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La señora Nolan temblaba intensamente, pero habló con coherencia. Para cumplir con todas las formalidades, Jungkook insistió en que se le hiciera la prueba de la alcoholemia; no dio nada. No sólo no estaba borracha, sino que aquel día no había tomado ni una pizca de alcohol. Uno de sus investigadores le tomó declaración; luego, varios de ellos escucharon la cinta del contestador. La voz del alcalde sonaba un poco metálica, pero era reconocible:

—Lo atrapará cuando salga de la biblioteca para ir a almorzar, o cuando se vaya a casa por la tarde. Sencillamente desaparecerá. Cuando Sykes se encarga de algo personalmente, no hay problemas.

—¿De veras? —Aquél era el segundo individuo, el que la señora Nolan identificó como Elton Phillips, un adinerado hombre de negocios de Scottsboro—. Entonces, ¿por qué han encontrado tan rápidamente el cadáver de Mitchell?

—De eso no se encargó Sykes. El se quedó en el club para averiguar quién los había visto en el aparcamiento. Los otros dos fueron quienes se encargaron del cadáver.

—Un error por parte del señor Sykes.

—Sí.

—Entonces, ésta es su última oportunidad. Y también para usted.

No se había nombrado a Namjoon de modo específico, pero con la mención de la biblioteca y el testimonio de la señora Nolan sobre la parte de la conversación que no había grabado, no era necesario. Se había mencionado a Mitchell, y a alguien que los estaba viendo desde el aparcamiento del club. Con el testimonio de Namjoon y la identificación de dos de los hombres que habían matado a Mitchell, más la voz de Temple en la cinta, el alcalde quedaba firmemente implicado en un asesinato. La señora Nolan no comprendía la referencia que había oído acerca de un envío de rusas, pero Jungkook comenzaba a albergar desagradables sospechas.

Con independencia de aquello, el alcalde y su amigo estaban listos. Eva Fay que era una de las personas que estaban reunidas escuchando la cinta, dijo con las manos apoyadas en las caderas: —Menuda serpiente.

Su gente estaba furiosa, observó Jungkook. Investigadores, patrulleros y el personal de oficina; todos estaban indignados. Él ya no era el forastero, sino uno de ellos, y su hombre había sido amenazado. Y no se trataba, de una persona cualquiera, sino de Kim Namjoon, a quien la mayoría de ellos conocían desde hacía años. 

En los momentos de adversidad, aquel sistema de apoyos funcionaba en masa.

—Traigamos aquí al alcalde para interrogarlo —dijo Jungkook en voz baja, conteniendo con esfuerzo su propia rabia. Nam se encontraba a salvo; eso era lo más importante—. Pónganse en contacto con el departamento de policía de Scottsboro y que detengan también al señor Phillips.

Le hubiera gustado tender una red para capturar al tal señor Sykes, pero no contaba con suficientes hombres para bloquear todas las calles del pueblo y empezar a pedir a todo el mundo que se identificase. Sykes lo preocupaba, pero mientras Nam siguiera en el mismo sitio, no podría dar con él.

—He ordenado no comunicar nada por radio —dijo Tony Marvin—. No tendrá ni idea de que pensamos atraparlo.

—Seguro que sí. ¿Se acuerda de Kendra Owens? ¿Cree que se habrá pasado el día calladita sin explicarle a nadie lo de la llamadita de la señora Nolan?

—Ni mucho menos —contestó Eva Fay—. Kendra es un encanto, pero le encanta hablar.

—En ese caso, tenemos que suponer que el alcalde sabe que la señora Nolan nos llamó. Estará en guardia, pero no conoce la existencia de la cinta, así que quizá no haya salido pitando. Vamos, pongámonos en marcha.









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