Capítulo 21

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Cuando abrí los ojos me hallé sumergido entre aguas turbias. Por donde mirara solo había oscuridad. Moví brazos y piernas para tratar de salir de aquellas aguas, pero por más que nadara no hallé la superficie. Comencé a desesperarme, sentía que me faltaba el aire, nadé aún más, pero fue inútil, cuando sentí verdadera necesidad por respirar me di cuenta de que no hacía falta, era como si fuese natural para un humano respirar bajo el agua. Me sentí dentro de un sueño, donde no existen límites, donde las cosas pueden ser de cualquier forma, donde la mente es libre de crear mil y un fantasías que la liberen de la prisión de la realidad.

Nadé hacia lo que creía que era el frente, las aguas seguían igual de turbias, como si estuviese manchada de tinta, casi ni podía ver mi propio cuerpo. Allí no había nada. Nadé quien sabe por cuánto tiempo. Agudicé la vista, entonces aquel escozor volvió a mis ojos, los sentí arder como fuego. Entonces encontré entre las sombras una silueta que no era muy clara, pero a medida que me acercaba iba volviéndose cada vez más definida. Tenía la piel exageradamente blanca, y el cabello negro y lacio le caía por los hombros, pero su rostro aún no me era reconocible. Me acerqué lentamente guiado por instinto de curiosidad, de saber de qué se trataba. Su rostro se reveló ante mí como una especie de aparición, no pude sino retroceder rápidamente en un impulso de miedo. Entonces sus labios se torcieron en una mueca horrenda mientras su lengua circundaba los labios, y en los ojos dorados había un extraño brillo. Sentí que el cuerpo me temblaba de pies a cabeza. Quería escapar de allí, eso me decía mi mente, pero mi cuerpo no reaccionaba. Además, a donde podía ir. Estaba atrapado en esas aguas.
-          Orochimaru… - la palabra escapó de mí…pero no sabría decir si la pensé o realmente había gesticulado para decirla.
-          Pobre y solitario Sasuke. Eres un inocente ignorante, no sabes nada de tu familia, ni de tu hermano, ni de Sakura, y mucho menos de ti mismo. - ¿Qué quería decir con todo aquello?  El corazón me palpitaba contra el pecho repitiéndose en un eco constante. – Debes preguntarte de que hablo cierto… Pues bien, es hora de conozcas parte de la historia. ¿Nunca te preguntaste porque tienes esa marca? – dijo con su voz siseante.
-          Si…
-          Yo la hice… Yo te marqué. – sentí que los ojos se me iban a salir de las orbes. - ¿Sorprendido? Te hice esa marca para que no escaparas de mí. Pero tu hermano fue más hábil. Él ya había hecho un sello de protección sobre ti y te había mantenido oculto. Pero fuiste tú quien arruinó sus planes ese día.
¿Sello? ¿Marca? ¿Protección? Aquellas palabras se colaban en mi cerebro haciéndome latir las sienes, y las venas palpitantes contra mi frente me hacían doler la cabeza. No entendía ni una sola palabra de lo que decía.
-          Debes estar muy aturdido. Deja que te explique todo con detalles. Pero primero debo decirte quien soy. Vengo del pasado, de épocas muy lejanas. Cuando aún vivía y podía moverme libremente, me entretenía matando aquello cuyos poderes me interesaran, de ese modo absorbía todos sus conocimientos. Digamos que era una especie de coleccionista. Había estudiado para ser monje, pero me cansé rápidamente de esa inútil vida, simplemente me parecía aburrida, pero sin duda había aprendido miles de cosas sobre los demonios, además tenía el poder de sellarlos, y así mantener la paz; pero me di cuenta de que también podía ser capaz de dominarlos, e incluso de absorber sus poderes y hacerlos míos. Así que comencé a asesinar a todo aquel que me pareciera útil. Hasta encontrar un punto interesante. Un clan muy poderoso, cuyas habilidades eran únicas, cuyos ojos podían ver más allá que cualquier otro, con el poder de hacer arder un bosque entero sin mover si quiera un dedo. Deseé tenerlo, deseé todo el poder de ese clan. Irrumpí en el templo sagrado de esa familia y maté a todos aquellos que fuesen un estorbo. Fue la cabeza del clan quien se enfrentó a mí. Tenía la cabeza erguida, se veía imponente, y aquellos ojos rojos ardían en sus cuencas. Sonreí satisfecho al encontrar un poderoso contrincante. Libramos una batalla que duró tres días. Su poder era incalculable, desmesurado. Había sellado ya la mayoría de mis poderes, yo estaba muy débil para continuar. Entonces mi muerte quedó grabada en aquellos ojos, pero antes de exhalar mi último aliento lancé una maldición a su familia, maldición que me ató a este mundo por siglos. No pudo hacer nada contra la maldición, él también estaba débil. Antes de cerrar los ojos lo vi caer al suelo y de entre sus labios salió un brote de sangre, pero no murió.

