Capítulo #6

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Elisabeth se había despertado y a su alrededor todo era oscuridad. Aún estaba boca abajo, en la cama, con la falda levantada y las nalgas al aire tal cual como la había dejado su papi.

Gruñó y estrelló sus puños contra la  cama, se sentía llena de rabia y maldijo a Vincent para sus adentros.

Dicen que no hay nada peor que una mujer con ganas de sexo frustradas. Elisabeth ahora sabía que aquello era cierto. No solo tenía ganas de sexo, Vincent había tenido el descaro de calentarla, azotarla, masturbarla y ahora humillarla dejándola con las ganas y un castigo inmerecido. Pero lo pagaría, se juró para si misma que lo haría pagar caro aquel desplante.

Bien dicen los más experimentados, no hay peor demonio que una mujer con el ego herido.

Elisabeth salió de la cama con dificultad, le dolía sentarse y en general le dolía el cuerpo. Sentía como si un camión le hubiese pasado por encima, pero aún así hizo todo el esfuerzo posible para llegar al baño.

Llenó la tina con agua tibia y se introdujo en ella. El agua relajaba sus músculos y aliviaba el dolor que sentía.

El baño le tomó unos cuantos minutos, hasta que sintió que se dormía en el borde de la tina y decidió salir de ella.

Se envolvió una toalla en la cabeza y tapó su cuerpo desnudo con una bata de baño, no sin antes mirar sus nalgas en el espejo, estaban marcadas y enrojecidas.

Sus ojos se llenaron de lágrimas pero cargadas de ira, él pagaría por ello.

Elisabeth abandonó la habitación, aún con cierta esperanza de salir y encontrar a Vincent sentado en el sofá, pero no, estaba sola tal y como él le había dicho, estaba castigada y sola.

Lo bueno es que el refrigerador estaba repleto de cosas que le gustaban, al igual que la alacena. El estómago le gruñó, así que decidió optar por lo básico. Un tazón de cereal, leche y fruta.

Mientras lo comía paseaba por la cabaña que ahora notaba que tenía dos habitaciones, la primera, era donde ella había sido azotada por su papi y la segunda parecía estar cerrada con llave. La ignoró para luego encontrar con un pequeño estante lleno de gavetas donde reposaba un candelabro, un porta retratos acostado y lo que parecían ser flores frescas.

Elisabeth pensó que eran artificiales, pasó sus dedos por las flores para notar que eran reales y despedían un aroma agradable. Vincent lo había planeado todo porque definitivamente ese lugar no parecía ser uno abandonado, estaba lleno de comida y flores frescas, su plan siempre fue llevarla y dejarla allí. Levantó el portaretratos y se encontró con una imagen familiar.

En la foto, una mujer rubia, con el cabello rulo y la nariz respingada, de unos veintitantos años abrazaba a un Vincent más joven quien exponía su hermosa y perfecta dentadura en una sonrisa de oreja a oreja mientras pasaba un brazo por el hombro de la mujer y con el otro brazo atraía a su cuerpo a una niña de unos diez u once años que también esbozaba una gran sonrisa.

Elisabeth se sacudió.

En la foto, eran ella y su madre, sonriendo, pero ¿Por qué ella no recordaba esa foto? Al fondo estaba la cabaña. Quizás por eso al llegar, aquel lugar le transmitía una sensación familiar, pero lo hubiese recordado.

Terminó el tazón de cereal y se regresó a la habitación. Aun desnuda bajo la bata y con la cabeza envuelta en la toalla se dejó caer sobre la cama, estaba exhausta.

**

Elisabeth se despertó en mitad de la noche con un ruido raro. Salió de la cama y se encaminó hacia la otra habitación.Un halo de luz se vislumbraba por la puerta entreabierta y de ella salían ruidos casi imperceptibles.

No Tan Inocente - +18 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora