Capítulo 2.

651 61 10
                                    

Capítulo 2.

Hice caso omiso de las palabras que la joven me decía. Simplemente tomé la pequeña libreta que suelo cargar en el bolsillo junto a un bolígrafo y comencé a anotar.

- ¿Cuántos años tienes? – pregunté.

- Diecisiete años doctor.- respondió con la mayor tranquilidad.- ¿Y usted?

- ¿Desde hace cuánto estás aquí?- pregunté ignorando su cuestionamiento.

- ¿Por qué no me responde? – dijo alterando ligeramente el tono de su voz.

- Vine aquí con el propósito de ayudarte, no para hablar sobre mí. ¿Cómo te hiciste todas esas heridas? – señalé.

- No me las hice yo.- dijo con la mirada fija en mí. Sus ojos parecían fulminantes.- Es decir si lo hice, pero no por mi propia voluntad.

- No entiendo.- mentí, para que pudise explicarme.

- De seguro si le digo no me creerá como muchos otros que ya lo han hecho. Puede leerlo todo en mi historial, hay muchas notas respecto a eso. ¿Sabe lo que se siente hacer cosas en contra de su voluntad?- Acortando las distancia entre los dos.- Que sus brazos y piernas se muevan solas. Que no le permitan comer ni beber. Mire mis manos...- dijo casi con histeria.

Desvié la mirada de sus ojos a sus delgadas manos, estaban maltratadas y las uñas estaban rotas como si hubiese intentado rasgar una piedra con ellas. La miré de nuevo a los ojos tratando de buscar algún mensaje oculto. De pronto me pareció que no solo padecía la esquizofrenia si no algún otro problema mental. Ella me miraba con esos profundos ojos jade, escrutándome de arriba abajo.

- ¿Ha escuchado hablar de posesiones? – dijo de repente.

- Si, muchas veces. No son más que historias fantásticas.- le respondí con frialdad. Ella rio.

- Le hablo de una posesión de verdad, de esas que el cuerpo actúa por sí solo, como si alguien más a quien no puede ver lo moviese ¿Sabe? Mi cuerpo le pertenece a ellos desde que cumplí los diez años, es siempre así...

- Mañana por la mañana vendré a realizar la primera visita médica. Por hoy fue suficiente. – cerrando la libreta de un golpe y guardándola en mi bolsillo.

- Entonces... hasta mañana doctor. – la sonrisa que se dibuja en su rostro era irónica.

El doctor Himura me esperaba afuera, aunque no dijo nada, sólo me llevó a mi nueva habitación y quedamos de hablar a la mañana siguiente. Esa noche fue la primera vez que dormí en mi habitación. Era pequeña, apenas cabía una cama y un escritorio viejo. La ventana estaba justo detrás de la cama y la luz se proyectaba por todo el cuarto. Al lado del escritorio estaba un armario que hacía juego con el mismo, ambos desgastados por el paso de los años, y las paredes eran de un blanco amarillento que le daban un toque de antaño a la habitación. En verdad, me costaba pensar que aquel hospital fuese tan famoso.

Monté mi maleta sobre la cama y comencé a sacar la ropa para ubicarla en el armario. El hospital permanecía en absoluto silencio, lo único que se llegaba a oír eran los búhos afuera en el bosque que lo circundaba. Vacié la maleta y la guardé sobre el armario. Me tendí pesadamente sobre la cama mirando el techo, en el que se trazaban algunas grietas, más que todo en las esquinas. Entonces comencé a recordar las palabras de la señorita Haruno, todo parecía una historia fantasiosa, producto mismo de la esquizofrenia. Debía realizar una serie de exámenes médicos para establecer un diagnóstico seguro, no quería basarme en las pruebas ya realizadas por otros colegas. Recordé lo miserable que se veía su cuerpo lleno de hematomas, rasguños; las uñas y las ojeras bajo sus ojos; nunca había visto un paciente en ese estado. Se veía devastada.

EL Diario del Dr. UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora