Aleister disparó sin pensarlo dos veces, su puntería perfecta quedó en ridículo por los buenos reflejos de Valhein, este ultimo evitó casi todas las balas verdes que salían de la pistola. Los tiros que no lograba esquivar eran desviados por un escudo azul que aparecía y lo rodeaba en el instante exacto parar protegerlo.
Una prueba estaba por ser terminada, el mago debía aumentar la dificultad, como si estuviese defendiendo su vida, empezó a disparar hacía la cabeza de su amigo sin piedad alguna.
Valhein sacó su pistola por igual, iba a jalar del gatillo pero algo lo detuvo, no podía dispararle al castaño, está bien claro que él no seria capaz de tocarle ni un pelo por todo el cariño que le tiene. Se congeló en su lugar, dudando de si vaciar su cargador o no, se cuestionaba tantas cosas como el hecho de que Aleister no tenía protección alguna y podia realmente matarlo. En ese lapso de dudas el mago aprovechó para dispararle al azabache en zonas sensibles, más que nada entre las cejas.
Ninguna bala lo tocó, ni fue rozado con alguna, el amuleto sirve para evitar los ataques con armas de fuego.
—Bien hecho pero... ¿por qué no disparaste? —pregunta Aleister a la vez que alista su siguiente herramienta para la batalla.
—No fui capaz, jamás te haría daño. —contestó Valhein, con demasiada pena.
El mago se volteó lentamente, su rostro estaba perplejo, jugaba nerviosamente con la filosa espada que tenía entre sus temblorosas manos, las palabras de su amigo fueron tan inesperadas que para calmarse supuso que fue una excusa más para tapar su distracción o ni pensó para hablar, soltando cualquier babosada.
—Ahora debo usar esta espada, ¿listo?
Valhein asintió sin muchas ganas, rogando para poder controlar su furia ante los toscos ataques de su amigo.
En un parpadeo, Aleister se acercó corriendo al vaquero, con toda su fuerza llevó la espada al cuello del azabache, una vez mas, el escudo apareció justo a tiempo, impidiendo el contacto de la piel con el filo del objeto que era portado por el talentoso mago.
La espada se partió, sus restos cayeron al pasto para después evaporarse, el mango del arma se derritió en la mano en la cual era portada, como si nunca hubiese existido.
Ambos estaban tan asombrados que solo miraban al suelo, en un punto fijo, justo donde habían caído los pedazos del objeto, sin siquiera ver la cara del contrario.
—Que buen regalito. —sonrió satisfecho Valhein.
Aleister alzó su cabeza, conectando sus brillantes esmeraldas con los iris azules de su amigo, sus comisuras hicieron una leve sonrisa, no lo demostraba mucho pero si se sentía bien al comprobar que el amuleto servía a la perfección.
Pero había algo que aún faltaba.
—Bueno, sigue mi magia. —anunció el mago.
—¿Qué...?
Apenas si dijo una palabra cuando sintió que algo le quemaba sus piernas, peor aún, le daba rápidos choques eléctricos que realmente le estaban molestando, esto lo llevó a moverse a otro lugar.
Cuando vio lo que causaba su malestar se enfureció bastante con Aleister, era un charco verde que se componía por pequeños rayos que se alzaban en el aire al borde de la figura, en su centro había cierta simbología que él no terminaba de entender.
El amuleto no tardó en hacer efecto, curó sus heridas internas y eliminó la magia hostil que aún habitaba en su cuerpo. Su amigo volvió a atacar de varias formas, todo el daño que intentaba hacerle era desviado a otro lugar por una barrera que se hizo alrededor de Valhein, en forma de cubo.
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El Destino (EN CORRECCIÓN)
RomanceEl reino de Valor quedó bajo un terrible mandato después de la derrota de Zata, el antiguo rey que mantenía la estabilidad en esa monarquía. La ambición por el control de Natalya la llevó a desatar la más horrible y sanguinaria batalla en toda la hi...