Lachlan el Larguirucho

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-Lachlan el Larguirucho- Editado

Ron se despertó con mucho esfuerzo, como cada mañana. Se sentía hambriento y lo que más le apetecía antes de la clase de Transformaciones de ese día, era un buen desayuno. Sin embargo, había algo que no se quitaba de la cabeza. Días atrás, desde lo lejos, en las escaleras al lado de su dormitorio, había visto a Lavender dándole algo a Cormac McLaggen disimuladamente.

Estaba casi seguro de que habían sido unas bragas. McLaggen había sido rápido en guardarlas, pero no lo suficiente como para que él no las viera. Así que ahí estaba Ron, dando vueltas en la cama inquieto, pero sobretodo, molesto. Molesto con Hermione por ignorarles. A Harry y a él. Molesto porque los había dejado de lado y sentía que los había cambiado por la tonta de Lavender.

Se preguntó por qué se habían hecho tan amigas cuando nunca se habían llevado bien. Y por si fuera poco, Parvati, Luna y su hermana también la tenían acaparada todo el tiempo.

Estaba tan dolido que se le había ocurrido algo al ver a Lavender dándole las bragas a McLaggen, pero sabía que iba a necesitar ayuda y que Harry se iba a negar rotundamente a participar. Creyó que quizás Seamus Finnigan y Dean Thomas se animarían, así que no le dio más vueltas, se levantó de la cama y se acercó a ellos, que aún dormían como si nada.

— Sh, Seamus— lo llamó descorriendo las cortinas del dosel de su cama. Luego lo zarandeó con insistencia — Despierta.

Finnigan se cubrió los ojos al notar la claridad del amanecer golpeándole en la cara.

— Déjame dormir un poco más, que aún es pronto.

— ¡Venga ya!— insistió moviéndolo— Dean y tú tenéis que ayudarme con una cosa.

Dean, desde su cama, se incorporó y se frotó un poco los ojos, somnoliento.

— ¿Qué pasa conmigo?

En cuanto a Harry y Neville, continuaban durmiendo profundamente.

— Tenéis que ayudarme a entrar en el dormitorio de los de sexto. En el de McLaggen— explicó.

Seamus enarcó una ceja. Después, se levantó y comenzó a vestirse. No entendía cómo Ron podía tener tanta energía de buena mañana.

— ¿Y para qué quieres entrar en el dormitorio de Cormac McLaggen?

Ron se paseó de un lado a otro, de brazos cruzados.

— Porque... eh, vi a la pesada de Lavender dándole unas bragas. Supongo que eran suyas.

Dean abrió los ojos con sorpresa.

— Tío, ¿estás seguro? Ya sabemos que Lavender está como una cabra pero tanto como para darle unas bragas a McLaggen...

Ron entornó los ojos al ver que dudaban de él.

— No me lo estoy inventando. Estoy seguro de que se las dio— le espetó.

Seamus terminó de colocarse la corbata del uniforme.

— A lo mejor no eran suyas. Vete tú a saber.

Él frunció el ceño.

— ¿Cómo no iban a ser suyas? ¿De quién iban a ser sino?— dijo con bordería— Además, tenían dibujitos y eran de color rosa. Aunque desde tan lejos no las vi muy bien.

Dean soltó una risita.

— Hm...pues si eran de color rosa... Entonces sí, es probable que fuesen de Lavender.

Seamus bufó, cansado.

— Pero de todas formas, ¿qué más te da Ron? — hizo una pausa, como si acabase de hacer un gran descubrimiento —Oh, ¿es que acaso quieres las bragas? ¿Por eso quieres ir al cuarto de McLaggen?

El príncipe durmiente de las serpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora