²⁸

18 5 4
                                    

—¡Preparen todo por si llega a haber un ataque! —era lo que gritaba Butterfly, corriendo de un lado a otro para ayudar a organizar las armas.

Aleister quería saber cual sería la estrategia de los rebeldes. No dijo nada hasta cuando vio la formación, detuvo todo antes de que hubiera una tragedia.

—¡¿Creen que volveran vivos a esta casa para contar la anécdota?! ¡Claro que no lo harán! ¡Morirán ante el primer golpe de mi hermana con esa organización tan simple! —exclamó el mago, poniéndose frente a todos para detenerlos.

Violet salió de entre la multitud, su cara no era la más amigable, de sus ojos solo salía furia por las palabras de Aleister.

—¡¿Entonces qué tenemos que hacer?! ¡¿Esperar a que el ejército de Natalya ataque primero?! —cuestionaba ella, desesperada por no empezar con el plan.

—La conozco, yo sé que ella no daria una señal muy notoria antes de un golpe, y siempre tiene varios planes secundarios si el principal no llega a funcionar. —explicó él, un poco más calmado que la mujer que tenía frente suyo—, deberíamos prepararnos más, y seré yo quien va a ir hacia esa zona, no ustedes.

Antes de que Valhein lo detuviera, tomó un caballo recién salido del establo, y sin pensarlo dos veces, huyó por el camino que llevaba al punto de donde salió ese potente rayo de luz.

Los árboles actuaban en su contra al igual que los arbustos secos, el camino se cerraba aún más mientras avanzaba a toda velocidad, hasta que se vio obligado a dejar el caballo en una zona alejada de cualquier peligro, ya que no había lugar por donde pasar con el animal.

Tuvo que seguir a pie, incluso llegando a lastimarse por las espinas de algunas plantas, ni siquiera su ropa continuó intacta, llegó a la zona indicada con bastantes arañazos en sus brazos y piernas.

No había nadie, pero si rastros púrpuras de magia, una que él conocía muy bien.

Efectivamente, era Natalya la que hizo eso, y el motivo no podría ser más que aterrador.

—Joven Aleister, hace mucho no lo veía.

Aquella voz la reconoció de inmediato, y no pudo esconder el gran escalofrío que le pasó por toda su espalda.

—Mganga...

El castaño se giró con lentitud, todo para conectar sus ojos con la malévola sonrisa del bufón frente suyo,

—Me veo en la obligación de llevarlo conmigo, por ser declarado directamente de mi reina, como un traidor. —informó el más viejo, sin omitir su característico tono burlón.

Aleister se rió un poco de las palabras de su enemigo, solo que esta vez, el joven mago lucia verdaderamente aterrador.

—¿Crees que tus estúpidas palabras me asustarán? Ni siquiera le temo a mi propia hermana. —respondió sin demostrar ninguna emoción.

Cuando menos lo pensó, Mganga ya estaba siendo acorralado por la típica jaula de control que Aleister invocaba, la electricidad la podía sentir sin siquiera estar cerca de los barrotes, los cuales, con cada segundo que pasaba se iban cerrando más sobre su cabeza, obligándolo a mantener una postura de rendición.

La mano del castaño se iba cerrando poco a poco, al igual que los barrotes eléctricos, llegando a rozar la piel del bufón.

Antes de tan siquiera poder hacerle una herida, se congeló por completo. Su mente seguía activa, procesando lo que estaba pasando con su cuerpo, pero este último no respondía a las órdenes de seguir con su plan, ninguna de sus dos manos podía cerrarse más, dejando su jaula en la posición más que conveniente para Mganga.

El Destino (EN CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora