Con cada día que pasaba, las cosas se ponían peor en la casa de los "rebeldes". La mayoría estaban preocupados por la inesperada desaparición de uno de los miembros más importantes junto a alguien que era una buena asistencia en las batallas, otros querían salir en la búsqueda del cazador de demonios, el ambiente estaba cargado de desesperación y miedo.
—Paine, necesito tu ayuda. —ordenó Tel'Annas desde el marco de la puerta.
El mencionado no se inmutó por el llamado, está bastante ocupado leyendo la misteriosa carta diaria que siempre le mandan. Cuando se encuentra en su oficina, haciendo algo de suma importancia para él, no le gusta en lo más mínimo que lo interrumpan, no de la manera que lo hace la fémina que seguía recostada en la entrada de ese cuarto.
Pasaron algunos minutos casi interminables, Paine arrugó la hoja para después lanzarla a la cesta que tenía a su costado derecho, luciendo muy preocupado.
—No hará falta que localice a tu amiguito.
—¿Cómo lo supiste? —pregunta la arquera, tratando de esconder su asombro.
Paine señaló a las espaldas de ella, Tel'Annas se volteó de inmediato para inspeccionar la zona, notando que del pasillo izquierdo venía corriendo Brunhilda como una loca.
—¡Tel! Valhein ha vuelto. —soltó con entusiasmo la chica, esta se recostó en la pared por el cansancio que le provocó correr tanto.
La elfa le dio una mirada rápida a Paine, este se encogió de hombros, demostrando el poco interés en ir a saludar.
En la sala principal se levantaba un alboroto de proporciones gigantescas por el regreso de Valhein. Unos le hacían el reclamo de haberse ido sin decir nada, otros le echaban la culpa de la desaparición de Bright y Zip, la minoría se encargaba de hacer preguntas fundamentales sobre su estado de salud. Así se mantuvo el pesado ambiente hasta que Tel'Annas hizo su aparición en tal escena tan escandalosa.
—¡Se calman todos! —el grito autoritario de la elfa dio fin a todas las fastidiosas voces.
—Gracias. —susurró Valhein, satisfecho por el silencio que ahora inunda el sitio.
Tel'Annas le hizo un gesto con la cabeza a su amigo para que la siguiera. Él miró a su alrededor, las muecas de quienes lo rodeaban no eran las mejores, dando a entender que lo más probable es que ella esté enojada.
Valhein salió del montón que hicieron sus compañeros a su alrededor para subir las escaleras que tomó la mujer, sin reprochar, no tenía el derecho de reclamar nada, cometió un error y debe pagar las consecuencias, aunque sea un regaño o todo un sermón, no debió irse dejando todas sus obligaciones a la deriva.
Caminaron por varios pasillos, no recordaba que la casa fuera casi una mansión, su decoración es elegante y sutil, nada que llegue a los extremos de lujos innecesarios o cosas demasiado brillantes. Está bien que ellos sean considerados unos héroes que tratan de proteger al pueblo de los temibles actos de Natalya y sus aliados, pero lo que no les parece justo es estar bañados en oro por su labor que aún no está del todo terminada, antes de pensar en la gloria deben acabar con la oscuridad que se está apoderando del reino.
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El Destino (EN CORRECCIÓN)
RomanceEl reino de Valor quedó bajo un terrible mandato después de la derrota de Zata, el antiguo rey que mantenía la estabilidad en esa monarquía. La ambición por el control de Natalya la llevó a desatar la más horrible y sanguinaria batalla en toda la hi...