Cap 27: Nieve

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Estábamos cerca de la ciudad. El lugar donde íbamos parecía cada vez más lejos.

Pasaron unos largos minutos de charlas y risas sin sentido, hasta que estacionó el carro afuera de un edificio, donde había una cúpula encima.

-Espera un momento - desabrocho el cinturón sin antes verme.

-¿A dónde vas? - cuestioné confundida viendo lo oscuro que estaba afuera.

-No demoro mucho, ¿si? - asentí antes de que saliera del carro.

Apoye mi cabeza en el respaldar y suspiré.

Esperé un rato mientras observaba mi alrededor, aunque no servía de mucho ya que todo lo que veía era oscuridad y apenas algunas siluetas de árboles y del edificio delante mío.

Baje un poco la ventana para sentir el aire recorrer por mi rostro. El silencio residía en las calles. No había muchas casas por aquí, solo árboles y estacionamientos grandes.

Cerré los ojos, la brisa jugaba con mi cabello. Algunos mechones chocaban contra mí rostro y otros simplemente volaban por breves segundos.

Antes de poder relajarme por completo, escuché un pequeño ruido cerca del carro alertando mi cuerpo y disipando los pensamientos de mi cabeza.

Volteé a ver si había algo o alguien afuera.

Mis latidos empezaron a aumentar cuando los ruidos se sentían cada vez más cerca.

Cerré los ojos, tapé mis oídos con mis manos para dejar de escucharlos.

Las ramas rompiéndose, el ruido de los arbustos chocar contra algo. El ruido de mis latidos acapararon en mi cabeza.

¿Qué ocurría?

-¡Corre!

El respirar se complicaba, no podía recibir aire. El ardor en mis pulmones lograba hacer que me encogiera en el asiento.

-¡Eres una asesina! ¡¿Cómo pudiste abandonarla?!

Mis manos presionaban los oídos a tal punto de dejar de sentirlos. El dolor en esa zona combinado con el de mi cabeza ocasionaba un sin fin de recuerdos confusos.

Antes de poder siquiera salir del carro sentí una sacudida en mi cuerpo. Unas manos sostenían mis hombros.

Abrí los ojos lentamente hasta que encontré a Rodrigo en frente mio con los ojos muy abiertos y asustado.

-Victoria, estás temblando... - sostuvo mi rostro entre sus manos y acercó mi cuerpo al suyo para envolverlo en un abrazo.

Vi la puerta del copiloto abierta. Supuse que fue por verme entrar en una crisis.

Cuando fui más consciente de mi cuerpo, pude, por fin, sentir su cuerpo contra el mío. Pensé que el temblor venía de mi, pero en realidad era de ambos.

Acaricie de su cabello cuando logré por fin moverme. Deje que el aroma a canela viniera a mi mientras mi corazón se encogia.

-Disculpa, no fue...

Se alejó un poco para ver mi rostro y luego besar mi sien.

-No has hecho nada para que digas eso. Esta bien, ¿si? - acarició mi cabello.- Mejor vámonos a casa.

Negué rápidamente.

No quería irme, no quería arruinar esto.

-Estoy bien - me separé de él y le regale una sonrisa, - tranquilo - sostuve sus manos y las coloque en mis piernas, tratando de darle seguridad a mis palabras.

Si las mentiras fueran las despedidas [Editanto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora