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¿Cómo sonaría la canción que precede a una guerra?

¿Sería una lenta serenata avecinando las muertes posteriores, o sería una vibra electrónica que te diese la locura digna de una lluvia de sangre?

Los golpes en las puertas se intensificaron, la mafia japonesa no se andaba con bromas. Empezaron a golpear sus puños y a soltar berridos de animales asalvajados yendo a por sus presas, y la tranquilidad de Taek sentado a su lado ponía a Wooyoung de los nervios.
Nunca una calma había logrado ponerle tan nervioso.

–Hay... –comenzó a decir el joven con voz temblorosa– Hay que hacer algo.

Taek le miró con los cejas arqueadas, como si hubiese dicho una tontería no merecedora de siquiera apagar el cigarro en su mano.

–¿Y qué vas a hacer, eh? –dijo con voz tranquila– ¿Vas a luchar contra ellos? ¿Acaso un solo hombre tiene algo que hacer contra decenas de ellos? –fue aumentando el tono– ¿Vas a llamar a tu protector, quien es justo a quien buscan?

Taek negó con la cabeza, frunciendo el ceño y tirando el cigarro al suelo del local con rabia.
Wooyoung clavó su mirada en el cigarro, aún encendido sobre el suelo, y comenzó a subir la vista hacia arriba a medida que oía una temblorosa risa aflorar del interior de Taek.
El hombre comenzó a reírse de repente, con el pecho vibrando por las carcajadas cada vez más fuertes, y los ojos de Wooyoung iban cada vez abriéndose un poquito más, notando una locura creciente en Taek.

Junto a esa risa seca, carente de gracia, se reproducían los golpes en las puertas y los gritos extranjeros que demandaban cosas que el joven no entendía.
Y Taek reía y reía y reía.
Y los japoneses berreaban afuera.
Y Wooyoung temía y temía y temía.

Repentinamente, el espacio se tornó diferente. Ya no estaba en el local. Ahora estaba en una plaza.
Wooyoung miró a los lados y reconoció esa plaza de su infancia. La risa seguía sonando.

La risa seguía sonando... pero ya no era de Taek. Ahora era la suya propia, y era una risa mucho más inocente, llena de diversión pura.
Estaba en la plaza donde solía jugar de pequeño con sus amigos, riendo de cualquier tontería.
Eran principios de los 2000 y llevaba puesta la moda de la época, así como el amigo que tenía enfrente.

–¡Piedra... –empezó a decir su amigo– Papel...!

La mente de Wooyoung trabajó a toda prisa, y por pura inercia y sin siquiera pensarlo, gritó a la vez:

–¡Tijera!

Y ambos descubrieron una de sus manos, haciendo un gesto con ella.

Wooyoung mostraba la mano extendida, haciendo el símbolo de "papel". Y el amigo mostraba el puño, siendo "piedra".

–¡Mierdaaaa! –exclamó el niño que tenía enfrente, dando un pisotón en el suelo con rabia– ¡Siempre ganas!

Wooyoung se quedó petrificado, mirando su mano extendida. Lo primero por lo que se quedó pensando, fue porque había viajado a sus recuerdos de forma muy realista en el momento menos indicado, y lo segundo fue porque... había sacado papel.
No pudo despegar los ojos de su mano extendida. "Siempre ganas" había dicho su amigo de la infancia.

Papeles ganando a piedras.

Una ironía de la vida.

Sus hombros comenzaron a temblar en una risa incipiente, similar al momento en que Taek había comenzado a reírse en el club, pero con una esencia completamente distinta.

–Yo siempre gano... –susurró entre risas– ¡Siempre gano! –gritó, agarrando repentinamente a su amigo por las solapas de la camisa– O... ¡Siempre ganaba! ¿Por qué...? –su amigó lo miraba desubicado, completamente descolocado por la actitud de Wooyoung– ¿Por qué he dejado de ganar?

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⏰ Última actualización: Dec 19, 2023 ⏰

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