

— Bien. Organizaré un curso para los residentes de primero y segundo sobre el uso del desfibrilador.

— Graci...

Me dejó plantada en mitad del pasillo, con la palabra en la boca.

Maldito amargado.

Odiaba su prepotencia, odiaba que fuese tan estúpidamente atractivo y odiaba los problemas que me iba a traer.

Blanca y Belén corrieron hacia mí.

— Buah, qué fuerte, habéis conseguido reanimar a un paciente.

— Ha conseguido. Yo me he quedado completamente congelada en el sitio. - reconocí.

— Demasiado bien lo has hecho...- comentó Belén. -yo no hubiese recordado ni mi nombre, con la presión del momento.

Belén era la dulzura hecha persona. Como oncóloga, hacía feliz a pacientes al borde de los cuidados paliativos. Tan cariñosa siempre...

Me entristecía ver que aún le pasaba factura su ruptura con Marina. Tenía los ojos más cansados que cuando la conocí. Más maduros. Debía haberle dolido una barbaridad.

Me sentía tentada a abrirle mi corazón y ser su amiga también, pero no merecía el abandono que inevitablemente acompañaría a mi amistad. Era demasiado pura.

— ¿Comemos las tres en la pizzería Napolitana? - preguntó, tanteando mi disposición.

— Por mi genial. - añadió Blanca.

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora