Cap 19: Dolor

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Maratón 2/4

El viento solía ser una de las tantas cosas que me agradaba.

Cerrar los ojos, conectarte con todo y a la vez nada sintiendo la brisa cubrir tu rostro mientras te relajas junto a los aromas que van oliendo de a pocos. El olor a pino, madera, el césped, la humedad y la canela.

El fresco y relajante aroma de canela que me rodeaba por todas partes desde que estoy en esta casa. Y adoraba eso.

De a pocos he ido adaptándome a este nuevo entorno. Aunque a decir verdad no me costó mucho como pensé.

Era tranquilo.

Miré mis manos curiosa, recordando el contacto con Rodrigo hace poco.

No había pasado nada desde entonces. Solía acercarme a él sorprendiendolo para luego agarrar sus manos y delinearlas. La superficie era diferente.

Me agradaba sentir la calidez en su palma. Jugaba con ambas manos curiosa. Esperaba y deseaba no volver a sentir esa sensación nunca más.

Quería continuar así. Tal vez estaba mejorando y no solo eso sino que ahora podría tocar a Lucas sin incomodarme.

El ardor dejaría de existir. Podría hacerlo.

Escuche pasos detrás mío. Me acomodé en el sofa de la sala para voltear a ver quién era. Pero no demoré en mucho en adivinar cuando la melena pelinegra se acercó hacía mí.

-Hola - sonrió tomando asiento al frente mio.

-Bonita vista, ¿eh? - asentí.

-Me agrada mucho esta parte de la casa. Puedo ver casi todo desde aquí. - Confesé.

-En mi habitación también puedes, la vista es casi la misma.

-No es cierto. Solo se ven los árboles.

-Oh vamos. Se que te encantó esa vista.

-Lo hizo. Pero este lugar sigue siendo mi favorito.

-Te vas a resfriar. Pasa mucho aire aquí.

-Cierro las ventanas. Solucionado.

-No me tendrías aquí.

-Vente acá. Hay mucho espacio al frente y una mesita en el centro.

-¿Y si hay un apagón? No podría estar contigo. Nos separaría la mesa.

Rodee los ojos.

-Quieres que vaya a tu cuarto, ¿no?

-Me alegro que ya captes mis indirectas.

-Eso no eran indirectas. Era un rabieta.

-No es cierto.

-Si lo es - me levanté caminando hacia él, tomando asiento en el mueble grande.

Sin titubear agarre su mano. Empezando a delinearla.

-¿Te gusta hacer eso también? - asentí concentrada - ¿Porque soy yo o por... ?

-Porque eres tú.

Deje de acariciar su palma para verlo cuando dejo de hablar.

Me asombre cuando un leve sonrojo apareció entre la punta de sus orejas. Lo que vi se me hizo tierno. Sonreí volviendo a tocar su palma.

Lo escuché carraspear.

-Eres demasiado tierno - confesé.

Cerró su mano impidiéndome seguir las caricias. Lo miré con el ceño fruncido.

Si las mentiras fueran las despedidas [Editanto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora