Cap 42: Hogar

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Con un leve abrir y cerrar de ojos nos encontramos riendo y conversando. Hoy más que nunca había conocido algo nuevo de Rodrigo.

Su abuelo, una persona importante para él, su figura paterna desde que era un pequeño.

Acerca de su padre no detalló mucho, me confesó que él había fallecido antes de que naciera por lo que su abuelo era como un padre para él. Gracias a él tuvo ese amor en la música, en tocar el piano y la guitarra.

Sentí esa calidez recorrerme en tal solo ver sus ojos brillar cada vez que hablaba de él. Su muerte lo había afectado y más porque se cruzó con lo de Ariana, su mejor amiga.

Podría haber sentido celos o recelo por su forma de nombrarla, más no fue así.

Esa forma de describirla, de sonreír y negar con las tonterías que según él hacía para despertarlo, se me asemejaron con el sentimiento que tenía por Lucas.

Apoyé mi cabeza en su hombro mientras miraba el amanecer. Nuestros cuerpos envueltos por una sábana de lana gigante que nos tapaba a ambos afuera en el jardín de la parte trasera de la cabaña, en donde no habían muchos árboles que podían evitar que viéramos la vista. Al frente nuestro, algo lejano se veía un lago. La vista era perfecta, el momento era perfecto, estar con él no solo era perfecto se sentía indicado.

Era increíble como podía reír por largos ratos y charlar sin aburrirme, sin tener un leve miedo a que la conversación se tornara incómoda si uno de los dos decidía hablar algo sobre su pasado.

Cerré los ojos una vez más sintiendo el olor a madera junto a la canela.

Había algo que incomodaba a mi corazón, algo que no me dejó sentirme bien por completo pero por una vez en mi vida quise ignorar esa voz. Esta vez me dejé llevar y suspiré embriagada por el momento.

-A mi abuelo le hubieras encantado. - Su tono triste y melancólico se escuchó.

-Dudo que hubiera querido para su nieto a alguien tan problemática - confesé a lo bajo.

Me observó dando esa sonrisa de lado mientras negaba.

-Él nunca se hubiera fijado en eso. - Sonrió. - Más bien, veía a las personas como árboles, capaces de caer por el peso de sus ramas, con raspaduras pero aún persistentes a continuar. A durar cada estación que viniera... - Suspiró y besó mi cien. - Así que si él estuviera aquí, de seguro te hubiera amado. Hubiera amado a la chica que soportó mucho y aún siguió luchando, sobreviviendo a todo por encontrar su felicidad. A la chica que con tan solo su indiferencia y unas cuantas risas logró conquistarme.

Sentí los aleteos en mi estómago, pecho y dedos. Mi cuerpo entero se estremeció lleno de una ola de felicidad.

Volteé a un lado mi cabeza apoyada en su hombro para encontrarme con sus ojos oscuros, observándome. Como si esperara atento a mi reacción.

En respuesta sonreí tímidamente, acompañada de un sonrojo que provocó en él una sonrisa.

Presumido.

-¿Y tú? - parpadeé confundida. - ¿Tu hermana me hubiera aceptado?

Un leve pinchazo llegó a mi pecho, pero luego una calidez de sus recuerdos vinieron, ocasionándome una sonrisa tan grande.

-Tal vez. - Aguanté una risa. - Al, te hubiera cerrado la puerta en la cara e insultado por quitarle a su hermanita, - sonreí nostálgica.

-No la juzgo. - Se encogió de hombros. - Yo haría lo mismo si me quitaran tiempo con la persona que amo.

Negué divertida mirándolo.

-Después de un tiempo, le hubieras caído bien.- Continúe. - Aunque, de seguro fingiría que no, pero si viera que me das tanta felicidad te aceptaría sin dudarlo, - aparte la mirada un momento para contener las lágrimas, pero fue tarde porque ya estaban cayendo.

Si las mentiras fueran las despedidas [Editanto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora