Cap 11: Tal vez

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Maratón 2/3

Sam

Victoria no estaba en casa cuando llegué. Solo había una carta tirada en el suelo de mi habitación.

Oye Salamandra.
Ya regreso, sigo viva no te preocupes.
Me voy al parque otra vez (no me mates).
Esta vez regreso temprano (creo).

Victoria

Agarre el puente de mi nariz cansado. Miré la hora y rece porque llegara temprano.

Tomé asiento en el mueble de mi sala, encendí la televisión mientras esperaba a que regresara.

Lucas

-¿Qué? - pregunté medio adormilado sin comprender lo que había dicho.

-No ha llegado a casa, dijo que no tardaba. No sé que hacer - exclamó preocupado lo que hizo que me alarme también.

-¿Hace cuánto se fue?

-Yo... no lo sé. Solo encontré la nota. No aclaraba a que hora se había ido.

Salí de mi cama asustado. Empecé a dar vueltas en mi habitación mientras los nervios aumentaban.

-Espérame, ahí voy - colgué la llamada, me puse un abrigo, y a medias con dos zapatillas diferentes que agarre sin ver, corrí hasta la casa de Victoria.

Sam

4 horas desde que había leído aquella carta.
4 horas desde que ella se fue y no volvió.

Eran las 2 de la mañana, Lucas y yo fuimos a buscarla por todo el parque más no la hayamos.

Tanto el castaño como yo, estábamos al borde de la preocupación.

Victoria no era de desaparecer así de la nada.

La búsqueda se alargó durante toda la noche, sin embargo, nuestro objetivo nunca apareció.

Esa noche tampoco volvió mamá.

Rodrigo
Presente

Habían pasado 2 días desde lo ocurrido.

Su pequeña figura se mantenía observando el cielo, justamente igual como cuando la vi en el parque caminando y tarareando una canción.

Victoria era un misterio, pero también la esperanza viva de poder continuar aunque la vida no se lo permitiera.

Admiración y atracción... eso siento por ella.

Algo me atraía que no podía explicar, pero también admiraba como decidió levantarse, aún lastimada, yendo tras su agresora.

Era sorprendente esta chica.
Era una caja de pandora que ocultaba demasiadas cosas.

Victoria
Presente

Ya no dolía.

Mi cabeza ya no latía.

Estaba más... tranquila.

Observaba la bella vista que me obsequiaba aquella habitación, podía ver el cielo azul con tonos rojizos y anaranjados. El sol estaba ocultándose igual que la calidez que brindaba.

Mis párpados empezaron a pesar y mi cuerpo exigía descansar, por lo que hice caso a sus pedidos. Me acurruque entre las sábanas calientes y cerré mis ojos, logrando conciliar el sueño.

Otra vez estaba en un cuarto oscuro.

Hasta que una luz se encendió mostrando una persona a lo lejos... Era un chico tocando un piano.

Si las mentiras fueran las despedidas [Editanto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora