Que resuene en las calles, que murmuren de boca en boca. Que en el infierno y cielo se escuche.
El Boss de la Mafia Rusa tiene una debilidad con nombre y apellido: Mónica Méndes Herrera.
¿Quién diría que el diablo se enamoraría de un Ángel?. Uno a q...
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Este capítulo contiene escenas +18. Por favor recordemos que todas las acciones a continuación son totalmente falsas.
Mónica
El está ahí parado, solo me observa, el verlo me causa asco. Lleve mi mirada al suelo, tener que ver su rostro me trae amargos recuerdos que quisiera borrar para siempre.
—Levanta tu rostro—No fue una petición, fue una orden
Orden que mande al carajo, no me apetecía ver el rostro del hombre que me violo. Al ver como me negué me tomó del cuello obligándome a verlo a la cara.
—Cuando te ordene que hagas algo, lo haces, ¿entiendes?
Tenía tantas ganas de golpearlo, me siento patética al tener que darle la razón, al no escuchar mi respuesta apretó su agarre en mi cuello asiéndome asentir ante su pregunta.
—Quítate la ropa
—No—Dije claramente pero con el miedo al tope
Tengo claro que es mas fuerte y mas alto, pero eso no significa que me dejaré someter, si lo hace por lo menos tendré orgullo para decir que pelee, que lo intente y que no me dejé.
—Estas haciendo esto mas difícil para ti
—No quiero que me toques, eres asqueroso
El sonrió ante mis palabras llenas de odio, claramente no le afectan mis palabras.
—Tu coño no decía lo mismo
Una rabia arrasó en mí al escuchar tales palabras que me pegaron justo en el orgullo. No dude mucho ni pensé cuando alce mi mano contra su mejilla.
Ni siquiera se inmutó.
—Eres horrendo, debería sentir vergüenza de usted mismo
Admito que no verlo enojado tras esa bofetada y mis palabras me asusto aun mas, puedo jurar que pensé que me devolvería la bofetada pero no. Él se acerco peligrosamente a mi, puede sentir su respiración en mi cuello al igual que su mano.
—Esto pudo haber sido satisfactorio para ti
Me tomó con fuerza del cuello y me aventó a la cama, el cayó encima mío impidiéndome levantar, mis uñas se clavaron en su cuerpo rasgulando, pataleo, grito y peleo con lo que tengo. Pero simplemente no fue suficiente.
Con una mano libre desabrochó su pantalón mientras aun me sostiene del cuello haciéndome difícil la tarea de respirar. Arrancó con una mano la falda que traía y sin una pizca de piedad entro en mi de una embestida.
