Capítulo 37

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Mientras el Consejo discutía sobre el caso de Karasu, este comenzaba a presentar cambios, su cuerpo se estremecía de dentro hacia fuera, mientras dejaba los ojos en blanco y las venas de su frente se tensaban cada vez más, hasta que los guardias que lo sujetaban comenzaron a sacudirse junto a él.

-          ¿Qué le sucede? – preguntó uno de ellos tratando de contener la fuerza con la que se abatía el shinigami.

Aquella fuerza dentro de él trataba de salir como un estallido, y aquella serpiente constrictora no hacia más que luchar contra él para tomar su cuerpo por completo y hacer su voluntad. Cayó de rodillas mientras ambos guardias trataban de hacerlo levantar y controlarlo, pero en un abrir y cerrar de ojos ya los había estrellado a ambos al fondo de la corte. Un coro de asombro se alzó y luego silencio. Todos miraban al shinigami enfurecido luchar contra sí mismo. Hasta que, la serpiente salió vencedora, tomó aquel cuerpo lleno de odio en el corazón y bebió de la ira que se derramaba sobre él. Con aquellos ojos de halcón lanzó una mirada a todos, atemorizándolos, arrinconándolos. Nadie sospechaba ni en lo  más mínimo lo que le sucedía a Karasu, todos creían absolutamente que la actitud del shinigami era causada por su ira, y no de aquel que se guardaba dentro, protegido e invisible. El Rey Shinigami dio un paso adelante, al contrario que todos los demás.

-          ¿Cómo osas rebelarte contra tu reino, contra el lugar al que perteneces, y contra mí?

-          Tú reino ha llegado a su fin, este lugar necesita nuevas ideas, necesita un nuevo líder, UN NUEVO REY. Tu era ha acabado. Yo seré el nuevo sucesor. Haré ahora mismo lo que tanto has temido, Shinigami- o, derrocarte, despojarte de la soberbia que te ha envuelto desde que asumiste la cabeza de este lugar. Te reduciré hasta el último de los puestos. NO, aún peor - Y sus ojos se abrieron de par en par mientras hablaba. – te reduciré a cenizas, y tus actos solo quedarán en los huecos cráneos donde se guardan los recuerdos. He de cumplir mi voluntad, como siempre lo he deseado y como siempre lo has temido. ¿No es por eso que siempre me has deseado fuera de tu camino? Hundido bajo tu yugo y condenado injustamente.

Como se jactaba aquel ser tramposo de decir aquellas palabras en su nombre, como se relamía los labios al ver la desesperación crecer cada vez más en aquellos ojos del Shinigami – O, como disfrutaba verlo temblar ante la caída de su máscara, porque aunque los demás no se daban cuenta, él, lo sabía, Orochimaru sabía completamente los deseos de aquel Rey Shinigami soberbio.

-          ¿Qué sabes tú infame blasfemo Karasu? Tú que no has hecho más que desobedecer las reglas.

-          Yo solo sé lo que tú deseas. Culpas tengo y no las niego, pero ¿Eres capaz tu decir las tuyas.?



Todos los de la corte, incluso Kakashi y Rin estaban confundidos, y la duda los colmaba, sabían que aquellas palabras no podían ser espontaneas de Karasu, pero si no eran de él, entonces ¿De quien? No percibían ninguna esencia maligna. Veían la pelea verbal entre ambos shinigami, pero ninguno se atrevía a defender a uno u otro, ninguno tenía el valor suficiente para acabar con aquella disputa.

-          Antes, trataste de deshacerte de mí, solo por puro capricho, para jactarte de tu poder de líder, ahora deseas deshacerte de mí porque no soportas ver todo el poder que poseo ahora, mi alma tuvo libre albedrío para nacer en el cuerpo que quisiera, y escogió el de una familia de exorcistas, y allí fui creciendo y creciendo en poder, tanto que adquirí esta nueva vista – y de súbitos aquellos ojos ámbar se tornaron rojos y tres marcas negras aparecieron en ellos – que todo lo ve, hasta el más minúsculo de los movimientos, ojos que pueden causar pesadillas en segundos – fijando una victima ante su vista y haciéndola caer en una red de ilusiones que torturaban su mente. Todos observaban – ojos que pueden abrasar con ferocidad – fijando otra victima que se incineró en segundos quedando reducido a solo cenizas – ojos que pueden causar dolor con solo ver – y otro más cayó ante el poder invisible del sharingan.

-          ¡¡Ya basta!! – pidió el Shinigami-O.

-          No quieres saber que tu condena me fortaleció ¿Cierto? Que día a día me hice más fuerte que tú. Que ahora con solo desearlo puedo acabar contigo. Como me agrada ver esa mirada confundida, alterada. – mientras a su alrededor los shinigami caían sin saber porque o como. Otros se lanzaban contra él, y este los apartaba de sí mismo como moscas.

El shinigami-O retrocedió varios pasos,  indignado y confuso por aquella seguridad que mostraba el Shinigami de Alas Negras, Karasu.

-          ¡¡¡Enciérrenlo!!! ¡¡¡Enciérrenlo!!! – gritó una y otra ves. Con los ojos desorbitados. Algunos de los shinigami se lanzaba para atraparlo, pero caían al suelo, encendidos en llamas oscuras. Mientras otros trataban de apartarse de la escena. 





Era entrada la noche, la luna menguante brilla tenue en lo alto del cielo. Sakura permanecía acostada en su habitación. No podía conciliar el sueño. Desde la cama miraba hacia la ventana. Había un silencio atormentador.  A momentos dudó de ser capaz de oír, así que, probó varias veces a hablar, entonces su voz se escuchó. Aliviada daba un suspiro, pero aún así aquella sensación de sordera no se iba. Afuera ni los grillos cantaban, ni si quiera las aves nocturnas, ni tan solo el sonido de neumáticos, ni el viento sobre las ramas de los árboles. Silencio. Solo silencio. Comenzó a tener miedo, hacia tiempo que no se sentía así. Se aferró a las sábanas con fuerza, tenía las piernas tensas y los ojos se movían de derecha a izquierda, frenéticos, escrutando la oscuridad. El corazón le latía con fuerza contra el pecho, y ese sonido llenó por completo sus oídos, hasta volverse insoportable. Cada vez le costaba más y más respirar. Un dolor en el diafragma la hizo doblarse en dos. Y la frente se perló de sudor.

Voces, voces inentendibles se escuchaban por toda la habitación. Voces ancianas, voces jóvenes, voz de mujer, voz de hombre, voz de niño, voz de niña, voces. No entendía nada de lo que decían, estaba desesperada, se quedó muda. No podía gritar y pedir ayuda. Trató de levantarse de la cama y torpemente cayó a un lado, dándose un golpe en el hombro derecho. Se enredó en la sábana que se había caído consigo. Miró a todas partes, pero la habitación parecía sola, aunque las voces no se habían callado.

-          ¡Sakura!

-          ¡Sakura!

-          ¡Sakura!

Las voces ahora clamaban su nombre claramente. Pero el resto de las palabras eran imposibles de entender a oídos de Sakura. Sintió manos frías que la tomaban lentamente por los brazos y la obligaban a estar tendida en el suelo, luego otras manos incluso más frías la aferraron por los tobillos, impidiéndole moverse. Trató de concentrarse en las voces a pesar del miedo que recorría todo su cuerpo y nublaba su mete. De pronto el bullicio se hizo claro, como una enredadera de hilos, como cables telefónicos, y tomó uno de ellos como si tomase un auricular, era la voz de una mujer. Se aferró a él y pudo escuchar con precisión. La voz era dulce, maternal.

-          Sakura, muy bien, has decidido calmarte. Ahora escucha. Debes ayudar a Sasuke. Debes rescatarlo.

Aunque no fue capaz de hablar su mente se encargó de decir las palabras necesarias.

-          ¿Cómo? ¿Dónde está?

-          Cuando llegue el momento podrás verlo… Y ayudarlo.

Luego de esto las voces volvieron a aglomerarse, a tornarse confusas. Y luego el silencio volvió. Aún le latía con fuerza el corazón, aún estaba asustada. Se apartó las sábanas enredadas y las dejó de nuevo sobre la cama. Se apoyó del colchón y se puso en pie con mucha dificultad, aún con los ojos bien abiertos a la oscuridad. Con mano temblorosa giró el pomo de la puerta. Salió al pasillo y caminó lentamente. Escuchó pasos en el piso de abajo, supuso que se trataba de los médicos de guardia. Caminó hasta la habitación donde mantenían a Sasuke, por suerte, no había médicos en el área, aunque no tardarían en pasar por allí.

-          Sasuke… - derramando lágrimas. – ya no puedo más… tengo miedo… vuelve.

Aferró la mano de Sasuke que se tendía sobre el abdomen.

-          Vuelve. – susurró.



En el Reino Shinigami se libraba una terrible batalla contra Karasu, que luchaba enfurecido aferrado al poder que le brindaba la serpiente que lo había tentado, que lo había alejado del buen camino, como una vez hizo el demonio hecho serpiente a la ingenua Eva que luego tentó a Adán. Karasu había probado del fruto prohibido, la manzana más venenosa y ahora vertía su ira sobre aquellos que antes fueron sus compañeros y ahora sus enemigos. Mientras, el Shinigami-O se ocultaba bajo la cortina de alas que lo protegían de aquel shinigami. Las columnas caían a su alrededor y las llamas negras lo devoraban todo a su paso, mientras otros se retorcían en el suelo de dolor por las ilusiones tortuosas que aquellos ojos mostraban sin piedad.



Allí dentro de toda esa oscuridad, aún, brillaba una débil llama, como única vela. Allí estaba él, Sasuke Uchiha ¿Qué era ahora? ¿Qué estaba haciendo él allí? – Siempre estuve solo, la vida siempre me apartó de todo y me dejó solo. Desde mis inicios… desde aquellos tiempos en que era Shinigami, siempre, estuve solo. Nunca tuve un compañero, nunca tuve una voz amiga. Solo consumido por la labor de aniquilar demonios, de castigar, de apabullar, de ser temido y nunca amado. Y cuando el amor llegó a encender algo en mí, alguien lo apagó con el más cruel de los tornados. La apartaron de mí. Luego olvidé todo lo que a mi vida concernía y fui abandonado a una suerte sin piedad… Vagué por los caminos confusos de la nada, llegué hasta la cuna de una criatura que estaba por nacer, y me albergué allí con fuerza ¿Y porqué? Porque vi aquel deseo de vivir, aquella ferocidad con la que se aferraba a nacer, a pesar de que su madre estaba cansada, ya no podía más; había sido un parto difícil. La madre estaba débil, perlada en sudor, con las mejillas pálidas, pero aún algo dentro de ella la forzaba a dar más de sí, Él, Sasuke, deseaba nacer. Vi ese deseo de vivir, y me aferré a él con toda fuerza como las últimas de mis esperanzas para seguir con vida. Si esa débil criatura vivía yo debía hacerlo también. Me oculté allí y tomé la vida de un ser humano común. Amé a mi padre, amé a mi madre, amé a mi hermano. Y la vida, nuevamente, me lo quitó todo. Aquel ser, que yo desconocía lo aniquiló con fiereza. Mi hermano se sacrificó para salvar mi vida. El sabía lo que el destino me deparaba y por eso me ocultó, pero fue inútil. Y luego esa débil luz que ya había visto antes, pero no recordaba cuando ni como, volvió a iluminarme con tal delicadeza que me dejé embriagar por ella. Y Él, ese ser empeñado en mi desdicha, ese ser que luego llegué a recordar me lo quitó de nuevo todo. Ahora me hallo en esta oscuridad. Deseando ser rescatado, aunque ya es demasiado tarde. Ya mis ojos comienzan a cerrarse y a abandonar toda lucha, ahora Él forma parte de mí y controla mis deseos, controla mi voluntad. Ya no hay razones para seguir viviendo.

-          ¿Qué es eso? Alguien llora… Escucho lágrimas… es una mujer… ¿Quién es?





Sakura sollozaba mientras se aferraba a las manos de Sasuke. Y de pronto, su cuerpo cobró una terrible rigidez en la columna que la hizo apartarse de él. Tenía la cabeza hacia atrás y los ojos en blanco. Cuando los médicos entraron y la hallaron en esa posición trataron de enderezarla, pero su cuerpo parecía fosilizado. Los labios entre abiertos susurraban algo que los médicos no entendieron. Llamaron enseguida a urgencias. Luego Sakura, cayó como si su cuerpo hubiese vuelto a la normalidad, pero permanecía con los ojos en blanco y los labios semiabiertos.

-          ¿Qué le ha sucedido? – preguntó la doctora rubia.

-          No lo sabemos aún Tsunade sama, la hallamos en una posición extraña y estaba rígida.

-          ¡¡Debemos llevarla a sala de terapia!! – dijo la mujer con voz decidida.

Las voces de los médicos llegaban a Sakura en forma de eco. Y la visión era borrosa, mientras sentía que algo se despegaba de ella. Poco a poco su campo de visión se fue cerrando y todo quedó oscuro. Solo voces.

-          ¡¡Sakura!!

-          ¡¡¡Sakura debes resistir!!!

-          ¡¡Sakura!!

Oscuridad.



Aquel lugar estaba totalmente oscuro, hasta que de pronto, se reflejó una luz que parecía provenir de una ventana, pero ¿Qué ventana? Aquello parecía la nada, no había suelo, no había paredes, o al menos nada podía verse, excepto ese rayo de luz. Sakura caminó hacía ella con pasos cortos, no estaba segura de que aquello no fuese peligroso, pero aún así avanzó. Cuando estuvo frente a la luz esta se disipó revelando un espejo. Primero vio reflejada su imagen luego otra chica apareció frente a ella, Sakura dio un paso atrás por el susto, en el espejo estaba una chica idéntica a ella, pero no era ella.

-          ¿Quién eres? – cuestionó Sakura, posando la mano derecha sobre el espejo, y la chica del otro lado la imitó.

-          Soy tú…hace mucho tiempo atrás. – respondió la chica del espejo mientras su mano izquierda estaba sobre la derecha de Sakura exactamente en la misma posición.

-          ¿Qué es este lugar? ¿Qué hago aquí? – las preguntas se le aglomeraban en la lengua y quería formularlas todas al mismo tiempo.

-          Calma. Es aquí donde debes decidir si seguir o restar.

-          ¿Seguir o restar? ¿Qué quieres decir?

-          Este el camino que conduce al Reino Shinigami. Dime, deseas continuar y salvar a Sasuke o quedarte a esperar.

-          ¿Seguir? Pero que puedo hacer yo…solo soy una humana…

-          Puedes hacer más de lo que crees Sakura. Solo tú puedes salvarlo. Cruza este espejo y camina siempre derecho, aunque creas que has perdido el camino, sigue caminando derecho y llegaras al lugar.

-          ¿Tú me ayudarás?

-          Sí, lo haré, estaré contigo cuando verdaderamente me necesites.

La imagen del espejo desapareció y una fortísima luz volvió a resplandecer. Sakura atravesó el cristal del espejo como si de una cascada se tratase y detrás de él halló un pasillo que se extendía hasta el infinito, rodeado de altas columnas de mármol blanco. Sakura avanzó dubitativa, pero luego siguió caminando cada vez más a prisa hasta casi correr; sentía su cuerpo ligero, sus pies casi se alzaban del suelo frío. Y sus brazos no le estorbaban al correr, al contrario flotaban con el resto de su cuerpo, como si fuese etérea. Se detuvo un momento para tocar sus manos y su rostro y comprobar que seguía siendo ella misma y así era, su cuerpo seguía allí solo que gozaba de una fluidez inigualable, y sus vestimentas de hospital habían sido reemplazadas por un ligero vestido blanco de vuelos, que daban a su figura una mayor movilidad. Entonces, decidida, siguió corriendo por el extenso pasillo. No supo cuento tiempo había pasado desde que había atravesado el espejo, pero aquel tiempo le resultaba eterno. De pronto llegó a una encrucijada, se detuvo de golpe ¿A dónde debo ir? “Derecho siempre derecho” recordó. Miró a ambos lados y siguió el camino recto como Yosei le había dicho. Pero una y otra y otra vez las encrucijadas se atravesaron en su camino. Comenzó a sentirse cansada, y en una de las encrucijadas cayó de rodillas resignada. El cuerpo  le tembló ligeramente, toda señal de ligereza había casi desaparecido.

Frente a ella una figura que no se distinguía comenzó a aproximarse, hasta que estuvo muy cerca para reconocerla.

-          ¿Naruto? ¿Qué haces…Cómo llegaste…Qué?

-          Vine a llevarte a casa Sakura chan, me pediste que te esperara al salir de clases. – con una sonrisa amplia.

-          ¿De clases?

-          Creo que estudiar mucho ya te dañó la cabeza Sakura chan. – extendiéndole la mano, mientras aquella esplendorosa sonrisa estaba en su rostro.

Sakura miró  a su alrededor y estaba en la escuela, llevaba el uniforme puesto y centenares de chicas y chicos entraban y salían de la institución “¿Qué está pasando aquí?”  Se puso de pie y aun asombrada miraba a su alrededor. “¿Iré a casa?”  Y una débil sonrisa se dibujó en sus labios. Tomó la mano de su amigo y comenzó a caminar, cuando…

-          ¡¡CUIDADO!!

El aviso llegó como un estruendo a sus oídos y soltó de súbito la mano de su amigo.

-          ¡¡Tú no eres Naruto, eres un engaño, una ilusión!! – con el seño fruncido.

Y la figura desapareció y el lugar volvió a ser el que era, el largo pasillo de altas columnas de mármol blanco.

Miró a su alrededor y luego continuó su largo recorrido, que comenzaba a ser interminable. Tenía los labios resecos, la boca sedienta, los párpados caídos, las piernas debilitadas, ya había caminado por demasiado tiempo, su cuerpo no aguantaría mucho, el vestido blanco se arrastraba con ella en cada paso, pero, aquella voz susurraba en los más agudos momentos de debilidad para infundirle ánimos. Mucho después de haber oído el último susurro miró a los lejos, el pasillo había cambiado, era el camino a su antigua casa, sintió un alivio enorme.

-          ¡Madre! ¡Padre! – dijo casi sin aliento. Y con esfuerzo corrió hasta el edificio de tres pisos. La voz volvió a sonar, pero ya estaba demasiado sorda para oír la voz, la ilusión había nublado sus sentidos. - ¡madre! ¡padre! – los llamó una y otra vez. Su madre, dulce y hermosa abrió la puerta para recibirla y la estrechó entre sus brazos. El padre se unió a ellas. – Los extrañé… - con lágrimas en los ojos.

-          Nosotros también a ti, Sakura. Fue demasiado tiempo separados. – dijo su padre, besándole la frente.

-          Ahora estamos juntos hija mía. – dijo su madre.

-          ¡¡SAKURA…DESPIERTA…DESPIERTA!!

Una suave brisa sopló, acariciando el rostro de Sakura, y cuando abrió los ojos, estaba sola, sola en el frío pasillo. Ni su familia ni su casa estaban allí.

-          ¡¡¿Porqué hiciste eso?!! – gritó a los cielos. - ¡¡¿Porqué me separaste de mi madre y mi padre?!!

-          ERA UNA ILUSIÓN SAKURA, NADA MÁS, ELLOS NO ERAN TUS PADRES.

-          ¡¡¿Porqué debo pasar por esto?!! – casi sollozando.

-          ESTO ES UNA PRUEBA Y DEBES DEMOSTRAR QUE ERES CAPAZ DE SUPERARLA. DEBES SER FUERTE Y AVANZAR.

-          Es tan difícil… Pero no voy a rendirme… deseo ver a Sasuke.

Sakura se puso en pie, fijó la mirada al frente, respiró hondo y poco a poco su cuerpo recobró toda su fuerza y casi a trote comenzó a avanzar.

-          YA FALTA POCO… - susurró la voz. – SOLO DEBES “VER” Y VERÁS…



Sakura miró hacía adelante ¿Ver? Y sus ojos de un intenso verde fijaron un punto en la lejanía, allá casi invisible algo… Corrió más y más a prisa hacía el, las columnas de mármol pasaban por su vista de forma borrosa, casi formaban una uniforme mancha grisácea, y una puerta enorme se figuró ante ella, tenía dibujada una serie de símbolos que fueron incomprensibles para ella, se acercó a esta y acarició el tallado sobre la elaborada madera, detrás de ella se ocultaba el Reino Shinigami, el reino que pertenecía solo a los inmortales, y ella una humana mortal estaba a punto de traspasarla. Aferró su mano a la manilla y la hizo girar tomando un aire de valor. La puerta gigantesca se abrió a pesar de la minúscula fuerza que la movía y develó un lugar solitario, lleno de naturaleza muerta y altas columnas de mármol negro, como un lugar abandonado. Caminó con sus pies descalzos sobre las hojas secas que habían caído sobre el suelo pétreo y frío. Miró el cielo que allá arriba lucia plúmbeo y triste. Los árboles se alzaban con troncos grisáceos y hojas y flores marchitas. Una brisa fría le heló el cuerpo y la hizo estremecer en un escalofrío. Y sobre la colina que se comenzaba a alzar a unos cien metros de ella se vislumbraba un templo del mismo mármol de todo el lugar. Caminó despacio mientras su vista recorría aquel reino desolado, y la brisa arrastraba consigo las hojas secas que se enredaban en sus rosáceos cabellos lisos.

De forma repentina un dolor invadió su corazón, el mismo dolor de hace tiempo, y aquella marca volvió a aparecer dibujándose en todo su pecho. Luego el dolor fue cesando poco a poco y continuó su camino hasta el templo. Con gran esfuerzo subió la alta colina; las piernas le temblaban, su cuerpo exhausto, el verdadero cansancio comenzaba a mellar en ella. Miró al cielo y luego la puerta frente a ella, con sus últimas fuerzas la abrió, y sus ojos se abrieron de súbito al ver la escena que se dibujaba ante ella, una masacre, una terrible masacre y las manos del Shinigami de Alas Negras teñidas de un intenso rojo carmesí y una expresión desquiciada en su rostro. Aquel no podía ser Karasu en absoluto.

La puerta se cerró tras de sí haciendo un gran estruendo, y todos giraron en dirección del sonido.

-          ¿Sakura? – dijo impactado el shinigami de Alas Plateadas.

-          ¡Sakura! – exclamó Karasu. - ¡¡Qué sorpresa más grata!! – rindiéndole una reverencia para darle la bienvenida.

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