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El club no abrió sus puertas esa noche.

Las chicas se encerraron en las salas privadas y no salieron de ahí. Supuse que estaban conmocionadas por lo sucedido, así que no dije nada y me quedé en la sangrienta pista con la niña, que era demasiado pequeña como para darse cuenta de que su madre había muerto asesinada delante de su cara.
Hana se quedó conmigo, haciéndole carantoñas a la niña para que no rompiese a llorar de nuevo. Y yo agradecí estar acompañado.

El retraso de nuestro jefe era inusual, sobre todo porque no nos había avisado de su ausencia y tampoco había llamado a Han ni a ninguno de su banda para que vinieran a sustituirle. Justo cuando estaba pensando que algo debía de haberle ocurrido, se escuchó otra serie de fuertes golpes sobre la puerta metálica. Miré a Hana con terror.

–¿Otra vez ellos? –medio susurré.

–No, tranquilo –dijo ella, levantándose del sofá y yendo a abrir– Es Seonghwa.

–¿Seonghwa?

Nada más abrir la puerta, un chico alto se precipitó al interior, jadeando. Le reconocí al instante y me tensé.
Park Seonghwa estaba despeinado y se notaba que había venido corriendo. Algo alterado, agarró a Hana por los hombros y la inspeccionó con la mirada.

–¿Estás bien? –preguntó en un jadeo.

Ella asintió varias veces seguidas, tranquilizándole. Él desvió la mirada hacia la niña y yo, y luego la posó en las manchas de sangre del suelo.

–¿Qué ha pasado aquí? –frunció el ceño y volvió a mirarla, preocupado– ¿Por qué me has llamado?

–Unos hombres han entrado y han matado a una compañera –explicó Hana rápidamente, como si de verdad Seonghwa pudiera retroceder en el tiempo y salvar la situación– No sabía qué hacer y tenía miedo, así que no pude evitar pulsar el botón de la pulsera. Siento molestarte, yo es que... –se cubrió la cara con las manos– No sé qué hacer, al final nos matarán a todos.

–No digas eso –dijo él, suavizando su voz y retirándola las manos de la cara gentilmente– ¿Por qué la han matado? ¿Quiénes eran?

–Japoneses –respondí yo desde mi sitio, con la pequeña sentada en mis rodillas– Los que buscan a Choi.

Seonghwa abrió los ojos como platos, prestándome atención inmediata.

–¿Cómo sabes tú eso?

–Yo lo sé todo –respondí con una media sonrisa que, acto seguido, borré– Ya que estás aquí, necesito que me dés el número de teléfono de Choi. Tengo que poder comunicarme con él de alguna forma para advertirle cuando pasen estas cosas.

–Puedes llamarle con tu pulsera igual que ha hecho Hana.

–Los japoneses le querían a él. Si pulso el botón y hago que venga, sería como ofrecerles en bandeja lo que están buscando, pero con un mensaje podría ponerle en contexto.

Seonghwa suspiró, negando despacio con la cabeza.

–Es igual, aunque lo hubieras hecho, Choi no puede venir. No está en condiciones de hacerlo.

–¿Qué? –dije automáticamente– ¿Por qué?

–Acaba de finalizar la sexta confrontación –respondió como si fuese obvio– Ha vencido, pero está destrozado.

–¿Cómo habéis quedado? –cuestionó Hana con un deje de ilusión.

–Hemos ganado en la carrera y en la pelea –sonrió orgulloso– Snake está fuera.

Hana soltó un gritito emocionado y le abrazó con fuerza. Él sonrió, devolviéndola el abrazo.
Yo no pude evitar pensar que mi amiga lucía como la típica novia del capitán del equipo de fútbol preguntándole por el resultado del último partido. No obstante, las palabras de Park me dejaron preocupado.

IMPUROS - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora