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Aguanté su mirada unos segundos más. Los que fui capaz.

–Si pudiera hacerlo, lo haría, pero no se puede –dije, serio– Ni soy un superhéroe ni un príncipe azul a tu rescate. Deja de idealizarme, que no soy más que un desgraciado que golpea gente.

Wooyoung bufó, molesto. No le gustaba cuando me ponía serio. Sabía que se sentía inferior cuando le hablaba de esa manera, tan directo y tenaz. A veces incluso me observaba con miedo, pero no con miedo por si de repente me daba por empezar una pelea, sino con miedo a oír demasiadas verdades. Temía que yo fuese demasiado sincero sobre mí mismo y acabase por destruir la imagen que él había creado de mi persona.

Como no respondía, y solo me miraba con los brazos cruzados en una rabieta infantil, volví a hablar.

–¿Ya te has calmado?

–Mañana me compras una piruleta.

Solté una risa inmediata, sorprendido.

–¿Esa es tu condición para volver al club? Qué bien te conformas –dije.

–Pues que sean dos entonces.

Solté otra pequeña risa y me pasé las manos por el pelo, asintiendo con la cabeza.

–Vale –acepté.

–Con forma de corazón.

–Sí.

–De color rojo.

–Ya.

Wooyoung retrocedió poco a poco hasta el marco de la puerta, sin dejar de mirarme con los ojos entrecerrados, como si no se fiase de mi palabra. Yo le sostuve la mirada con calma desde la cama, para que viera mi honestidad.

–Que sean tres –dijo, a punto de irse por el pasillo, pero sin llegar a hacerlo.

Suspiré. Al final nos daban las cinco de la mañana.

–Mira, mañana por la mañana te regalo una tonelada de piruletas rojas con forma de corazón y también te bajo la luna y la vía láctea entera si quieres, pero... Vete. A. Dormir.

De forma inesperada para mí, sonrió en grande.

–Buenas noches, San.

***

Jung Wooyoung
Prende (Mynameislobo & CUBANI)

Nada tenía ningún tipo de sentido fuera del calor de la cama de San, ni de la superficie mullida de su sofá, ni de sus anchas ropas cómodas, ni de su acogedor apartamento.

Por eso mismo me sentía enfrentando una situación surrealista allí en el descampado, con todo ese frío, sonido de motores y charlas de tíos con dos neuronas. Una vez que había probado lo que era tener un hogar esa noche en casa de San, me negué a aceptar que mi realidad era el capó del Mustang de Blue.

Así que suspiré con ese pensamiento pasajero, mientras Blue me pasaba un brazo por los hombros.

–Vamos a ganar la carrera –habló él al aire, con la mirada perdida en los coches corriendo– Y la guerra entera.

Yo tenía mis dudas, la verdad, porque la banda de Han mostraba una ferocidad como si se jugase la vida en cada instante. No obstante, me daban igual los resultados; ni siquiera sabía cuál era su objetivo detrás de todas esas carreras y peleas.
Noté cómo el brazo sobre mis hombros se tensaba, mientras veía a los coches dar la primera vuelta. Cada una de las tres vueltas daba una adrenalina increíble, hasta yo podía sentirlo, esos derrapes y la música alta, la tensión entre ambos conductores y los miembros de las bandas excesivamente concentrados.

IMPUROS - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora