Ya había pasado un mes entero desde que Aleister decidió unirse a los rebeldes, muchos no le tienen demasiada confianza, pero tampoco necesita de eso, mientras pudiera aportar algo para algún plan contra su hermana, todo estaría bien en su interior, porque en parte, tenía la culpa de que ella ahora estuviese gobernando el reino de Anthanor, o mejor dicho, el campo de batalla en el que se convirtió ese terreno después del problema que adquirió Zata.
—¡Oye! ¿En qué tanto piensas? —cuestionó Brunhilda cuando notó que Aleister estaba sumergido en sus pensamientos.
—¿Eh? No, no es nada. —contestó el mago, tan sereno como siempre.
—¿Crees que soy imbecil? —preguntó la enérgica mujer, la cual se había sentado en el taburete que tenía el castaño al lado—, ¿Te tiene preocupado las misteriosas salidas de Valhein por las mañanas? —volvió a cuestionar, esta vez, con un toque de picardía en su voz.
—¡¿Qué?! ¡No! Él puede salir cuando quiera, solo que... Me hace falta para hablar. —contestó, tratando de sonar muy inocente.
—¡Ja! Ya quisieras, soy como Tel, nada se me escapa. —afirmó dando un pequeño guiño con el ojo izquierdo al terminar sus palabras.
Aleister se empezaba a sentir nervioso, entre él y Valhein acordaron que nadie podía saber de su relación, ambos estaban conscientes en que el otro era su debilidad, una que no podía llegar a los oidos equivocados.
—Deja de hacerte esas ideas, solo somos buenos amigos...
—Ningún par de buenos amigos se visitan en sus habitaciones a altas horas de la noche.
Brunhilda los ha visto de seguro, un detalle que aterrorizó más al hombre que estaba a su lado.
Paine llegó justo en ese momento, también se dio cuenta de la incomodidad que sentía Aleister, no le hizo falta ver más o tan siquiera que el otro mago se lo pidiera para actuar, debía sacarlo de esa situación.
—Mi querida Brunhilda, no creo que sea adecuado que presiones de esa manera a mi colega, en lugar de hacer eso, deberías ir a ayudarle a Moren con las nuevas armas. —susurra el músico en el oído de la mencionada.
Ella asintió, con cara de vergüenza por lo que estaba haciendo, Aleister nunca ha demostrado ser alguien que soporte ese tipo de bromas, algo que la mujer aún no notaba del todo para detenerse a tiempo.
Paine suspiró aliviado cuando se fue, podría hacerse un café sin que Brunhilda le esté pidiendo que haga un montón de bebidas para ella, igual nunca se las toma, eso no le agradaba para nada.
Estando detrás de la barra, el músico miró de reojo al otro mago a la vez que tomaba una taza para su té, se veía preocupado, pero no por Valhein, era otra cosa que le atormentaba.
—Paine, ¿podrías hacerme un favor? —preguntó Aleister, rompiendo el hielo entre los dos.
—Por supuesto.
—Reune a todos los que viven aquí hoy, en este bar, a las dos de la tarde. —pidió con un tono muy neutral, casi como si fuese un robot—, necesito aclarar ciertas cosas... También voy a necesitar tú ayuda en algo. —al terminar su dialogo, el castaño miró directo a los fríos ojos del otro.
Paine asintió, debía reconocer que ese día sería muy interesante si alguien tan callado como él decidía hacer una cosa como esa.
Antes de que alguno de los dos dijera algo más, la puerta que daba al exterior de la casa se abrió, dejando entrar a cierto personaje en particular que andaba desaparecido hace mucho tiempo.
—Hola... —saludó el rubio, con cierto aire hostil por la presencia del mago en ese bar—, ¿quien es él? —le preguntó a Paine, casi en un susurro.
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El Destino (EN CORRECCIÓN)
RomanceEl reino de Valor quedó bajo un terrible mandato después de la derrota de Zata, el antiguo rey que mantenía la estabilidad en esa monarquía. La ambición por el control de Natalya la llevó a desatar la más horrible y sanguinaria batalla en toda la hi...