Capitulo 28: No estaba sola

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Victoria

-¿Te gustó? - preguntó con una sonrisa sacando algunos restos de copos atrapados en mi cabello.

-Me encantó - sonreí viendo la constelación dentro de la cúpula. - Gracias - lo miré.

-¿Por qué? - frunció el ceño.

Sentí mis cachetes sonrojarse por lo absurdo que sonaría lo que iba a decir.

-Por llegar a mi vida, extraño - alce mi mano y sacudí de su cabello.

Río negando.

-Yo te agradezco por llegar a la mía - sostuvo mi mano y acarició de ella.

Después de unos minutos viendo las estrellas, llegó el amanecer y junto con el pelinegro vimos los colores cambiar y consigo el sol iluminando los tonos fríos a unos cálidos.

Un rayo de sol llegó hasta nosotros, cayendo en mi rostro y riendo como respuesta a aquello.

Apenas el sol nos dio la bienvenida decidimos regresar a casa. El camino fue tranquilo y sobre todo las risas de ambos fueron lo único que se escuchaba dentro del carro.

Estaba tan feliz que olvide como levantarme al caer.

Rodrigo

Patrullas de policías estaban afuera de mi casa.

Un policía hablaba con mi mamá, lo cual me descolocó. Tanto Victoria como yo estábamos confundidos, no sabíamos que había pasado.

Apenas estacione el carro y salí junto a Victoria, un policía se acercó a ella.

-¿Victoria Kemberl? - preguntó con unas esposas en la mano, asintió.

Sin siquiera poder esperar, ella ya estaba extendiendo las manos. La sonrisa de hace unos segundos había desaparecido. Sus ojos habían vuelto a reflejar vacío.
Era como una muñeca.

-¿Qué está ocurriendo? - cuestioné acercandome hasta la castaña.

-Buenos días, joven - habló otro policía, interponiendose en el camino, - estamos aquí para detener a la señorita Kemberl.

Observé a mamá que negaba con la cabeza.
La miré tratando de hallar una respuesta que nunca recibí.

-¿Por qué? - mi pulso volvió a acelerarse, mis nervios se hicieron presentes y la idea de volver a ver a Victoria lastimada me aterraba.

Agarre de su muñeca más esta lo evitó y me miró con ojos tristes.

-¿Qué hizo?

-Ha sido demandada por agresión y sobretodo por dejar inconsciente a Sam Corner.

Sus ojos se abrieron, la pelinegra, observó al policía y vi como empezaba a temblar.

-¿Inconsciente?

El policía asintió.

-¿Desde... cuándo?

-Eso no me corresponde decirlo - agarró sus muñecas que seguían extendidas hacia él y las enganchó con los grilletes.

La mueca de dolor de Victoria no pasó desapercibido para mí, por lo que agarre la corbata del policía.

-Suéltala - espeté.

El policía arrugó el ceño para luego ladear la cabeza fastidiado.

-Disculpe, oficial - mamá se acercó y me alejo.- Es solo un muchacho.

-Uno que debe respetar a la autoridad - el desagrado en su voz fue notorio, sin embargo no me importó.

Apenas se alejaron fui tras ellos pero Luz me detuvo sosteniendo mi hombro.

Si las mentiras fueran las despedidas [Editanto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora