Capítulo 13

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Austin Grace

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Austin Grace

—Buenos días, querida —susurré. En seguida, escuché su risa por lo bajo. Sonreí porque escucharla simplemente me alegraba.

—Buenos días, lindo —respondió y se giró para darme un pequeño y tierno beso—. Bueno, es fin de semana, lo que quiere decir que Cass y Julian cuidarán a Eliah estos dos días, así que estoy libre, ¿Qué vamos a hacer?

Me tiré a un dado para quedar acostado boca arriba y mirar el techo para pensarlo unos segundos.

—Había estado pensando en ir a entrenar juntos —propuse, seguido de ello, Bri se acostó sobre mí y sonrió—. Es que nunca hemos tenido la oportunidad de hacerlo juntos. Luego de eso podemos ir un rato al lago, tal vez podríamos irnos a la mansión al otro lado del río para cenar, ¿Te parece, Briseida?

Ella no pudo evitar girar los ojos por cómo la llamé y se quitó de encima de mí. La castaña se levantó de la cama, arrastrando con ella una de las tantas sábanas de seda para envolverse en esta, así evitando que vea su cuerpo desnudo, aunque aunque era totalmente una pérdida de tiempo hacer aquello, yo ya había memorizado cada pequeña parte de él y me fascina.

Cada divino centímetro de su tersa piel blanca, cada diminuto lunar de sus piernas y aquella marca de nacimiento en forma de media luna que tenía en la mano derecha. Todo de ella era perfecto, todo de ella me parecía hermoso y quería que todo lo compartiera conmigo y nadie más.

—Eso suena bastante bien, pero primero debo vestirme, ¿No crees? —se mordió el labio inferior, provocando que mi sonrisa se agrandara.

—No, la verdad es que para mí te ves muy bien así —respondí muy pícaramente y ella rió con diversión.

Me detuve a observarla por algunos segundos, algo perdido en las curvas a las que se apegaba la seda. La tela delineaba mi campo de batalla, mi templo y mi paraíso, obligándome a contemplar como un mendigo todo lo que tiene para ofrecer, y haciéndome retener mi ansias de saciar el dolor seco en mi garganta en sus cascadas de agua divina.

Le hice señas para que se acercara a la cama, a final de cuentas yo estaba aquí para pedir su misericordia y rogar por que me brindara un poco de todo aquello que me moría por saborear. Después de todo, algunos nacemos con la suerte de recibir aunque sea una mirada de esos ojos, y obtener la dicha de encontrarnos con el cielo.

Y sus labios, suaves y tibios sobre los míos, dándome un probada de lo que podría ser el elíseo.

—Te quiero, Brisa —balbuceé cerca de su boca, encantado con ese beso que me había subido a las nubes.

Ella sonrió antes de dejar otro dulce beso en mis labios.

—También te quiero, Austin —susurró y volvió a alejarse de la cama—. Ya tengo que irme, si es que queremos hacer todo lo que dijiste.

La Unión {Elementales III}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora