Capítulo 4

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Cassiel Grace

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Cassiel Grace

Me encontraba caminando de un lado a otro en la sala de juntas. Estaba más allá de lo preocupado. Encima, me sentía un tanto mareado, pero me lo merecía, no debí hacer lo que hice anoche.

Estábamos hablando de magia oscura, la magia oscura se alimenta y fortalece con energía, y sin energía, la muerte es segura... y definitiva.

El consejo organizó una reunión en la que ha sido requerida la presencia de cada uno de los miembros, excepto por Austin que está intentando encontrar la manera de despertar a Claire, quien no ha abierto los ojos desde que se desmayó en mis brazos anoche.

En el baile tuvimos que decir que la reina se encontraba bien, pero que había decidido que era mejor descansar por lo que restaba de la noche. Los nobles no deben saber que mi melliza corre peligro.

La mayoría de ellos son cuervos, esperando a sacarnos los ojos. Son personas ambiciosas de poder que aguardan por la más mínima oportunidad para sacar provecho. No dudo que alguno de ellos tendría la intención de dar un golpe de estado si se enterara del precario estado de nuestra soberana.

Eliah también había sido puesto bajo protección desde que el alboroto ser armó en la sala del trono. Incluso cuando la fiesta ya había terminado debido al problema y la corte sólo esperaba por información sobre la salud de su soberana, el príncipe no volvió a ser presentado. Lamentablemente tuvimos que encerrarlo en su recámara con Brisa y cuatro guardias afuera de su puerta. No podíamos arriesgar que algo le sucediera al heredero; Claire nos mataría si su hijo saliera lastimado.

En cuanto amaneció, el llamado del consejo a la sala de juntas nos había obligado a todos a asistir. Los presentes intentábamos dar ideas que podrían ayudar a Claire, pero ninguna era válida. Cada idea tenía un impedimento, algo que no nos dejaba llevarla a cabo.

—Ya sé —hablé luego de un rato de pensar si era prudente comentarlo—. ¿Recuerdan que ligué mi vida a la de Claire, así mi energía la mantuvo con vida? —me apoyo en la mesa con las manos, al tiempo que los veo asentir—. Puedo hacer eso de nuevo, podríamos sacrificar otros cien...

—Definitivamente no —espetó mi prometido con fuerza. Yo iba a hablar de nuevo, pero Julian me cortó otra vez—. Y no, eh.

Ante eso, me crucé de brazos, molesto. Nunca puedo hacer nada, no soy útil en ningún sentido, sólo estoy pintado. Desde que tengo uso de razón ha sido de esta forma, y probablemente nunca cambiaría.

Aunque sé que la respuesta seguirá siendo negativa, decido intentar convencerlos de nuevo, tenía que tratar con todo.

—Haré lo mismo de los cien hechiceros, estaré bien —volví a hablar, ahora con un ligero tono de súplica—. No va a pasarme nada, amor. Necesito hacerlo.

—Que no —soltó de nuevo, girándose hacia mí. Su mirada en mis ojos me demostraba que no iba a permitírmelo—. No vas a ponerte en peligro, corazón.

La Unión {Elementales III}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora