Aquella noche solo pude dormir hasta la medianoche, una oleada de calor sofocante me hizo abrir los ojos de par en par, tenía la frente perlada y el cabello empapado en sudor; me senté en la cama y miré alrededor, pero era tal la oscuridad que no me acostumbré a ella. De pronto tuve la súbita necesidad de encender la luz, así que me levanté de golpe de la cama y me apoyé en la pared. Tanteé con las manos hasta conseguir el interruptor y encendí la lámpara que colgaba del techo. Poco a poco me fui calmando, entonces recordé la extraña pesadilla que causó mi despertar. Me senté frente al escritorio para escribir, pero un ruido me distrajo, parecía provenir del pasillo, era como si arrastraran cadenas muy pesadas. Reí para mí mismo, era absurdo pensar en eso, estaba cansado y la mente suele jugar pesado cuando el estrés hace mella en nosotros. Respiré hondo para clamarme y volver a dormir pero el ruido continuó y se hacía cada vez más cercano, como si aquello se acercara a mi puerta; únicamente el sonido de la cadena rozando el suelo, sin pasos, nada. El corazón me golpeó el pecho con una gran violencia, y el sonido continuaba rítmico sin tregua. Aquel sonido chirriante llenó mis sentidos hasta casi aturdirme; busqué rápidamente una linterna. Abrí la puerta e iluminé el pasillo y me topé con un perro de grandes dimensiones, tenía el pelaje lizo y grisáceo y arrastraba una cadena, al parecer se había soltado y estaba vagando por todo el hospital, era un Gran Danés. Me miró con unos ojos azul cristalino y comenzó a olfatearme frenéticamente. Parecía juguetón así que lo hice pasar y una vez registrado mi olor se echó a los pies de la cama, me acerqué a él y le acaricié la cabeza. Me quedé sentado en la cama para calmarme un rato, debía admitir que el canino me había dado un gran susto. Después de serenarme apagué la luz y volví a dormirme, él también lo hizo.
14 de Enero de 2009
Eran aproximadamente las ocho de la mañana según el reloj que estaba sobre el escritorio. El Gran Danés se había dado la tarea de darme los buenos días con sus lengüetadas en mi rostro. Dificultosamente lo logré apartar de mí, pero este seguía agitándose cariñosamente, de seguro estaba hambriento. Me desvestí para darme una ducha antes de ir a tomar el desayuno; mientras el canino permanecía de pie firme a la espera de una orden, al parecer estaba muy bien entrenado. Pensé en un nombre pero no se me ocurrió ninguno, era malo para esas cosas.
Tomé la toalla del armario y me dirigí al baño de la habitación. Abrí la ducha con lentitud para dejar que tanto el agua caliente como la fría se combinaran para dejar una temperatura perfecta. Mientras me duchaba no dejaba de pensaba en una manera de demostrar que ella necesitaba un nuevo riguroso tratamiento, ya que a juzgar, las medidas tomadas hasta ahora, no habían surtido efecto en ella. Rememoré la imagen salvaje de su cuerpo, la fuerza de sus brazos y la agilidad de su cuerpo, parecía ser movida por hilos, pero eso era imposible. Me había impactado la imagen de aquellos ojos negros ébano que me escrutaban, eran maliciosos, no era la misma mirada que había visto en la mañana de ayer.
Mi hilo de pensamientos fue interrumpido cuando sentí un profundo ardor en la herida del brazo, lentamente retiré la venda y dejé que el agua calmara poco a poco el dolor. Terminé de bañarme y el perro seguía fiel al lado de mi cama, me pregunté a quién pertenecería. Me vestí y salí hacia el comedor donde recibiría el primer desayuno. Como lo , el me siguió.
Chiyo estaba en la entrada del comedor para recibir a todos los doctores y sonrió al verme, luego vi como dirigió una mirada de complicidad hacia el can. La miré a ella y luego a él, pero seguí de largo hacia la mesa más apartada esperando a que trajeran mi bandeja. Sentí varias miradas sobre mí, de seguro deseaban saber detalles de la noche anterior. Entonces divisé al doctor Himura acercarse. Cuando ya estuvo frente a mí, habló.
- ¿Puedo sentarme? – señalando el puesto que estaba frente a mí.
- Claro.- respondí.
- ¿Cómo va su brazo?
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EL Diario del Dr. Uchiha
Fiksi PenggemarLos diarios pueden estar llenos de vivencias, algunas más interesantes que otras, lo cierto es cada una de ellas son reales; no es diferente en el caso de este, el diario del doctor Uchiha, donde un joven médico psiquiatra comienza a anotar los hech...