Cap 36: Carretera

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Lucas

El agotamiento exigía a mi cuerpo descansar. Durante estos dos días en los que Victoria despertó, me mantuve atento en cualquier momento, hasta el punto de dejar de lado mis horas de sueño.

Hasta ahora Rodrigo no se despegaba de Victoria y llegó un punto en el que dejé de lado mi egoísmo, después de todo Victoria solo hablaba con él.

A mi solo me miraba y sonreía, no me daba pie a una conversación.

Fingía que no me dolía pero lo hacía más de lo que imaginaba.

Por lo poco que sé, solo se sabe que se desmayó por una crisis. Tal vez un ataque de ansiedad que logró no ser controlado a tiempo. El Doctor André también fue de los que la trató. Aparecía solo cuando se requería de su ayuda, luego ya no volvía.

Apoyado en la pared del pasadizo, cerré los ojos. Suspiré antes de lograr entrar a la habitación. Esta vez, ella estaba sola.

A diferencia de antes, se veía mejor, su tez obtenía de poco su color natural.

-Hola enana - sonreí aunque no me miró. - ¿Cómo estás?

Me acerqué a ella y vi entre sus manos que sostenía las sabanas blacas, arrugandolas en un puño.

-¿Te sientes mejor?

Esta vez, negó.

-¿Quieres algo? - volteo y me miró.

Sus labios se abrieron hasta que su voz salió ronca y temblorosa.

-A mi familia.

No pude evitar fruncir el ceño y tapar mi rostro con mi brazo.

No llores, no llores.

Me concentré en repetirlo muchas veces. Tomé un respiro y volví a mirarla, sintiendo el ardor en mi pecho.

-Voy a traer tu desayuno, ¿está bien? - no conseguí respuesta alguna.

La observé y asentí cuando dejo de mirarme.

Salí de la habitación llendo hacia la cafetería.

Me detuve a medio camino, hasta que se nubló mi vista debido a las lágrimas. Continué caminando hasta que vi a Sam sentado en una de las mesas. Me acerque hacia él y apreté su hombro con mi mano.

-¿Qué sucede? - reaccionó al instante, alerta. Negué queriendo botar un suspiro que nunca salió.

-Victoria... está muy mal - trate de mantener mi voz estable, falle.

No respondió. Él también lo sabía, te podías dar cuenta con su leve ceño fruncido pero sobre todo veía esa culpa oculta, de seguro por no haber evitado este desastre.

Dio palmadas a mi mano apoyada en su hombro. Sonreí entre lágrimas.

En esto, tanto Sam como Victoria se parecían mucho, ocultaban bien sus sentimientos para no herir a otros.

Regresé a la habitación con una bandeja entre las manos, cargando su desayuno. Como encontré la puerta abierta, pensé que alguien había entrado a hablar con ella, por lo que esperé un rato en silencio al frente de su habitación.

Lo extraño inició cuando habían pasado más de 10 minutos y no había pasado nada. Ni siquiera escuchaba voces o murmullos, todo estaba en silencio.

Miré de reojo la puerta entre abierta y me llevé la sorpresa de que no había nadie.

-¿Victoria? - llamé de ella.

Si las mentiras fueran las despedidas [Editanto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora