Capítulo 36

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El cielo estaba teñido de un color plúmbeo, pero ya había parado de llover. Los dos jóvenes permanecían abrazados, y las lágrimas de ella humedecían el hombro de su amigo. Suigetsu no sabía si era el momento justo para darle aquel recuerdo de Sasuke, además, quería saber todo lo que había ocurrido,  ¿porque el doctor Uchiha estaba en aquellas condiciones  y como Sakura se las había ingeniado para escapar del hospital?, aunque, no era la primera vez que lo hacía. Pero sabía que aunque preguntara, su cuestionamiento no sería respondido, al menos no en ese momento. Creyó preciso entregar ese algo que Sasuke le había dejado a ella y luego dejarla sola, a pesar de la curiosidad que lo carcomía. Sakura por su parte ya había llorado demasiado, tenía los ojos rojizos, y las lágrimas se comenzaban a secar en su rostro. Sentía un enorme cansancio y pesadez en todo el cuerpo. Y aquella herida en su mano permanecía oculta bajo un pañuelo, pues no había sido atendida. Quitó la venda improvisada y miró el profundo corte.

-          ¿Cómo te hiciste eso? – se le había escapado la pregunta.

-          Nada… estará bien.

-          Debes al menos ir a la enfermería, quizás la señora Chiyo pueda hacer algo.

-          No te preocupes. Iré después. Quiero que me muestres eso que Sasuke me dejó.



Ambos caminaron hacía la habitación de Suigetsu. Subieron las escaleras con cierta lentitud, Sakura estaba agotada, tenía magulladuras en algunas partes del cuerpo y los parpados se le caían del cansancio. Una vez en la habitación, Suigetsu sacó de debajo de la cama el estuche de violín que el doctor le había dejado antes de irse.

-          ¡Ten! – extendiéndoselo.

Sakura lo tomó y lo estrechó contra si misma. Salió de la habitación mientras Suigetsu permaneció de pié junto a la puerta, lo mejor es dejarla sola, pensó.

Caminó por el largo pasillo sujetando el estuche con fuerzas, sentía miedo de abrir y averiguar lo que había dentro. De camino a su habitación se encontró con la doctora Karin, quien apenas se giró para verla, Sakura le lanzó una mirada lacerante, pero esta no prestó atención alguna, o al menos eso quería demostrar. Karin se dirigía a la oficina del doctor Himura, estaba obstinadamente convencida de que el hospital no tenía los medios suficientes para atender el estado de coma en el que se encontraba el doctor, por tanto sentía la necesidad de convencer al director para que este, Sasuke, fuese trasladado a una clínica especializada. El doctor Himura le tenía un gran aprecio, consideraba que siendo tan joven era muy profesional. Tocó la puerta un par de veces, escuchó un ¡Pase! Desde el otro lado.

-          ¡Ah, Doctora Karin! ¿Cómo está el doctor Uchiha?

-          Sus signos vitales están estables, encontramos una picadura de serpiente en la pierna derecha, pero, extrañamente no hay rastros de veneno. Creímos que esa era la razón del coma, pero no es así. Del resto tiene heridas graves pero no para causarle ese estado. Recomiendo que sea trasladado a una clínica especializada, es lo mejor, quizás allí puedan darnos un diagnóstico más completo.

-          Está bien doctora, contactaré a la clínica más cercana para evitar complicaciones en el traslado.

-          Gracias doctor Himura.

-          Pero… como es que tiene una herida de picadura sin señal de veneno.

-          Es posible que haya sido causada por algún objeto con esa forma.

-          Comprendo. Bien me encargaré de los trámites burocráticos, quédese tranquila. – respondió el anciano mientras se acercaba  agenda y bolígrafo.



Mientras Sakura se alejaba rápidamente de la puerta y se escondía entre dos columnas; había escuchado por completo la conversación entre la doctora Karin y el director. No pueden trasladar a Sasuke, no lo pueden alejar  de mí, pensó para sí. Esperó a que la doctora Karin se alejara lo suficiente para entrar en el despacho del doctor Himura. Tocó un par de veces pero nadie respondió. Volvió a tocar y esta vez escuchó un débil pase.

-          ¿Señorita Haruno? – sorprendido.

-          ¡¡Doctor Himura, le ruego no traslade a Sasuke!! – con rostro suplicante.

-          ¿Estabas escuchando? – frunciendo el entrecejo.

-          ¡Si! – sentándose frente a él, mientras aún sostenía el estuche de violín.

-          ¿Por qué me pides eso? ¿Qué motivo hay?  - por último lanzó la pregunta clave. -¿Acaso él y tú mantienen una relación? – silencio. Sakura respondió ocultando la mirada y luego apuntando hacia él con decisión.

-          No voy a negarlo. Y por eso vengo a pedirle que no lo traslade. Si es necesario que use mi herencia para traer el equipo que sea necesario lo haré. No necesito guardarme esa pequeña fortuna para mí. Pero no permitiré su traslado.

-          ¿Sabe lo que pensarían sus padres?

-          No sé que pensarían, pero si sé y estoy segura de que hago lo correcto. – con ojos luminosos.

-          Nunca antes la había visto con esa determinación. Quizás se deba, después de todo, a él. Pero su condición es muy delicada…

-          Sé que puede ser tratado aquí, solo traiga lo necesario… Además…

-          ¿Además…?

-          Nada, no me haga caso.

-          Bien… Por el respeto que tengo a tus padres y por tu asombrosa mejora… Aceptaré tu ayuda para que el Doctor Uchiha sea tratado aquí. Ahora… tendré que convencer a la doctora Karin. – diciendo esto último en tono tan bajo que Sakura no pudo escuchar.



Sakura se retiró satisfecha. Era la primera vez que sentía que sus palabras tenían fuerza y valor para alguien. Se dirigió a su cuarto, donde se encerró con llave. Se sentó sobre la cama y dejó reposar el estuche sobre sus piernas. Lo abrió lentamente, sentía miedo de lo que podía haber. Sacó primero un cuaderno forrado en cuero negro, lo apartó para ver el delicado violín de madera pulida, parecía nuevo a pesar de que él mismo le había dicho que lo tenía desde su adolescencia. Cerró el estuche y tomó nuevamente el cuaderno negro. Lo abrió justo en la primera página.

-          Es… su diario…

Comenzó a leer las primeras líneas-

Lunes, 13 de enero del 2009.

Me dirigía hacia el Hospital en mi auto, sobrepasando los límites de velocidad. La verdad cumplir con las reglas nunca fue mi fuerte, no por rebeldía sino porque simplemente nunca logro cumplirlas por alguna extraña razón que me persigue desde mi niñez, pero en fin no hablaré sobre eso…



Se acomodó entre la pared y la almohada, mientras cubría sus piernas con la delicada cobija azul y siguió leyendo cada palabra. Sintió que cada una de las oraciones tenía fuerza y determinación, pero también sinónimo de una vida solitaria y triste. Después de todo había perdido a su familia de una forma trágica. Todo por aquel demonio….

Miró le reloj, era cerca de la una de la tarde, pero ni el hambre ni el cansancio la apartó de leer aquella historia que a partir de cierto momento comenzó a ser la suya también. Comprendió el sentimiento de duda que embargó a Sasuke en varios momentos y porque había llegado a tratarla de cierta forma. Un fuerte dolor la atravesó al recordar todos los momentos que dudó de su amor por ella cuando él había entregado todo.

También sintió un nostálgico escalofrío al leer con que delicadeza hablaba de ella en aquellos momentos de soledad, en aquel festival de Kioto. Todo, absolutamente todo estaba impreso allí en la tinta de las palabras. Pero fue aquella última oración la que caló en ella hasta lo más profundo de su ser.

Esto lo escribo especialmente para ti… No sé como resulten las cosas después de mi decisión. No sé si volveré a verte… quizás no. Pero deseo dejarte esto como recuerdo de todo lo que vivimos... Estas son mis últimas notas, las dejo en tus manos…



Te amaré por siempre.

Sasuke

Leído esto Sakura permaneció inmóvil. Ni siquiera las lágrimas salieron de sus ojos, se habían quedado allí, congeladas. Tenía los labios entreabiertos, como si fuese a decir algo para sí misma, pero también se quedaron a la mitad. Releyó la frase y luego el diario resbaló de sus manos. Una hoja solitaria se salió de la libreta al caer, Sakura se inclinó para recogerla, era una partitura, en el reverso decía:

Versión para piano y violín: Nothing Else Matter

PD. ¡Apréndela!

Sonrió para sí, guardó todo y lo dejó bajo la cama, tal como había hecho Suigetsu.



Habían pasado varios días y la situación seguía siendo la misma, Sakura visitaba a Sasuke todos los días. Mientras, Suigetsu la veía ir y venir.

Una mañana Karin realizaba el chequeo de rutina cuando Sakura entraba en la habitación.

-          Debes esperar a que termine. – dijo de forma tajante la doctora.

-          Sé que no quieres que esté aquí.

-          No se trata de querer o no querer, es que no debes.

-          ¿Por qué me tratas de ese modo? – preguntó Sakura de forma humilde.

-          Aunque no sepa la verdad, sé que es por tu causa que él esté en este estado.

-          Si. – silencio. - ¿Tú… lo quieres? – silencio.

-          Lo amo, a pesar de que él nunca demostró algo hacia mí.

-          ¿Me odias por eso?

-          No puedo odiarte… yo… no puedo interferir entre ustedes, pero confieso que tampoco te tengo estima, pero es natural.

-          Gracias por ser tan sincera. – sonriendo.

-          Eres tan cándida, seguramente eso fue lo que lo enamoró.

Sakura sonrió y salió de la sala para esperar afuera.  Pasados unos minutos Karin le dijo que pasara. Ambas cruzaron una mirada, difícil de comprender, y luego siguieron sus caminos. Sasuke parecía solo dormir, su rostro inmutable descansaba plácidamente, aunque no había ningún color en su tez, estaba pálido, hasta los labios habían perdido color. Estaba tibio cuando Sakura apoyó sus manos en el rostro de este.

-          ¿Cuándo volverás? – rozando sus labios con sus delicados dedos.

-          Sabía que te encontraría aquí…

-          ¿Suigetsu?

-          ¿Por qué haces eso? ¿Por qué vienes todos los días a verlo? ¡¡Él no despertará!!

-          Tú no comprendes. – dijo Sakura compadeciéndose de él. – No sabes nada de lo que pasa.

-          Entonces dime. – apretando los dientes con fuerza. – Nunca lo harás, ¿verdad?

-          No… no puedo… además… no lo comprenderías. – desviando la mirada.

-          Odio esto, odio verte aquí todos los días…Odio que aún tengas esperanzas de verlo con vida…odio… - conteniéndose de decir algo indebido. Apretó los dientes con fuerza.

-          Perdóname por causarte tanto dolor… No quiero que sufras por mí… - mirándolo a los ojos.

-          … quizás yo haya llegado demasiado tarde… - marchándose y cerrando la puerta tras de sí.

Sakura permaneció sentada al lado de la camilla por largo rato.



Las columnas que se alzaban eran tan altas que casi se perdían en el cielo, el piso frío era de mármol negro y las paredes estaban hechas de la misma piedra, fuerte y pulida. Miró a su alrededor, intentó moverse pero unas largas cadenas de acero se lo impidieron, lo sujetaban de pies y manos, miró hacia atrás donde estaban aferradas las cadenas, trató de arrancarlas con toda su fuerza, pero el intento fue vano. Cayó de rodillas lleno de frustración. Había perdido toda noción del tiempo, del día, de la noche, todo. Miró a su alrededor, no había nada más que paredes de mármol, y al fondo un enorme puerta de acero forjado. Estiró las cadenas lo más que puedo, pero el largo solo llegaba hasta la mitad de la habitación. Soltó un grito de ira. Ya no soportaba más el encierro. Pasaron varias horas, o quizás solo un par de minutos,  o tal vez hasta un día entero, ya no lo sabía. Se recostó de una pared para descansar y quedó profundamente dormido.

Al principio tuvo sueños que parecían no tener sentido, pero luego fueron tomando forma. Vio a un joven, tendría cerca de quince años, un adolescente de secundaria, llevaba el cabello negro azabache desordenado, la tez blanca, de cuerpo delgado pero fornido. Estaba de pie frente a una escena escabrosa, horrible. Había lágrimas en los ojos de aquel chico, a sus pies estaba un cuerpo caído con graves quemaduras en todo el cuerpo y al lado una serpiente que se alzaba amenazando con sus colmillos. Luego el sueño fue tornándose confuso, miles de escenas se atravesaban unas tras otra sin ningún orden o sentido lógico. Y entonces, despertó de golpe, tenía la frente perlada y los ojos exorbitados. El corazón le latía con fuerza. Se llevó las manos a la frente y las cadenas tintinearon al moverse e hicieron eco en aquel triste lugar.

Oyó voces al fondo, más allá de la puerta. Aguzó los oídos para poner atención a las escasas palabras que se colaban por la rendija.

-          ¿Cuánto tiempo le dejaremos ahí?

-          Hasta que recapacite y entienda que no es un humano. Que debe regresar.

Miró sus manos.

-          Pero… yo soy humano… - lágrimas cayeron de sus ojos. – Soy… ¿Uchiha… Sasuke?

-          Soy Karasu. – dijo una voz mas grave.

-          ¡¡No!! – dijo su voz con fuerza y determinación.

-          ¿Quién soy? - dijeron al unísono.



Mientras, en la corte, el Shinigami-O hablaba al consejo sobre la situación de Karasu. Él estaba plenamente convencido de que él debía regresar al Shinigami no Rerumu. Había cumplido su pena, y ahora podía volver, a pesar de que este se negara alegando que era humano.

-          Él realmente nunca ha sido humano. Sasuke es una creación ficticia.

-          ¡¡No podemos considerarlo un humano falso!! – protestó un Shinigami desde la tribuna.

-          ¡Ciertamente! – confirmó Kakashi. – además pienso que esta discusión debería hacerse en su presencia.

-          ¡Kakashi!  ¿No fuiste tú quien sacó aquella documentación confidencial? – esto tomó por completo de sorpresa al Shinigami de Alas Plateadas.

-          Señor es mi culpa. – admitió el más anciano de los Shinigami, yo le entregué los documentos.

-          ¡NO! Fue culpa mía. – dijo una voz femenina.

-          ¡Rin! – defendió el Shinigami de Alas Plateadas.

-          Yo le entregué esos papeles, fui yo quien obligó al juez a entregármelos.

El Shinigami-o estaba completamente consternado.

-          Después me encargaré de ustedes. – dijo en tono frío. Después de un largo silencio. - ¡Tráiganlo! – dijo con voz tronadora a dos Shinigami de Alas Escarlata que custodiaban la puerta del fondo.

Los shinigami obedecieron la orden y salieron de la gran sala.

Karasu estaba recostado de la pared, con los ojos semiabiertos mirando a la nada. Cuando los dos shinigami irrumpieron en la habitación.

-          Debes venir con nosotros. – dijo uno de ellos con voz seca. Karasu no respondió. Se limitó a levantarse pesadamente y poner las muñecas al frente para que le desataran. Fue guiado por los dos guardias hasta la gran sala.

Todos al verle susurraban entre si, comentarios positivos y negativos saltaban entre la multitud, algunos lo acusaban como una vez lo hicieron en el pasado, mientras que otros se apiadaban de él, pero ninguno podía emitir opinión en voz alta. Karasu los miró a todos con desprecio y por un fugaz momento todos pudieron ver aquella mirada humana colmada de ira. Lo arrodillaron frente al Rey Shinigami, quien le lanzaba una mirada lacerante cargada de severidad. De pronto la sala cayó en un absoluto silencio y todos aguardaban a las primeras palabras de Shinigami-o.

-          Una vez fuiste condenado por este mismo juzgado, y hoy estas frente a él una vez más.

-          Solo que esta vez desconozco la razón por la que se me condena… - arrastrando las palabras.

-          Sabes que no perteneces al mundo humano. Desde el principio fuiste un falso humano, tu origen no es igual al de todos los demás mortales. Por eso debes regresar.

-          ¿Y la vida que tuve como uno? ¿La familia que perdí? ¿El hermano que se sacrificó por mí? ¿Él sufrimiento de una mortal por mi causa? ¿Todo es falso? ¿TODO? – gritaba descontrolado con una ira que quemaba.

-          ¡¡TODO ES FALSO, KARASU!! ¡¡¡Todo será borrado….Todo rastro de tu existencia será borrada!!!! – Shinigami-o había alzado su voz haciéndola sonar tronadora y opresora. Tenía el seño fruncido y la vista centrada en el rebelde shinigami que tenía al frente. – Siempre has hecho lo que has querido Karasu, siempre fuiste un rebelde. Nunca obedecías mis órdenes.

-          Eso es porque siempre ha sido un líder que se ha dado a respetar a través del miedo. – dijo entre dientes. - ¿Y bien, que pretende hacer conmigo?

-          Pensaba salvarte Karasu, pero… Creo que solo mereces una sentencia. LA MUERTE.

-          ¡Shinigami-O! Estoy en desacuerdo con su sentencia. – interrumpió el Shinigami de Alas Plateadas. - Si mal no recuerdo fue usted mismo quien ordenó la búsqueda del Shinigami de Alas Negras, ya que solo él podía acabar con Orochimaru. Por eso fui enviado a la tierra, para buscarlo y darle a conocer su misión. Estuvo a punto de morir y aún así no renunció a su cometido. Abandonó su cuerpo humano para poner a salvo a Uchiha Sasuke, quién si existe y cuyo cuerpo se haya ahora en coma en el hospital donde me hice pasar por médico, y es Haruno Sakura quien pasa día y noche al lado de su cama con la fe de que él regresará. No podemos romper un lazo que se forjó desde una vida pasada. Yosei y Karasu, Sakura y Sasuke ¿Comprende? – a pesar de que su tono era sereno, había en el fondo un deje de ira, pero, casi imperceptible.

Mientras las discusiones comenzaban a proliferar entre los jueces y demás shinigami, una voz arrastrada y ronca comenzaba a susurrar a los oídos de Karasu. Antes la voz parecía inentendible, pero poco a poco las palabras se hacían claras y se repetían una y otra vez.

-          Karasu… no prestes atención a sus discusiones… Ninguno de ellos desea salvarte. Solo desean tu muerte. Eres un completo estorbo. Demasiado fuerte para ellos, demasiado poder en tus manos, por eso te temen. Por eso el Rey Shinigami siempre te ha deseado muerto, porque teme que algún día lo derroques. Y ese día puede ser hoy, Karasu. Tienes mucho que ganar, puedes llevar la vida que desees, aquí estoy Yo para ayudarte. Estoy dentro de ti.

-          “¿Orochimaru? ¿Cóm…?

-          En el momento en que te envenené, puse la mitad de mi alma en ti. Sabía que no tenía el suficiente poder para acabar contigo, y la mejor forma que encontré para sobrevivir fue esta, aferrándome a ti.

-          “No dejaré que hagas las cosas a tu modo.”

-          Demasiado tarde. – dijo con voz susurrante.


EL Diario del Dr. UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora