Las chicas multijugos

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-Las chicas multijugos- Editado.

Malfoy se dirigió a la sala común de Slytherin incómodo y algo sorprendido. Se pasó una mano por el cabello, con nerviosismo, dándole vueltas a lo sucedido. No comprendía qué narices estaba haciendo ni por qué pero se convencía a sí mismo de que Granger era la que carecía de fuerza de voluntad y no él. De que ella era la que se pasaba el día persiguiéndole, provocándole para que volviese a caer. Se sentía molesto. Más que nunca. Y por otra parte, había empezado a hacerse preguntas sobre Granger que ni siquiera se le habían pasado por la cabeza hasta ahora. Desde que la conocía había dado por hecho que era una mojigata. Una amargada sin experiencia en cuanto a besos y demás. Pero debía admitir que sus labios lo estaban volviendo loco. La posibilidad de que hubiera hecho algo con el sucio engendro de Weasel quedaba descartada y dudaba que hubiera tenido algún roce con el dichoso Potter. Entonces...¿por qué besaba tan bien? ¿Sería cierto y se habría enrollado con el paleto de Krum en cuarto curso?

Chasqueó la lengua al recordar aquellos desagradables rumores que había escuchado días atrás. Tenía que ver a Pansy. Estaba tan absorto que no se dio cuenta de que embestía a a un alumno que pasaba por su lado.

— ¡Ten cuidado! — dijo el chico, frotándose el brazo al sentir el empujón, pero Malfoy estaba demasiado abstraído como para percatarse de su presencia.

Cuando llegó a la sala común de Slytherin, masculló la contraseña.

Serpiente Venenosa — y la puerta se abrió, dejándole pasar.

Entró en la estancia y vio que Theo aún seguía sentado en una de las mesas del fondo, leyendo tranquilamente el libro de Defensa Contra Las Artes Oscuras que les había proporcionado Umbridge en la última clase. Malfoy se aproximó con un gesto arrogante y dio un golpe sordo sobre la mesa.

— Dónde está Pansy — preguntó con impaciencia.

Theodore se sobresaltó, alzó la vista y lo escruto detenidamente. Parecía estar de malhumor. Como siempre.

— No lo sé, Draco— dijo con aburrimiento— Creo que aquí no está. No la veo desde hace unas horas.

Draco intentó no perder la calma.

— Mierda. Dónde se habrá metido ahora. Tendré que buscarla por todo el maldito castillo.

Theodore frunció el ceño, suspicaz.

— ¿Por qué tienes tanto interés? ¿Ya te has decidido? ¿Sabes con cuál te vas a quedar de las dos?

Draco suspiró. En realidad estaba harto de tener que estar haciendo malabares entre Pansy y Astoria. Se sentía agotado al respecto, pero no era precisamente el mejor momento para terminar la relación. Theodore, al ver que no le hacía ni caso, volvió a centrar su atención en el libro.

— Búscala en el Gran Comedor, a lo mejor está allí— sugirió.

Draco bufó, hastiado.

—No tengo muchas opciones, de todas formas. Nos vemos luego.

Y sin más, se marchó.Theodore lo observó desde lejos. Lo conocía desde hacía muchos años y sabía que algo le había ocurrido para que estuviese tan alterado. Aún así no era su problema, así que cansado y siendo consciente de que el libro de Umbridge no le aportaba nada, lo cerró de un golpe y se fue a su dormitorio.

***

Hermione salió a toda prisa de las mazmorras, sintiéndose avergonzada. Si no hubiera sido porque tenía que conseguir el pelo de Malfoy, nunca hubiera dejado que volviera a besarla. ¿Por quién la tomaba? ¿ Es que acaso pensaba que podía acorralarla en mitad de un pasillo y acosarla como si nada?

El príncipe durmiente de las serpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora