Capítulo 15

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En nombre de Dios. Me sonaba. En nombre de dios. En nombre de dios...

Mierda.

Ya sabía de qué.

Uno de los policías, el que parecía más joven de los dos, se quedó a mi lado, tomándome declaración.

— Y dice que no es su expareja.

— No.

— ¿Expareja de su compañera de piso?

— No.

— ¿Y le conocía?

— No.

A cada respuesta se ponía más y más nervioso. Vi cómo se le desviaban los ojos a mi escote y me incorporé de la cama para alcanzar una camiseta que Gonzalo me regaló una vez que le dije que me gustaba como olía. Esperaba que con la ropa masculina pillase la indirecta, aunque no parecía especialmente espabilado...

— ¿Quería robar algo? - ante esa pregunta, dudé. Objetivamente, la respuesta sería que sí, pero cuando tenías un animal que era ilegal en casa y por el que probablemente se llamaría a la protectora, la sinceridad no era el mejor aliado.

— No lo sé, agente.

— Hemos visto que la pistola estaba destrozada, ¿la rompió usted? - miró mi mano, que tenía una tonalidad violácea nada sana, y tragó saliva.

— ¿Le parece que podría haberla roto? - dije con tono divertido.

— No, por supuesto que no... - se aclaró la garganta.- me refería a si ese monstruo le había lanzado contra ella y, de alguna manera, había caído sobre la pistola... ha tenido mucha suerte, podría haberla matado.

— Suerte que llegaran ustedes a tiempo. ¿Quién les avisó? -jugué mis cartas, acariciándome el pelo.

— Recibimos una llamada anónima de que estaba siendo atacada. No supieron concretar si era aquí o en el hospital, por lo que tenemos una patrulla en cada destino.

– Interesante... - comenté.

Will debía haber advertido que algo malo pasaba. Había sido bastante inteligente.

— Le vamos a llevar al hospital. Si... quiere, puedo girarme para que se vista con algo cómodo.... - tartamudeó el policía.

— No es necesario... iré yo mañana. Me encuentro bien.

No podía irme de casa con la posibilidad de Blanca o Gonzalo volviendo y el loco a pocos metros de nuestra calle, por mucho que estuviese encerrado.

— Lo siento pero me veo obligado a insistir....

— Soy médico, sé cuidarme.

— Ya pero... - dudó y bajó la voz. - no tiene muy buena pinta, señorita.

Entrecerré los ojos. Igual podía escribir un mensaje a mis amigos lo suficientemente tranquilizadores como para que no se agobiasen, pero indicándoles que no vinieran a casa...

— Si no, podría intentar quedarme aquí, con usted...

Su propuesta no sonaba nada profesional.

— ¿Puede hacer eso?

— Sólo si me lo pide.

Tendría entre 25 y 26 años, como Gonzalo y como yo... el pelo rizado, castaño claro, con ojos marrones y sonrisa dulce.

Negué.

— No es necesario. Le prometo que iré mañana al hospital.

Se marcharon sin estar muy conformes y cerré la puerta con gran velocidad. Recorrí el apartamento en busca de Sasha, sin rastro de ella.

Las Leyes de La Luz: ¿Quién soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora