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Y allí estaba Valhein de nuevo, a punto de tocar la puerta del hogar de Aleister, cargaba con muchas inseguridades como para mostrarse decidido, así que se tomó un tiempo para relajarse antes de encontrarse cara a cara con el hombre que lo ha hecho dudar demasiado en el transcurso de esos días.

Siente que algo pasará esta vez, y si es así, podría cambiar el rumbo de su vida de una manera muy grande. Hace muchos años que no se sentía así de inseguro ante la idea de confesar todo lo que siente, la última vez que experimentó ese revoltijo de sensaciones, fue cuando estaba a punto de soltar todo un discurso de los motivos por los cuales sentía atracción hacía su ex esposa, después de enviudar, le daba igual si sus palabras tenían un sentido real o no.

Hasta ahora.

Tocó tres veces la puerta de madera, esperando ver al mago abrirla y recibirlo con los brazos abiertos, pero no fue así.

Una chica rubia le abrió, sus ojos eran idénticos a los de Aleister, su rostro también se ve tan delicado como el del dueño de la casa, todo se volvió confuso, es una copia exacta del castaño pero en una versión femenina.

—¡Al! Un hombre te necesita. —gritó ella, sin apartar ni un segundo sus ojos de los zafiros brillantes de Valhein.

La mirada del cazador reflejaba las intenciones asesinas que ahora tiene, no quería volver a escuchar la melodiosa voz de la mujer llamando a su amado por ese ridículo apodo.

El mago se asomó por un costado, quedando asombrado por ver a su amigo con una expresión fría y sombría, lo entendió al instante, tenía celos.

—¿Puedes dejarnos a solas, Nélida?

—Claro, te veré luego, Al. —se despidió ella, pasando por un lado del azabache con miedo.

Una vez que la chica desapareció del campo de visión de ambos, Aleister invitó a Valhein para que pasara a su casa, pero este no hizo caso a sus palabras, se quedó como una estatua en la entrada de la casa.

—Te explicaré todo cuando examine esa herida tuya, ahora, adentro. —ordenó el mago, sin obtener ni un mínimo movimiento por parte del otro.

Ya que estaba tan decidido a estar en su lugar, Aleister no tuvo de otra más que usar su magia para hacerlo entrar a la fuerza, el típico truco de levitación lo ayudó demasiado.

—¡Oye! ¡¿Qué crees que haces?! —cuestionó Valhein, tratando de sonar enfadado, aunque su actuación fracasó al instante.

—Necesitas decirme algo importante ¿verdad?

El azabache se quedó tieso al escuchar esas palabras, eso provocó que flotara como un grano de arroz en el espacio, sin rumbo alguno, solo que este personaje está a punto de chocar con el techo si no hace alguna maniobra para alejarse.

Fue por eso que Aleister lo bajó con un chasquido de sus delgados dedos, sin embargo, la caía le causó un fuerte golpe contra el suelo de madera, tal escena hizo que la risa del mago saliera a la luz, revelando su lado alegre que realza la belleza natural que posee, o eso piensa Valhein al verlo soltando carcajadas llenas de felicidad.

—¡No es justo! ¡Tú usas magia! ¡Yo no! —reprochó el cazador como si fuera un niño pequeño, su acento vaquero lo hizo sonar aún más gracioso.

El castaño seguía riéndose, olvidándose por completo que debía curar el brazo de su amigo, pero eso no fue por mucho tiempo. Al rato recordó que tenía que escuchar ese algo tan importante que Valhein iba a confesar, de paso podría examinar su herida.

—Vamos a mi habitación, allí dejé el botiquín.

Aleister se dio la vuelta para ir subiendo las escaleras, el cazador aún no reaccionaba del todo ante lo que ordenó, hace un momento estaba llorando de la risa, ahora está más frío que una gelatina.

El Destino (EN CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora