De oruga a mariposa

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-De oruga a mariposa-Editado

Durante toda la semana, Luna Lovegood había estado durmiendo en la Sala de los Menesteres por las noches. Theodore siempre aparecía más tarde, sonámbulo y se recostaba a su lado pero a ella no le importaba. De hecho, su compañía había empezado a agradarle. Al menos tenía a alguien con quien compartir ese acogedor lugar porque, a veces, no le gustaba estar sola.

Faltaban dos días para las vacaciones de Navidad y Luna iba a volver casa con su padre. Tenía que reconocer que iba a echar de menos aquella sala y en un rinconcito de su corazón, también a él y es que a Luna, a pesar de que Theodore fuera amigo de Malfoy y compañía, había empezado a caerle muy bien. Sabía que era buena persona. No la trataba como los demás ni pensaba que estuviera loca, así que se sentía muy cómoda con él.

Esa noche, cuando abrió la puerta de la Sala de los Menesteres y entró, Theodore ya estaba allí, despierto, sentado en el diván naranja con un pijama de seda azul y una manta oscura aterciopelada.

— Hola— le saludó, se acercó y se sentó junto a él.

— Luna, no te importará que haya venido, ¿verdad? Me refiero a... despierto— dijo con voz vacilante. Sentía su pulso acelerado. No sabía si iba a ser buena idea pero llevaba días queriendo decirle algo y había sido imposible. Cada vez que la veía por los pasillos, ella siempre iba charlando con sus compañeras y en clase no estaban juntos porque se llevaban un año de diferencia, así que no había tenido más remedio que hacerlo en la Sala de los Menesteres.

— Claro que no— sonrió.

Él desvió la mirada, buscando las palabras.

— Es que como en navidades no vamos a vernos pues... pues yo... quería darte un regalo— lo soltó rápidamente, en un susurro apenas perceptible. Sus mejillas adquirieron un tono rojizo.

A Luna se le dilataron las pupilas. No lo esperaba y le hizo mucha ilusión.

— ¿Un regalo? Vaya...muchas gracias, Theo—dijo. Después alzó la mano para tocar el tejido de la manta que tenía él en su regazo y lo miró con una amplia sonrisa— Es muy suave. ¿Sabes? Eres el primer amigo que tengo en Hogwarts que me hace un regalo.

Theodore sintió un cosquilleo en el estómago.

— ¿Amigo?— inquirió— ¿Somos amigos?

Ella se encogió de hombros.

— Pues claro. Al menos yo te veo así. Me caes muy bien.

Theodore se tensó al darse cuenta de que aquello podía significar que estaba cayendo de lleno en la zona amigos. Llevaba días dándole vueltas y había llegado a la conclusión de que le gustaba pasar tiempo con Luna. Podían ser amigos, sí, pero él quería algo más, para qué iba a engañarse. Sus pensamientos desaparecieron en cuanto ella se acercó para besarle en la mejilla. El roce fue sutil. Y rápido, demasiado rápido para Theodore, que sintió como un escalofrío le recorría la espalda. Se dijo a sí mismo que tenía que controlarse, que Luna era muy lista y podía darse cuenta.

— Luna.

— ¿Sí?

Él sacó una preciosa caja plateada con incrustaciones de esmeraldas de su bolsillo y se la tendió en la mano.

— En realidad, éste es tu regalo. La manta la he traído por si pasabas frío.

Luna se quedó en silencio. Le gustó que Theodore fuera tan detallista, que se hubiera preocupado por ella. Sin dejar de sonreir, cogió la caja.

— Vaya, no sé que decir... es preciosa. Muchas gracias.

Un poco nerviosa, destapó la cajita, con muchas ganas de saber qué había dentro. En el interior se hallaba, justo en el centro, una pequeña bolita blanca. Parecía una perla, sólo que más pequeña.

El príncipe durmiente de las serpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora