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Cuando Hongjoong me contestó la llamada, tuve que explicarle entre jadeos y palabras atropelladas que me estaba dirigiendo hacia su casa porque necesitaba ayuda. Él sonó muy extrañado, ya que yo no solía contactarles por el móvil, así que tuve que especificar y decir que había tenido un pequeño problema con el chico de Taek.

El "pequeño problema" me tenía el corazón latiendo a mil, a pesar de que fuese un leve roce de bala y las probabilidades de que le sucediese algo eran mínimas. No obstante, el solo hecho de tenerle tendido en mis brazos con los ojos cerrados, ya me daba un vértigo que ni los ojos más agresivos de cualquier luchador me habían dado.
Así que corrí hasta llegar a mi destino, chapoteando en el suelo bajo aquella lluvia torrencial que nos empapaba, deteniéndome justo al visualizar el pequeño portal. Si ya solíamos tener problemas de humedad y frío en aquel edificio, las lluvias lo hacían todo más tétrico y helador. Pude respirar debajo del soportal, sintiendo que el albornoz se le había arremangado un poco y ahora estaba haciendo contacto con sus piernas desnudas, congeladas. Mentiría si dijera que aquello no me hizo entrar en pánico, y más al pensar que si estuviera despierto podría sentirse acosado por mi toque. No sé, siempre fui muy estricto con el respeto del espacio personal.

Entré en el portal, viéndolo todo oscuro y estrecho, como acostumbraba, solo que esta noche todo era más feo. Más tenebroso. Más silencioso y más acusador.
Subí las escaleras dando zancadas largas hasta detenerme en el primer piso, sintiéndome un poco agobiado por el techo bajo del lugar. Nunca me hacía a ello.

La puerta del 1ºA estaba abierta. Me hice paso en su interior, exclamando el apodo de Hongjoong para que supiera de mi llegada. Los pasos de éste no tardaron en hacerse audibles por el pasillo. Yo no me moví de la entrada, traté de recuperar la respiración y me sacudí un poco el agua agitando la cabeza. Él vino con su paso tranquilo y las manos en los bolsillos, alzando las cejas cuando su vista fue dirigida automáticamente al chico en mis brazos.

–¿Y a este qué le ha pasado? –dijo, acercándose.

–Le disparó un cliente loco –respondí– No sé qué hacer.

–¿Un disparo? –se sorprendió, subiendo su mirada hacia mí– ¿Te crees que soy el doctor House?

–Sólo le rozó.

Me sostuvo la mirada unos segundos, un tanto estupefacto, intercalando la mirada entre el herido y yo.

–¿Se ha dormido?

–Está inconsciente.

–Bueno, pasa, a ver qué puedo hacer.

Lo hice. Ni siquiera me quité las botas porque los más de sesenta kilos de músculo ejercitado que cargaba me hacían doler los hombros. Pasé directamente a su habitación y Hongjoong extendió rápidamente una manta sobre la cama para que pudiese dejar su cuerpo mojado. Primero le quité el bate de encima y luego deposité a Wooyoung sobre la colcha blandita. Estiré los brazos, aliviado, viendo a Hongjoong coger un botiquín de primeros auxilios.

–Con todo mi respeto y cariño, San –habló el bajito, arrodillándose frente a la cama y abriendo el botiquín– Eres idiota. Te dije que siguieses las órdenes de Taek al pie de la letra y acompañaras a este tío adonde fuera.

–Esto no nos traerá problemas –me defendí– Nadie se ha enterado. Además, ese hombre ya le había pagado antes de que prácticamente huyera.

Hongjoong exhaló una risa seca, sin gracia, y procedió a deshacer el nudo que formaba el cierre del albornoz.

–Hey –llamé su atención, poniendo mis manos sobre las suyas para frenarle– La herida está en la pierna. No es necesario.

Él me miró entrecerrando los ojos, como si quisiese ser capaz de ver a través de mí o le resultasen demasiado raras mis palabras.

IMPUROS - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora