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Aleister no cocinaba desde hace días, tampoco le hace falta comer, sin embargo, pensó en que a su invitado le daría hambre como a cualquier persona normal, eligió una receta que no requiriera de mucho tiempo, tenía que hacer más cosas importantes.

-Oye niño bonito.

Valhein asustó al mago, estaba tan concentrado en cocinar que ni lo escuchó bajar las escaleras.

-¿Niño bonito? -cuestionó Aleister.

-Lo eres. -el azabache no tuvo pena alguna de lanzarle un beso al aire-, te quería pedir perdón por el golpe y la taza.

El castaño soltó una risa nerviosa por la situación tan incómoda, hace mucho que alguien no se comportaba así de coqueto con él, mucho menos escuchaba que le pidieran perdón.

-No pasa nada, olvidemos eso.

-No puedo olvidar eso como si nada, te golpeé con fuerza, te pude ocasionar algun daño grave, y por la taza, pues la rompí, no sé como reponerla. -Valhein sonaba mas preocupado por la taza que por el estado de Aleister.

-Me siento bien, la taza ya la reparé y ya está lista la comida.

El mago pasó como un rayo por un lado del azabache, llevaba dos platos en sus manos como si fuese un camarero, detrás de el iban flotando dos copas con una botella.

Valhein lo siguió hasta afuera de la casa, tiene un patio grande, bien adornado por supuesto, Aleister ya tenía todo preparado en una mesa cercana.

-Wow, me gusta.

-Toma asiento, espero te guste.

-Claro que me gustará. -aseguró el más alto mientras se sentaba con entusiasmo en la silla que le ofreció el mago.

Literalmente, en segundos, se devoró absolutamente todo, el plato quedó limpio de todo rastro de comida como si no se hubiese utilizado, la copa estaba vacía y Valhein no lucia del todo satisfecho.

-Si quieres puedes tomar mi parte, de todos modos no suelo comer. -Aleister intercambio en un movimiento rápido la vajilla, solo que al azabache no le gustó.

-No lo aceptaré, tu también debes comer.

El mago no tuvo de otra, le metió la comida en la boca a la fuerza, lo que más quería era cuidarlo bien, no iba a permitir que se quedara con hambre.

Tal acción le molestó a Valhein, solo que no tuvo de otra, la magia que usaba Aleister lo obligó a comer quisiera o no.

El resto de la tarde ambos hombres estuvieron distanciados, solo hablaban para lo necesario, ninguno de los dos se atrevió a entablar una conversación amistosa por desinterés. Solo en la noche, cuando ya era hora de la cena, pudieron conocerse un poco más, les tocó comer adentro y esto los obligaba a distraerse con las palabras del otro, seria incómodo estar en total silencio.

-¿Dónde estoy exactamente? -preguntó Valhein, lo último que recordaba era estar en el lago de Hervaya.

-En el último bosque del sur, solo es habitado por mi y unos cuántos animales. -respondió Aleister con cierto aire de tristeza en su voz, cosa que notó el azabache.

-¿Por qué vives alejado de las demás personas?

El mago no queria responder, la verdad lo podría meter en problemas.

-No me gusta, prefiero la soledad y por supuesto, la privacidad.

El castaño pensaba que su invitado no le creería, se asombró cuando este mostró aprobación.

-Soy Valhein.

-Y yo Aleister.

-Todo este tiempo y no nos habíamos presentado. -río con vergüenza el azabache.

El Destino (EN CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora