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Nam condujo de camino al trabajo con el piloto automático.

Por suerte, no había señales de stop de las que preocuparse, y sólo encontró un semáforo. Vivía a sólo cinco manzanas de la biblioteca y, para cuidar del medio ambiente, a menudo iba a trabajar a pie si hacia buen tiempo, pero todavía estaba lloviendo a mares.

Su cerebro bullía de planes, sacó la hoja de papel en la que había garabateado las tareas que necesitaba emprender. Su madre y tía Jo se mostraron entusiasmadas, agregaron ideas suyas, y tras pensarlo detenidamente estuvieron de acuerdo en que antes de nada debería ponerse manos a la obra con los puntos más importantes. Nam tenía una cuenta bancaria saneada.

En resumen, que no le costaría mucho vivir solo. Sin embargo, no había muchas viviendas en alquiler, aunque siempre podía trasladarse a otra población más grande, pero no quería alejarse. Su hermano ya se había mudado, y aunque en realidad no se había ido tan lejos, seguía sin ser lo mismo que en la misma localidad.

Hilisboro sólo tenía periódico semanal de corta tirada que salía los viernes, pero él aún tenía en su mesa la edición de la semana anterior. La abrió por la sección de anuncios y escrutó rápidamente las columnas. Alquileres, alquileres.... Dio con la pequeña sección y rápidamente se puso a repasarla. Había ocho anuncios.

Había una dirección que le resultó familiar, y la desechó inmediatamente; se trataba de una habitación en el piso de arriba de la casa de Beulah Wiison, y todo el mundo sabía que Beulah invadía la intimidad de sus inquilinos cuando se le antojaba y luego cotilleaba con sus viejas compinches.

De ninguna manera se iría a vivir a la casa de Beulah Wiison.

Y aquello reducía las posibilidades a siete.

-Vine Street- musitó, leyendo el anuncio siguiente.

Seguramente se trataba del pequeño apartamento que tenían los Simmons encima del garaje. Hum, no estaría nada mal. Seguramente el alquiler sería muy razonable, el barrio era bueno y disfrutaría de intimidad, porque la señora Simmons era una viuda que sufría artritis aguda en las rodillas y de ningún modo podría subir las escaleras para fisgonear. Nam rodeó el anuncio con un círculo y pasó a leer los demás rápidamente. Había dos pisos vacíos en Forrest Hills, pero el alquiler era alto y los pisos feos. Ahí estaban, aunque sólo los tendría en cuenta si la señora Simmons ya hubiera alquilado el apartamento. También había una casa en una tal Lassiter Avenue, pero la dirección no le resultó conocida. Giró su silla para buscar en el mapa municipal, e inmediatamente desechó el anuncio porque estaba en la zona más conflictiva del pueblo. Por lo demás, los anuncios eran poco apetecibles:

Un lado de un dúplex, que siempre estaba disponible, por la familia que vivía en otro lado y nadie soportaba los gritos y las blasfemias durante mucho tiempo, y otra casa que también se encontraba demasiado lejos. El último anuncio correspondía a una caravana, situada asimismo en la parte mala del pueblo.

Se apresuró a marcar el número de la señora Simmons.

El teléfono sonó y sonó; la señora necesitaría tiempo para llegar hasta a el, de modo que se armó de paciencia.

-Diga -La voz de la señora Simmons temblaba tanto como sus rodillas.

-Hola, señora Simmons. Soy Kim Namjoon ¿Cómo está?

-Muy bien, querido. ¿Cómo están tu madre y tu tía?

-Muy bien, gracias. Ocupadas enlatando tomates del jardín.

-Yo ya no hago conservas-dijo la señora con su voz quebradiza- Ni siquiera me molesto en tener un huerto. Mis viejas rodillas no están para muchos trotes.

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