Yo en cambio sentí como el alma se desprendía de mi cuerpo, sentí como si fuese halada violentamente junto con un torrente de ira. – sus ojos brillaban aún más, viendo palpitante aquella escena de su muerte. Parecía vivirla nuevamente mientras el entrecejo se le arrugaba. – Vagué durante años en busca de aunque fuera un rastro. Pero al parecer el clan había desaparecido. Aunque la maldición seguía latente.

Un día merodeaba por las solitarias calles de la moderna Tokio, vagando entre los recuerdos del pasado, atrapado en aquel siglo, y perdido en este. Hasta que alcé la vista y todo pareció cambiar. Un joven caminaba por esas calles también, con rasgos que no me fueron nuevos, entonces escuché el latir de la maldición, el juramento que había hecho antes de morir se hizo escuchar en el pálpito de aquel joven. Nuestros caminos volvían a cruzarse. Lo seguí durante varios días. Conocí a todos los miembros de su familia excepto a uno…

Entonces fue esa noche que lo decidí todo. Tomaría posesión de lo que por derecho me pertenecía. De aquello que ya había marcado como mío.

Aquella mañana él estaba solo en casa. Sus padres estaban de viaje, y el otro miembro desconocido seguía sin aparecer. Entré a la casa, él estaba sentado frente a la biblioteca. Me tomó por sorpresa cuando se giró y los ojos le ardían, el iris carmesí me había descubierto. Él podía verme claramente.

>>  – ¿Es a mí a quien deseas, cierto? – su voz sonaba segura, aunque sabía que su muerte se acercaba. – He estado esperándote. Sé que me has seguido durante días y aquí estoy.

Me agradaba su forma de ser, tan segura, tan valiente, tan intimidante, pero aun así era demasiado joven para ser tan poderoso como su antepasado, a pesar de ello no se detuvo y se lanzó contra mí con todo el poder que ocultaba. Pero esta vez yo no estaba atado a las debilidades humanas así que nuestra batalla no duró mucho. Él estaba mal herido, mientras yo, a pesar de estar debilitado era inmortal.

Entre el silencio se escuchaba su jadeante respiración, minutos después la puerta se abrió, eran sus padres. Me deshice de ellos delante de sus ojos sin que él pudiese hacer nada, fue una muerte rápida. Ellos no poseían ningún poder que me fuese de interés. Él permanecía en el suelo, me acerqué despacio y lo tomé de sus largos cabellos negros y lo obligué a mirarme “No te resistas más” le dije… “La maldición dicta que el menor de los Uchiha será el cuerpo de miles de demonios encerrados en un solo. Entrégame tu cuerpo libremente” pero él se resistía, parecía haber formado una coraza impenetrable, una especie de sello. Pero todo pareció cambiar en cuestión de segundos cuando un joven entró, tenía la tez blanca, cabellos ébano y ojos negros como la noche… ¿No te parece familiar? – no pude responder, estaba pasmado, paralizado. – Eras tú Sasuke, tú arruinaste los planes de tu hermano ¡¡Fuiste TÚ!! – dijo eufórico. – Él te había ocultado, había engañado a la maldición, haciéndose pasar por el menor de los Uchiha para protegerte y lo arruinaste todo. Te delataste ante mí, revelándote como el menor de los Uchiha. Era a ti a quien yo debía poseer ¿Lo recuerdas, aquella figura deforme acercándose a ti? ¿Lo recuerdas?

Por más inmortal que fuera mi aspecto era terrible. Pero Itachi fue más rápido que yo, él había creado un campo a tu alrededor para que yo no pudiese acercarme y se sacrificó por ti. Mató su cuerpo llevándose una parte de mis poderes con él, dejándome casi sin nada. ¿Recuerdas aquella escena? Cuando tú hermano hizo unos movimientos con las manos que desconocías, él había hecho un sello para llevarme con él, pero su fuerza solo fue suficiente para arrastrar una parte de mí. Pero poco antes de eso extendí mi mano para marcarte y buscarte cuando me recuperara. Esa marca que llevas en el cuello desde ese día.

Poco después la casa se desplomó en un incendio causado por el sharingan, así llamaban a aquel poder…

Después de eso lo bomberos te llevaron, traté de seguirte pero ya casi no tenía fuerzas, entonces tuve que buscar un cuerpo, un cuerpo donde recuperarme, y allí estaba ella… Sakura… débil, triste, sola, el blanco perfecto. Y así es como me apoderé de cada una de sus terminaciones nerviosas, de sus brazos, piernas, de su alma.

Lo que más deseaba era salir de aquel lugar, era incapaz de controlar todas aquellas emociones que se agolpaban dentro de mi mente, el corazón me latía cada vez con más fuerte hasta doler. Sentía que las costillas me aprisionaban y que la garganta se me secaba y los ojos volvían a escocerme.
-          Posees los ojos de tu hermano…
Fueron sus últimas palabras antes de desaparecer. Entonces fui halado nuevamente mientras mi cuerpo convulsionaba de dolor. Cuando abrí los ojos estaba en la habitación de Sakura, ella ya no estaba allí. Una música sonaba al fondo y yo estaba en brazos de alguien. Era Karin. Traté de levantarme pero no pude, el cuerpo me dolía.
- Ya pronto vienen las enfermeras para atenderte. Parece que sufriste un shock breve. – llevó su mano a mi frente. – Estás helado.
- ¿Y Sakura?
- Tuvo un nuevo ataque, estaba muy mal herida. Ella ya no tiene control de sí misma, cada vez se hace más daño.
- Ella no tiene la culpa. – balbuceé.
- Claro que no… pero, creo que ya no tiene remedio. Está perdida, su mente…
- Ayúdame a levantarme, debo verla.
- No Sasuke, estás muy mal, no debes.
- Pero… - me detuve, no tenía fuerzas para discutir.

Pasados unos cuantos minutos, varios enfermeros me atendieron. Poco después sentí como una fina aguja entraba en el pliegue de brazo, me inyectaron morfina; lentamente fui cayendo en un profundo sueño, y cuando desperté el reloj marcaba las tres de la tarde. Karin estaba a mi lado, me tomaba de la mano.
- ¿Estuviste aquí todo este tiempo?
- Sí… no quería dejarte solo.
- Gracias. – dije bajo.
Me acomodé entre las almohadas, mientras ella permanecía a mi lado, por si necesitaba algo. Me quedé mirándola por largo rato. Ella era tan diferente de Sakura, llevaba una vida normal, era hermosa, a veces un poco imprudente, pero eso la hacía graciosa. En los últimos días me había brindado el apoyo que necesitaba. Y siempre que creía estar solo, ella estaba allí, esperando. Se ruborizó al darse cuenta de que yo la observaba fijamente.
- ¿Por qué me miras de esa manera? – dijo acomodándose los lentes sobre la nariz.
- Por nada. – estreché su mano bajo la mía para acercarla a mi rostro.
Sus ojos se abrieron como platos, sorprendida por la escasa distancia que había entre los dos, se ruborizó nuevamente, pero esta vez fue ella quien deshizo la estrecha distancia para rozar sus labios con los míos. Una nueva sensación recorrió mi cuerpo.

EL Diario del Dr. UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora