Nochebuena: La casamentera y Santa Claus

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-Nochebuena: La casamentera y Santa Claus-Editado

Cuando Hermione regresó a su habitación vio que las demás ya se habían despertado, que aún parecían estar algo adormiladas y que tenían el cabello un poco alborotado por haber dormido arrebujadas entre las mantas. Lavender y Parvati estaban emperifollándose como de costumbre, echándose potingues frente a un espejo de la habitación, Luna observaba al bichito de la caja con adoración y Ginny se había tumbado en la cama, cubriéndose la cara con el brazo porque tenía un dolor de cabeza insoportable.

— Chicas, escuchadme un momento— las llamó para que dejaran lo que estaban haciendo y centraran su atención en ella.

Lavender la miró desde el espejo con una sonrisa. Parvati, en cambio, cogió un grueso cepillo y se lo empezó a pasar por el cabello para desenredárselo.

— ¿Cómo estás, Hermione?— inquirió.

Hermione desvió la mirada. En realidad se encontraba mal, pero no quiso preocuparlas. Dedujo que su dolor de cabeza remitiría pronto, en cuanto le hiciera efecto la pastilla que se había tomado.

— Eh, yo bien...¿y vosotras?

— Genial, estupendamente— dijo Luna muy feliz.

Pero Ginny no parecía estar de tan buen humor. Con ojeras, se levantó de la cama y se aproximó a Hermione.

— De eso nada— espetó con frialdad— A mí me duele un montón la cabeza. Eso sí, tengo un poco de hambre.

Hermione suspiró.

— Yo ya he desayunado...si es que puede decirse así— dijo con un hilo de voz— mis padres han preparado el desayuno. Por cierto, luego tenemos que ayudarles con los preparativos para la cena de esta noche.

Ginny resopló. Lo único que quería era echar una buena cabezada para aliviar el maldito dolor punzante que estaba taladrándole las sienes.

Genial—dijo con sarcasmo.

Hermione la ignoró. Después de todo, estaba muy inquieta.

— Por cierto. ¿recordáis lo que pasó anoche?

Luna inmediatamente la miró y apuntó una sonrisa.

— Sí, claro. Theo me besó y...

— No me refiero a eso— la cortó Hermione— me refiero a que esta noche vienen todos a cenar.

Luna se encogió de hombros.

— Sí, claro que lo recuerdo. Hoy podré darle el regalo a Theo.

Lavender y Parvati asintieron emocionadas y continuaron con su sesión matutina de maquillaje pero Ginny se quedó inmóvil porque por un momento lo había olvidado por completo. No podía creer que fuera a tener que cenar con Zabini. Sabía que iba a ser una situación muy incómoda. Ya no sólo por él, sino por Malfoy. Los padres de Hermione eran muggles y ellos eran sangre pura. Ni siquiera entendía por qué narices habían aceptado la invitación de la señora Granger pero se estremeció al pensar que quizás pretendían hacer algo a los padres de Hermione. La miró en ese momento y vio que estaba alterada pero que no parecía preocupada y no entendió por qué, cuando se suponía que debía estar subiéndose por las paredes.

—Será mejor que bajemos. Dejad lo que estéis haciendo. Mis padres nos dirán en que podemos ayudarles— sugirió Hermione mientras recogía las mantas que había por el suelo.

Lavender y Parvati dejaron sus potingues y perfumes dentro de una bolsa de cosméticos y Luna le dio un montón de besitos a la criatura antes de guardarla en la cajita, sintiéndose totalmente agradecida con Theo, sabiendo que debía hacérselo saber esa noche. Ginny fue la última en bajar y cuando todas hubieron desayunado decidieron que lo mejor era tomar las pastillas que había encima de la mesa, las que les había dejado la madre de Hermione. Después fueron a vestirse y hacer las tareas que los señores Granger les encomendaron.

El príncipe durmiente de las serpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora