De amargo a dulce

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-De amargo a dulce- Editado

Ron volvía con Harry a su dormitorio después de la cena, hablando de todo lo sucedido a lo largo del día. Habían conseguido que muchos se apuntaran al ''Grupo Contra los Tarados del Ministerio de Magia''. Muchos más de los que ellos hubiesen imaginado, y aunque Ron todavía seguía un poco molesto con Hermione, estaba más relajado, más que nada porque sabía que ella había hablado con Harry, y ahora empezaba a sospechar que tarde o temprano se acercaría a él y le pediría perdón por la bofetada que le había dado, y es que Ron sentía que no había sido el culpable y el causante de la pelea, sino Hermione por haber estado quedando con un chico a escondidas y haberlos dejado a ellos al margen. Cuando llegó a la habitación, más animado y abrió la puerta, Neville ya estaba allí. Dean y Seamus, por otra parte, aún no habían vuelto del Gran Comedor.

— ¡Harry! ¡Ron!— exclamó Neville, muy emocionado. Ellos se miraron, sin saber qué ocurría— Alguien ha entrado en la habitación.

Ron se quedó lívido al escucharlo, preguntándose si acaso aquello era motivo de celebración.

—¡Y cómo puedes estar tan contento! ¡Vamos a avisar a Dumbledore!— espetó dispuesto a salir del dormitorio pero Harry lo retuvo.

— Espera, Ron.

El pelirrojo se giró sobre sus talones y vio algo que lo dejó desconcertado. Un montón de ropa nueva sobre su baúl. Con mucha curiosidad y algo más tranquilo, se acercó para echarle un vistazo, preguntándose de dónde habría salido todo aquello, porque era evidente que no pertenecía a ninguno de sus compañeros de habitación ni a Harry. También pudo apreciar por el tejido y la calidad, que la ropa parecía bastante cara.

— ¿Burberry? ¿Qué es esto? ¿Lacoste? — confuso, cogió la ropa y fue dejándola sobre la cama, dudando por un instante si eran regalos a pesar de que las navidades ya hubieran terminado. Además, ese año en concreto, su madre ya le había dado un jersey y un gorro de lana.

Harry, en cambio, creyó que lo mejor sería salir de dudas.

— Neville, ¿sabes quién ha entrado en la habitación?

Él se quedó en silencio.

— No. No lo sé, pero antes cuando volví, vi esto— le dijo, tendiéndole una carta— Estaba en la almohada de Ron.

Ron se enrojeció de pronto. ¿Una carta? ¿Y ropa nueva? Tuvo claro en seguida que alguien le había mandado esos regalos.

— No la habrás leído, ¿verdad?— le espetó arrebatándosela. Neville negó un par de veces con la cabeza y se acercó al escritorio.

— También está esto— comentó soltando una risita pero Ron se puso pálido al ver una caja con la imagen de una mujer con el pelo rubio platino. Se preguntó por un momento qué sería y por qué le habrían regalado algo así, pero finalmente sacudió la cabeza y ansioso, desdobló la carta.

— Será mejor que la lea.

Harry y Neville asintieron en silencio y se fueron a sus respectivas camas un rato, dejándole espacio. Ron, con los nervios a flor de piel, se sentó en el escritorio y comenzó a leer la carta, deseando averiguar quién le había mandado aquellas cosas tan raras. Por un momento pensó que quizás se trataba de una broma, que estarían riéndose de él, pero al volver a clavar la vista en la ropa se dijo a sí mismo que era imposible, que aquello era demasiado costoso como para tratarse de un engaño.

''Querido pelirrojo...no sé por qué te escribo estas líneas, ni tampoco sé si llegarás a leerlas...

Harry se sentó en su cama, esperando a que su amigo terminase de leer pero se distrajo al ver que, en su mesita de noche, había unas gafas nuevas y una nota. Abrió mucho los ojos, sorprendido y dio por hecho que los regalos habían sido de Molly para los dos, pero en seguida lo descartó porque para empezar, no tenía sentido que la madre de Ron le comprase un tinte a su hijo para que se tiñera de rubio. Era absurdo.

El príncipe durmiente de las serpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora