Capítulo 12

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Cassiel Grace

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Cassiel Grace

Todo me molesta: el sonido del reloj, los tenedores chocando en los platos, la copa que tiene mi hermano frente a mí y las ganas de tomarme el vino que esta contiene hasta que no quede ni una maldita gota.

Las situaciones de presión me ponen en ansiedad extrema, y sólo me hacen querer tomar la salida fácil.

Por lo general aquello no era una lucha constante, pero con la recaída la abstinencia se ha vuelto un reto gigantesco. Hacía mucho tiempo que no experimentaba esa ansia, y debía decir que no la extrañaba.

—Necesito tomar aire fresco —digo en voz baja, para que sólo mi prometido me escuche.

—Termina de comer primero, por favor —me pide, hablando de la misma manera—. Amas comer y no lo has hecho desde el desayuno, eso me preocupa.

—Sólo no tengo hambre —mentí. La verdad es que sólo quiero alejarme del alcohol.

No quería que esta recaída eclipsara mi vida. Ya había hecho que Julian aplazara la boda, y si no demostraba que era capaz de mejorar, ser su esposo es algo de lo que puedo olvidarme por un buen rato.

Además quería progresar porque detestaba mi adicción y cómo esta me hacía sentir. Odiaba los recuerdos que me traía cada recaída, y no estaba dispuesto a lanzarme al espiral interminable en el que estuve ya mucho tiempo atrás.

—Te tiembla el ojo, estás mintiendo —señaló aquel hecho—. Terminemos de comer y te acompaño, ¿Sí?

Asentí con la cabeza, tampoco es como que sienta el impulso de tomarme las copas de vino que hay en la mesa, pero sí quisiera hacerlo. Siempre olvido lo difícil que es la abstinencia.

Es mucho más difícil en una situación en la que me siento tan incómodo y avergonzado. No sé ni siquiera cómo mirar a mis padres a la cara.

Y como siempre que me prometo a mí mismo que no voy a tomar, intento cumplirlo, pero es tan difícil mantenerlo porque lo único en lo que puedo pensar es en la paz que me trae esa sustancia, la tranquilidad que se siente cuando lo hago.

No terminé mi plato, pero comí lo suficiente. Cuando decidí no ingerir nada más, eché para atrás la silla y me levanté para alejarme un poco de la mesa.

—Con permiso —hablé en voz baja.

—Cass, espera —escucho la voz de Austin—. Sabes que puedes hablar con nosotros si lo necesitas, ¿Verdad?

—¿Y tú qué? —cuestioné con desagrado. Pude ver cómo bajó la cabeza y enseguida pasé mi mirada a mi futuro esposo, que me mira de manera reprochante—. Lo siento, no estoy de humor, me retiro.

No esperaba que Austin reaccionara tan tranquilo a que le hablara así. Normalmente, mi hermano haría una broma o sonreiría ante mi tono tan hostil, sin embargo me he quedado un poco sorprendido ante aquella acción tan poco propia de él.

La Unión {Elementales III}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora