Capítulo 27

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Permaneció despierta por largo rato, se sentía perturbada por aquel sueño, no sabía exactamente que pensar. Se levantó y  caminó por toda la habitación. Ninguno de sus sueños había tenido un efecto como ese, era una sensación de haber vivido en esa época, de haber estado en ese lugar, de haber comido esas fresas y de esperar a alguien. Se llevó una mano a los labios como si tratara de recordar algo, pero fue en vano. Volvió a acostarse con la intención de continuar su sueño.

Cuando volvió a dormirse no soñó con más que puras imágenes mezcladas del pasado y el presente, de cosas sin sentidos y otras que si lo tenían, y lo último que vio antes de abrir los ojos fue la imagen de un hombre en las sombras con las alas completamente desplegadas y tras de él la figura de un hermoso cuervo de espeso plumaje negro que exhaló un agudo graznido. Se quedó un par de minutos acostada pensando en aquel hombre, debía contarle a Kakashi en cuanto regresase. El sonido de los cascabeles la hizo levantarse. Gaara estaba rezando cuando ella salió al patio central, se quedó allí por unos minutos hasta que él terminó sus oraciones.
- ¿Pasa algo? – preguntó con voz seria.
- No, es solo que quería lavarme la cara y…
- ¡Ah! Sigue por ese pasillo. – indicando con la mano.
- ¡Gracias!
Juntó ambas manos para recoger el agua y llevarla hasta su rostro, cuando volvió a hacerlo vio la clara imagen de aquella joven en el agua que había en sus manos y la soltó bruscamente. Se apartó del balde y luego se miró en el pequeño espejo que había enfrente. Palpó su rostro con los dedos buscando a aquella joven que de pronto volvió a aparecer en el reflejo del espejo. Ambas se miraron haciendo los mismos gestos y al mismo tiempo. Sakura tocó el cristal y ella hizo lo mismo. La joven del espejo era muy parecida a ella, pero más madura, como si tuviera veinte y tantos años y no diecisiete, los labios eran un poco más pronunciados y los ojos ligeramente más rasgados, y el cabello estaba recogido en una trenza tal como ella la había soñado. Permaneció largo rato mirándose, buscando en ella a sí misma, pero la joven no estuvo allí más que unos instantes, luego desapareció dejando intacta la imagen de la verdadera Sakura. Terminó de asearse y salió confundida y llena de preguntas que de seguro nadie sabría responder.

Cuando fue a reunirse con el joven monje vio que estaba acompañado, eran Naruto y Hinata. Dio dos pasos atrás cuando los vio.
- ¿Naruto, Hinata? – sorprendida.
- Sakura ¿Por qué haces esto? ¡No debiste escapar!
- No escapé solo… lo siento Naruto, Hinata, siempre les traigo problemas.
- No digas eso. – Naruto se había levantado y la sujetaba de los hombros. – Tú nunca has sido un problema Sakura, es solo que estábamos preocupados, incluso el doctor Hatake.
- De verdad, lo siento mucho. – bajando la mirada. - ¿Pero cómo supieron que estaba aquí?
- En  mis premoniciones te vi aquí en el templo y no el hospital. Sentía tu energía muy lejana y casi imperceptible.  – dijo Hinata sonriendo.
- Supongo que no puedo escapar tan fácilmente. Rio bajo. – Hinata. – dijo de repente como si acabara de recordar algo muy importante. - ¿Recuerdas el sueño que tuviste?
- Si lo recuerdo.
- Yo también he tenido sueños similares, muy extraños a decir verdad. Pero antes debo contarles algo importante.
- Sentémonos. – dijo el joven monje con parsimonia. Todos obedecieron.
- La razón por la que vine al templo es para averiguar la existencia de  los shinigami, y pensé que Gaara sabría algo.
- Pero ¿Por qué querías saber sobre los shinigami, acaso tiene algo que ver con ese asunto? – inquirió Narutoconfundido.
- Mucho,  les explicaré. La llegada del doctor Hatake al hospital no fue mera casualidad. Él es un shinigami.
- ¡¡¡¿¿SHINIGAMI??!!! – exclamó Naruto ruidosamente. – ¡O ese tipo enloqueció o yo lo he hecho primero!
- Silencio. – murmuró Gaara con parsimonia.
- No miento… Su misión es encontrar a un shinigami que encarnó en el cuerpo de un humano a causa de un castigo que le fue dado por incumplir con las reglas de los shinigami. Ese shinigami a quien busca cumplía la labor de capturar a los espíritus errantes más poderosos.
- Pero ¿porque solo él?
- Dentro del mundo de los shinigami existen varios rangos, el pertenece al gremio de los shinigami de alas negras, quienes se dedican a la búsqueda de espíritus invasores, es decir capturar a aquellos espíritus que interfieren con el hilo de vida de los humanos.
- Pero si son tantos cómo sabremos quién es. –interrogó Naruto un tanto confundido por tanta información.
- Ninguno es tan fuerte como él según me explicó el doctor Hatake.
- Entonces… Él es el único que puede salvarte… - concluyó Hinata, quien había permanecido callada. – Pero ¿Qué tiene que ver el sueño?
- No se… Pero desde ayer he tenido sueños que parecen de otra vida. Aparece la figura de un hombre de alas negras, pero nunca logro ver su rostro, siempre está entre sombras y la joven que aparece es muy parecida a mi solo que mayor ¿Crees que Sasu…?
- No, no creo… Puede estar extrapolando su imagen para tener una representación del Shinigami. – habló el monje.
- Es posible, ya que en el sueño solo tú te ves claramente, pero él no… - dijo la sacerdotisa.
- Bien, creo que lo mejor será hablarlo con ese doctor, debería decir shinigami… ¡Aaj! ya no sé. – dijo Naruto revolviéndose los rubios cabellos.
- Ya es hora de que regresen. – dijo el joven monje. – Ten esto Sakura, lo preparé para ti, es bueno que lo lleves siempre contigo.
- ¿Qué es?
- Un omamori. – mientras colgaba el dije en su cuello. – Debes llevarlo siempre Te protegerá de él, así sus fuerzas se contendrán, es un espíritu tempestuoso. Debes ser cautelosa.
- Lo seré. Gracias por su hospitalidad. – haciendo una reverencia.
- Siempre estaré aquí. – en su rostro se dibujó una ligera sonrisa.
Emprendieron el viaje de regreso a Tokio. Sakura estaba muy pensativa respecto a todo lo que había pasado en las últimas horas, todo resultaba muy confuso para ella, pero no se rendiría ahora tenía más fuerza que nunca, además tenía la grata sensación de que cada día que pasaba se acercaba a su libertad. Pero algo seguía fijo en su mente, la imagen de aquella joven en el espejo, idéntica a ella ¿Sería alguna antepasada o ella misma?
Cuando regresaron el hospital seguía sus rutinas como siempre, solo el director esperaba impaciente en su oficina y el doctor Hatake que acaba de salir a recibirlos cuando le informaron de su llegada.
- Si había algo que te perturbaba, debías consultarlo conmigo, no olvides que sé a dónde vas. – murmuró Kakashi cuando la abrazó.
- Lo siento. - apenada – hay muchas cosas que debo contarle.
- Sí, pero antes debemos crear todo un teatrillo al director. – arquenado una ceja. – Hinata, Naruto, será mejor que vayan a casa.
- ¡Claro señor shini… Quiero decir doctor! – guiñando el ojo.
- ¿Les contaste?
- Tuve que hacerlo. – arqueando una ceja.
Cuando entraron a la oficina el director tamborileaba con los dedos sobre la madera del escritorio. Kakashi se aclaró la garganta antes de hablar, mientras Sakura permanecía con la cabeza gacha.
- ¿Y bien, que explicación tiene señorita Haruno para tal comportamiento?
- Ninguno señor…
- ¿Dónde estuvo?
- Pase la noche en mi antigua casa…
- Pero ese lugar es inhabitable desde hace ya varios años ¿Cómo se te ocurrió ir a ese lugar?
- Lo siento… no pude evitarlo…
- ¿Cómo escapaste?
- Por la capilla… la verja tiene una abertura… por ahí escapé.
- ¡Ahora mismo mandaré a cerrarla! Tienes prohibido salir.
- Sí, señor.
- Y en cuanto a usted doctor Hatake tenga los ojos bien abiertos con esa paciente.
- Los tendré señor. Disciplina ante todo.
Ambos salieron de la oficina conteniendo las ganas de reír.
- No vuelvas si quiera intentar escapar de nuevo. – le advirtió al salir. – Nos hemos arriesgado demasiado.
- Lo siento. – dijo entre apenada y pícara. – Esta noche te contaré lo que he hablado con el monje.
- Está bien. – sonriente mientras le daba una cariñosa sacudida.
Kakashi siguió con su rutina mientras y Sakura se encaminó hacia la concina donde halló a  la anciana acabando de hornear galletas y las guardándolas en un gran frasco de vidrio que estaba sobre la mesa. Sakura caminó despacio sorprendiéndola por la espalda. La pobre anciana soltó un gritillo y dio un salto por el susto que casi le hace derribar la bandeja de galletas.
- ¡¡Sakura, no le des esos sustos a una anciana!! – dándole golpecitos en el brazo mientras ella reía.
- ¿Me obsequias una galleta? – dijo con expresión infantil.
- NO…
- Vamos Chiyo, una sola. – rogó con ojos cristalinos.
- Está bien. – dándole una. – Por cierto hay una persona que ha preguntado por ti.
- ¿Sai? – tratando de adivinar.
- Además de él.
- No se me ocurre alguien más.
- El chico nuevo, Suigetsu.
- ¿De verdad?
- Así es, creo que le agradaste.
- Dame unas, se las llevaré.
Tomó un par de galletas y las envolvió en una servilleta. La anciana le había dicho que se encontraba en el salón de música, y hacia allá se encaminó. Abrió las puertas dificultosamente, solo estaban un par de pacientes y al fondo, sentado al borde de la ventana estaba él, con los pies descalzos. Parecía muy pensativo.
- ¡Ten! – extendiéndole las galletas.
- Escuché que escapaste ¿Cómo lo hiciste?
- Por un agujero de la verja, detrás de la capilla. Cómelas, están calientes. – ofreció.
- Gracias… - dijo con desgana.
- Chiyo me dijo que preguntabas por mí.
- Si, solo por curiosidad. – se excusó. - Quería saber cómo habías logrado huir de este lugar.
- No estás siendo sincero. – buscando su mirada.
- Bueno… Es solo que… eres la única con la que creo puedo hablar.
- Pero si cuando nos conocimos no fuiste más que un grosero.
- Si, lo sé… - mordiéndose el labio. – Si escapaste ¿Por qué volviste?
- Nunca escapé… solo fui a dar una vuelta.
- Ayúdame a hacerlo. – pidió.
- Es inútil, ya el director mandó  a cerrar la verja. De todo modos tampoco lo habría hecho, eso me metería en problemas.
- No quiero quedarme aquí, no soporto estar encerrado… toda mi vida lo he estado.
- Te ayudaré, pero no ahora. Debemos esperar un poco más. Pero puedo hacer algo que te va a animar.
- ¿Qué? – arqueando una ceja.
- Tocar el piano para ti. – sonriendo.
- ¡Wow! ¿Sabes hacer eso?
- Sí.
Se sentó frente al piano y comenzó a tocar una melodía muy alegre, mientras Suigetsu permanecía apoyado sobre la cola del piano escuchando atentamente. Sus dedos se movían rápidamente por todo el teclado haciendo sonar notas fuertes y agudas en un compás animado, mientras de reojo veía el rostro animado de su nuevo amigo. Sakura mostraba una gran felicidad aunque por dentro, aquel demonio se retorcía entre recuerdos que pensaba haber enterrado.

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